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Publicado por Derubín Jácome
Los antecedentes históricos de la lucha de las sociedades negras en Cuba los encontramos desde el período colonial, tanto en las “cofradías”, que fueran las primeras asociaciones, instituidas por la iglesia católica, de blancos, morenos y pardos, como en los “cabildos negros”, que inicialmente agruparan a los de esta raza procedentes de África. Terminada la Guerra de los Diez Años, aunque nos pueda sorprender, es a solicitud del Gobierno Español que se crean las “Sociedades de instrucción y Recreo de Pardos y Morenos”.
Juan Gualberto Gómez, a quien nuestro apóstol José Martí, llamara: “…mi hermano querido, mi hermano mulato, mi orgullo…”, es quien se ocupa de agrupar las cofradías, cabildos y centros sociales en el “Directorio Central de las Sociedades de Raza de Color”, para la lucha por la superación cultural, económica, política y social de esa raza frente a los prejuicios raciales y a favor de la unión de todos los cubanos.
Matancero hijo de esclavos, independentista y colaborador junto a José Martí en la organización de la Guerra de Independencia, Gómez comenzó a ejercer el periodismo en la “Revue et Gazette des Tetares”, llegando a ser corresponsal de un periódico en Bruselas y de otro en Ginebra. En México, en 1877, fue representante del violinista cubano Claudio Brindis de Salas. Después de la firma del Pacto del Zanjón fundó en Cuba el periódico “La Fraternidad” en 1879.
Regresa a Cuba en 1890, reanudando la publicación de “La Fraternidad, dando a conocer su artículo «Nuestros propósitos», en el cual defendía la necesidad de unión de las razas blanca y negra para la consecución de la independencia de Cuba
No obstante sus esfuerzos y la activa participación de los negros en la Guerra de 1895, al instaurarse la República los mantuvieron marginados y las “sociedades” continuaron conformándose según el color de la piel y la posición económica de sus miembros. Las sociedades negras lucharon por conseguir la igualdad y erradicar la discriminación racial, pero solo obtuvieron algunas mejoras. A pesar de la Constitución de 1901, los negros siguieron siendo los ciudadanos más despreciados en el sector laboral.
Las sociedades negras no fueron más que la respuesta a la discriminación ejercida por los círculos sociales blancos que les negaban su acceso, pero pese a haber adoptado erróneamente un funcionamiento similar al blanco, el asociacionismo negro adquirió unas funciones muy particulares, siendo su principal objetivo contribuir a la integración de sus miembros a la nación en construcción.
Pero esas organizaciones conllevaban la paradoja interna de reproducir mecanismos de exclusión y de elitismo con el objetivo de alcanzar un lugar en el panorama social, siendo su existencia reflejo de la propia jerarquización de la sociedad cubana, tal como lo demuestran la existencia de “diferentes” asociaciones de este tipo en una misma ciudad y la selección estricta de su membresía.
De este modo esperaban alejarse de las imágenes peyorativas comúnmente aplicadas a las personas de piel oscura y demostrar su capacidad para integrarse en la sociedad civil. Ya desde las últimas décadas del siglo XIX, los criterios de acceso a ciertas asociaciones reflejaban unas desigualdades crecientes entre esa población ahora libre. La clase media de negros y mulatos no solo se dividieron de acuerdo a sus ingresos, sino incluso por el matiz de la piel, y hubo intentos de dividirlos además por su región de origen, como en los viejos cabildos de nación de la colonia, ya fueran congos, carabalíes, lucumíes, etc.
El “Club Atenas”, sin obviar sus innegables logros y valores, fue también una sociedad clasista, la más exclusiva y aristocrática de las instituciones de este tipo para la raza negra, aunque no excluía a ciertas personas blancas de probada reputación, como Don Fernando Ortiz, o los que tuvieran vínculos matrimoniales con algún socio.
Para organizar esta institución se creó una Junta General, con sus socios fundadores, el 21 de Septiembre de 1917, en el domicilio del industrial General Lauzá, sita en la calle Escobar Nº 78. Allí se eligió la Junta Directiva y a su Director, responsabilidad que recayó en el Dr. Pantaleón J. Valdés.
