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Publicado por Derubín Jácome

La Industria Tabaquera en Cuba, ya realmente importante en Cuba desde el siglo XVIII, comienza su potente despegue a principios del siglo XIX al amparo de la liberalización del comercio. Recordemos que desde el 11 de abril de 1717, por Real Cédula, se estableció la Factoría y Estanco del Tabaco que estuvo en vigor hasta junio de 1817 en que Fernando VII abolió los privilegios de la factoría, suprimiendo el estanco y decretando la libertad del comercio del tabaco.

Para esa época la estampa litográfica ya se utilizaba con éxito en multitud de productos en forma de etiquetas, carteles y anuncios tales como: jabones, licores, dulces, perfumes o cerillas. Pero el origen de las “vitolas” o anillas de los tabacos, aparece a principios del siglo XIX.

Siendo Cuba el origen de esta industria tabaquera y dada la fama de sus tabacos por encima de los de otras regiones, comenzaron a utilizarse las anillas como marca que ayudara a identificar y diferenciar dichas industrias. Se cree que las «fajas» que rodeaban sujetando unos cuantos tabacos fueran el origen de la vitola, que cumplía además la función de evitar que los dedos se manchasen de los alquitranes del puro mientras se fumaba.

A mediados del siglo XIX los tabaqueros cubanos buscaban distintas formas de protegerse contra fraudes y falsificaciones, y comenzaron a distinguir su producto con vistosas y coloridas estampas. Como la litografía ya era una industria desarrollada que era capaz de producir impresiones de calidad a un precio muy competitivo, ambos factores propiciarían un rápido desarrollo y perfeccionamiento, tanto de los fabricantes tabaqueros como de las imprentas litográficas, obligándolos a superarse día a día en calidad, diseño, originalidad y belleza y poder ofrecer un producto de máxima calidad y presentación.

Se desconoce quién introdujo oficialmente esta actividad en Cuba, pero los investigadores de este interesante tema referencian a dos figuras:
Al dominicano Juan de la Mata Tejada, que realizaba litografías en un taller doméstico de Santiago de Cuba, donde desarrolló este arte en las primeras décadas del siglo XIX, y al francés Santiago Lessier y Durand, con un taller que estableció en La Habana.

También reconocidos artístas de la época, como Eduardo Laplante y Barcou, Alejandro Moreau y Federico Mialhe Toussaint, quienes con su experiencia en el arte de dibujar en piedra, nos dejaron su impronta al crear etiquetas para cajas de tabacos y cajetillas.

A mediados del siglo XIX la Industria Litográfica había logrado la producción de copias impresas para cualquier tipo de dibujo o ilustración, con indiscutible ventaja respecto a las distintas técnicas de grabado, ya que lograba copias de una gran calidad y realismo de forma mecanizada y a precios realmente competitivos.

La liberalización del comercio unido a la ya reconocida calidad del tabaco cubano, hace que se produzca un incremento espectacular de la exportación de cigarros elaborados en la Isla. En su inicio se envasan a granel, en cajones de madera con 5.000 o 10.000 cigarros, pero esto facilitaba los fraudes y las falsificaciones, razón por lo que se decide empaquetarlos en cantidades menores, de 50 o 100 unidades, en pequeños mazos o en cajas de madera de cedro.

Como la industria litográfica ya había alcanzado por entonces una gran calidad y perfección, se opta por incorporar en el interior de dichos envases bellas etiquetas o estampas litografiadas para no solo aportar mayor garantía y seguridad, sino además mejorar su presentación.

Los diferentes elementos que hoy adornan una caja de tabacos, fueron surgiendo durante este proceso. Entre 1863 y 1840 aparecieron las etiquetas incorporadas en las cajas de cigarrillos, denominadas “marquillas cigarreras”. Posteriormente, entre 1845 y 1850, aparece el conjunto de etiquetas incorporadas en las cajas de habanos. A partir de 1870 se incorporarán las anillas o vitolas, anillando individualmente los tabacos.

En 1838 ya estaban implantados un buen número de talleres litográficos en Cuba, destacando la “Imprenta Litográfica de la Real Sociedad Patriótica de La Habana”, de Cosnier y Moreau y la “Litografía Española o Litografía del Gobierno”, de los Hermanos Costa. Solo con estos dos talleres pioneros, la Industria Litográfica cubana tenía ya una capacidad técnica suficiente para dar soporte a la pujante Industria Tabaquera que estaba a punto de requerir.

«La Honradez», establecido en Cuba desde 1853 por el francés Luis Susini, fue uno de los establecimientos que incorporó la cromolitografía en la producción de las primeras etiquetas a color. Artesanos emigrantes o formados en los talleres cubanos trabajaron en las diferentes factorías que proliferaron en La Habana e hicieron uso del color en combinación con el «pan de oro», para conferirles a los diseños el tono dorado, incluso llegaron a usar polvo de oro de 22 quilates para obtener acabados impresionantes a relieve.

De 1890 a 1910 está considerada como la época dorada de la vitolfilia. En este periodo vieron la luz las vitolas o anillas y tapas de mayor calidad artística y las más preciadas. Monarcas, políticos, personalidades de todo tipo, empresas privadas, casinos, clubs náuticos, clubs deportivos, navieras, etcétera se honraban en regalar a sus amigos, miembros o invitados los mejores cigarros puros de las más distinguidas marcas tabaqueras del momento. De esta época son las “tapas” que ilustran esta publicación y es evidente que mi selección no ha sido casual…
CUBA, TABACO, VITOLFILIA

La belleza de estas piezas litográficas sin dudas hizo surgir la afición de coleccionistas tanto en España como posteriormente en el resto del mundo. Tanto los dibujos de las tapas de las cajas de puros (llamadas «habilitaciones») como las anillas llegaron a convertirse en “obras de arte”. En España el coleccionismo fue creciendo y llegando a bien entrado el siglo XX, en 1949, crean la “Asociación Vitolfílica Española”, que desde entonces ha venido editando su revista hasta hoy. Numerosas asociaciones Vitolfílicas locales de pueblos y ciudades de España fueron surgiendo, las cuales incluso organizan concursos y exposiciones con la asistencia de interesados y numerosas casas que comercian con vitolas de todo el mundo para su compra, venta e intercambio. Para lo que se han editado numerosos catálogos con sus tasaciones, alcanzando algunas de las piezas a tener valores económicos importantes.

El tamaño y formato habitual de las vitolas cubanas oscila entre los 7,5 cm y 8,5 cm, en cuanto a la calidad tanto del papel como de las tintas, el dorado o los relieves tiene un valor incalculable para el apreciado fumador de habanos cubanos.

No podía ser menos para anillar los mejores tabacos del mundo: los cubanos.

CUBA EN LA MEMORIA 19/12/2014

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