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Publicado por Derubín Jácome
Con este popular estribillo dan comienzo las congas en Santiago de Cuba y, sin dudas, esta melodía arrastra a los santiagueros desde la calle Trocha hasta finalizar en la calle Enramada. El “Cocuyé” es propio de los carnavales santiagueros, al igual que lo son la corneta china y los bocúes que se afinan con fuego. Sin ellos y sin los legendarios cabildos Carabalí Izuama y Olugo, las fiestas no serían lo mismo.
El bocú es un instrumento de percusión, un tipo de tambor típico en los carnavales de las provincias orientales y aunque podemos encontrarlo en conjuntos instrumentales de son, rumba y bembé, es por excelencia un instrumento de las agrupaciones de conga y comparsa. No se concibe un conjunto de este tipo sin bocú y es en estos géneros que ha alcanzado su máximo desarrollo.
Es posible que algunos no conozcan que fueron los franceses emigrados que escapan de la revolución contra el sistema esclavista instaurado en la colonia francesa de Saint-Domingue (actualmente Haití y República Dominicana), los que en sus embarcaciones traen, a la zona oriental de nuestro país, el cantar del cocoyé.
Esta canción de los esclavos domésticos que les acompañaban, se fue imponiendo y evolucionando con variaciones en su melodía. Incluso hasta en su nombre, pues debido a la pronunciación de los negros y pardos de Santiago, se cambia la última vocal y se transforma en Cocuyé.
Una de las referencias más antiguas que se tiene sobre este canto en nuestro país, la encontramos en el libro “La música en Cuba” de Alejo Carpentier, donde el autor nos relata una anécdota acontecida en 1836 y cuyo protagonista es Juan Casamitjana, músico catalán establecido en la Isla:“…Cierta noche de 1836, hallándose en el Café La Venus…asistió al paso de una ruidosa comparsa, llevada por las mulatas Maria de la Luz y María de la O, que iba cantando el Cocuyé”.. Deslumbrado ante tal revelación, anotó las coplas y los ritmos y escribió una partitura para la banda del Regimiento de Cataluña, resultando su estreno un escándalo para la “gente distinguida”, pero un aplauso unánime de aprobación del público popular.
Juan Casamitjana, flautista, profesor, compositor y director de banda y orquesta, se establece en Santiago de Cuba en 1832 , donde fundará una escuela de música y agrupaciones instrumentales en las que introduce formas propias del folklore santiaguero. Según Carpentier, es Casamitjana el primero en comprender el valor rítmico y melódico de la música negra elaborada en las Antillas.
Considero necesaria la aclaración de que además de que las formas actuales de tango, desarrolladas en Argentina y Uruguay a partir de mediados del siglo XIX, ya existen registros de estilos de “tango” desde principios de ese siglo, registradas en Cuba e incluso en España, donde encontramos un baile “tango flamenco” que puede compartir un ancestro común en un minué al estilo de la danza europea.
En todas las fuentes relacionadas con ese género, se hace hincapié en la influencia de las comunidades africanas y sus ritmos, siendo los instrumentos y las técnicas traídas a América, por los inmigrantes europeos, los que inciden en la definición final del tango que ahora conocemos.
Este popular “tango cocuyé” recorrió Cuba integrado en popurrís donde encontramos, en sus primeras referencias como “marcha de carnaval”, que en algunas de sus versiones presenta un figurado musical que después será el llamado clave o “cinquillo cubano”, que dominará el discurso métrico en géneros como el danzón y el bolero tradicional del oriente cubano. Se asegura que a los extranjeros les es difícil tocar un danzón por causa del cinquillo, figura musical que abarca tres corcheas y dos semicorcheas.
Según Fernando Ortiz, el cinquillo es un tema de difícil comprensión para los estudiosos de la música afrocubana: “…El cinquillo genera el ritmo del danzón. Debe acentuarse bien sus dos primeras notas y la última, cosa que no hacen quienes no sienten el ritmo cubano, porque ignoran la existencia de esta prosodia especial del referido ritmo…”.
A partir de mediados del XIX ya encontramos, con una frecuencia mayor, referencias a este canto. En un artículo referente al Cocuyé, aparecido en La Habana en 1856, se relata de que manera pudo escuchar el compositor español Francisco Asenjo Barbieri la canción que posteriormente le inspiraría el “tanguito” de su zarzuela “El Relámpago”.
…¡Ay que gusto y que plasé!
¡Que cosa rica!
Ver bailar el cocoyé
Con la sopimpa….
En una crónica de este mismo año se hace referencia a una coreografía de 16 individuos bailando el cocoyé, lo que podríamos relacionar con las contradanzas antiguas que se bailaban con numerosas figuras que iban haciendo las parejas. Es decir, 8 parejas con una coreografía determinada, pero a ritmo del tango Cocoyé, lo que será una premonición de lo que más tarde será el danzón.
Algunos lo considerarán como…” baile de negros que tiene un ritmo muy marcado y fuertemente acentuado…” pero aún así, continuará imponiéndose a pesar incluso de las restricciones dictadas, llegando a ser suprimido en Santiago de Cuba, por el jefe de la policía, el 27 de abril de 1878…” porque promueven gran algazara y contienda…”
Pocos años después, en 1882, encuentro otra referencia en la obra bufa “El proceso del oso”, de Ramón A. Morales, donde un personaje, Tepsícore, invita a los bailes residentes o “aplatanados” en la isla: el minué, la caringa y el cocoyé.
Será el compositor y pianista estadounidense Louis Moreau Gottschalk quien lo llevará a una danza: “El Cocoyé”, (Grand Caprice Cubain di bravura for piano, Op. 80, D. 35). Moreau es el primer pianista norteamericano en conseguir reconocimiento internacional y el primer compositor estadounidense en emplear ritmos y temáticas latinoamericanas y criollas, casi seguro estimulado por su amistad con Manuel Saumell.
Pero será José Manuel Jiménez Berroa, virtuoso pianista, concertista y eminente compositor cubano y universal, quien a partir de 1886, con dicha partitura de “El Cocoyé”, el que llevará su sonoridad hasta las capitales europeas.
A partir de esa fecha muchos otros compositores harán sus versiones, incluidos dos de nuestros grandes músicos: Amadeo Roldán y Gonzalo Roig. Este último, en 1953 graba el disco de larga duración “In a Cuban Garden”, editado en 1957, con su obra «Fantasía sobre dos temas del baile típico de El Cocuyé». Hasta nueve compositores tomaran este canto en sus composiciones, una cifra no superada por ninguna otra pieza popular.
En Santiago de Cuba, los festejos de carnaval se celebran con la fecha del San Juan y finalmente en las fiestas dedicadas a la Santa Ana, con las comparsas de “Los Hoyos”, la “Carabalí Orúe”, “El cabildo Lucumí”, “Los Muñequitos”, “Izuama” y la legendaria “Tumba Francesa”, conformada por la comunidad haitiana. Entre ellas destaca “El Cocuyé”.
La próxima ocasión en que escuche su música, al menos ya conocerá un poco de su interesante historia. Pero no piense en ello y…disfrútela!
CUBA EN LA MEMORIA 15/03/2016