El “Club Atenas” se funda finalmente el 25 de septiembre de 1917, con 88 socios, negros y mulatos, en su mayoría empleados públicos, aunque también lo integraron abogados, médicos, dentistas, ingenieros, profesores de música, periodistas y de otras profesiones, todos pertenecientes a una pequeña y media burguesía negra. Su primer presidente fue Aquilino Lombart, quedando Juan Gualberto Gómez como Presidente de Honor. Con el tiempo ingresarían un mayor número de intelectuales, militares de graduación y personas de mayor posición económica. Su sede estaba situada en la calle San Miguel Nº 119 (altos) en La Habana.
En 1925, siendo presidente Gerardo Machado, según consta en escritura del Archivo nacional de Cuba, se cede y traspasa a favor de esta institución el solar nº 5 de la manzana nº 22, de los terrenos de la antigua Muralla, para que se construyera el edificio adecuado para el domicilio de este Club. Además se les otorgó cincuenta mil pesos para su construcción. Esta y otras donaciones que Machado hizo a sociedades negras, le garantizaban el apoyo de lo que constituía una fuerza política poderosa.
En Febrero de 1927 se comenzó la obra, según el proyecto del arquitecto Luis Delfín Valdés, que fue terminada el 11 de Mayo de 1929. El edificio se encontraba situado en las calles Ignacio Agramonte y Apodaca, inaugurándose con una recepción en la que participó el Presidente de la República y celebrando en la noche un gran baile de gala para los socios.
Existieron muchas otras sociedades de este tipo en toda la Isla, entre las que se pueden destacar el “Marianao Social Club”, la “Unión Fraternal”, o el conocido “Buena Vista Social Club”. Pero no era lo mismo el aristocrático “Club Atenas” que los populares “Sport Club” o la “Sociedad El Pilar”. En 1949 existian más de 200 sociedades de este tipo.
En el “Club Atenas” las orquestas eran obligadas por una “Comisión de Orden” a tocar foxtrots, valses, danzones o boleros, prohibiéndoseles tocar rumbas, sones o mambos, mientras que en las sociedades “blancas” se bailaba la música “de los negros”, tocada generalmente por orquestas blancas e incluso terminando las fiestas con una conga callejera.
Félix Chapotín, que con el “Septeto Habanero” llevaba el son a sociedades como el “Miramar Yacht Club” o el “Vedado Tennis”, comentó en una entrevista: “…las sociedades negras como la “Unión Fraternal” y el “Club Atenas” nos discriminaban… Entendían que no era decente tocar el son, pensaban que el blanco los despreciaría, les llamaría “negros rumberos”…” La discriminación era tal que las criadas no podían pertenecer al Club Atenas.
Independiente a esto, su actividad era meritoria, pues además de su permanente lucha por la igualdad racial, realizaba actos culturales, veladas, bailes y homenajes a figuras destacadas, como el realizado al reconocido pelotero Orestes Miñoso, por su aporte al base ball en la Grandes Ligas, como miembro del “Chicago White Socks”. También organizaba viajes no solo dentro de Cuba, sino también al exterior, como el realizado en 1954 para entregar a la entonces primera dama Eleanor Roosevelt un busto del patriota cubano Antonio Maceo. Nicolás Guillén, quien frecuentaba esta sociedad, en un acto celebrado a la memoria de Maceo, se refirió al ayudante de Maceo, Lino Dou, como un criollo universal, culto, masón y ñáñigo.
La desaparición de estas sociedades después de 1959 no fue aceptada por todos, prueba de ello es que después de tratar de homogeneizar la sociedad cubana durante más de 40 años, surgen grupos que tratan de afirmar su singularidad, como la “Cofradía de la Negritud”, fundada en 1998. Su objetivo es centrarse en la situación de los cubanos negros porque, según ellos, «el gobierno no ha conseguido resolver el problema racial”. Desconozco si aún se mantiene activa.
CUBA EN LA MEMORIA 09/12/2014