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CUBA en la memoria

~ por Derubín Jácome

CUBA en la memoria

Publicaciones de la categoría: Municipios y ciudades

PARQUE CENTRAL – ACERA DE NEPTUNO

18 viernes Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, edificios, habana, Parques cubanos

Publicado por Derubín Jácome

Un lector me pide comente sobre los edificios que se encontraban en esta acera del parque Central antes de existir el nuevo hotel “Parque Central”, la de la calle Neptuno entre el Paseo del Prado y la calle Zulueta. Las fotos corresponden a varias épocas, ya que en esa acera existieron diferentes negocios y sobre ello les comentaré en esta publicación.

Al parecer el primer uso destacado que ocupó esta área, que ya antes había sido una estancia o finca extramuros, fue un taller, el Taller de José Albazzi, donde se fabricaban estatuas con la suficiente calidad como para participar en la “Exposición Universal de 1887”, celebrada en París. Albazzi fue uno de los seleccionados para representar a las “provincias de ultramar” en dicha exposición, por ser el inventor un procedimiento artístico industrial que le permitía hacer esculturas con granito artificial de todos los colores.

Técnica que es seguro que influyera en que aún hoy día tengamos, en casi perfecto estado de conservación, esos impresionantes suelos multicolores de granito con sus logos, o distintivos, a la entrada de hoteles, bancos, centros comerciales, etc., tema al que uno de nuestros lectores, Gonzalo Moran, le dedica una página que les recomiendo.

En el Catálogo general de la sección española, para la citada exposición editado por la Imprenta General de Ch. Lahure, París, 1867, aparece:
JOSE ALVAZZI; Habana.


“…Objetos de piedra artificial. El expositor, dueño del Museo estatuario situado en la calle del Prado, núm. 25, en la Habana, es inventor de un procedimiento artístico industrial para hacer objetos de escultura con granito artificial de todos colores. Al presentar en la Exposición el método de que se sirve para realizar su invento, el Sr. Alvazzi expone como muestras: un jarrón grande, dos bustos pequeños, dos repisas y en un cuadrito dorado la vista fotográfica de su museo estatuario…”

Los inicios del Parque Central de La Habana comienzan más de 200 años después de fundada la ciudad y originalmente estaba situado fuera del recinto que encerraron las Murallas que se encargaban de asegurar la ciudad del ataque de los piratas y corsarios que frecuentaban la época.

Durante la época colonial, los parques y plazas fueron una constante en nuestra Isla al iniciar la urbanización de ciudades y pueblos. Casi es posible asegurar que no existe alguno fundado que no cuente con un parque y una iglesia, que no marque además el centro de la localidad. En La Habana, principal ciudad de la isla, no ocurrió de otra manera, aunque este parque no fue el primero en construirse, ni tampoco marcó en el momento de su surgimiento, el punto más céntrico de la ciudad.

El Parque Central marcaba el inicio del paseo de extramuros, construido en 1772 bajo el gobierno colonial del Marqués de la Torre, Capitán General de la Isla, siendo su primer nombre el de “Alameda de Extramuros o de Isabel II”. Después del cese del régimen colonial se le dio el nombre de “Paseo de Martí” en homenaje a nuestro apóstol, aunque todos lo conocemos como “Paseo del Prado”.

Con el crecimiento de la ciudad, para la segunda mitad del siguiente siglo, el Prado comenzó a flanquearse de elegantes mansiones y grandes edificios de sociedades. La demolición de las murallas, en 1863, había dejado una gran faja de terreno que pronto fue urbanizada según el trazado del arquitecto Juan Bautista Orduña. En su proyecto destaca la propuesta de construir una gran plazoleta que reuniera las tres plazoletas menores existentes y conformar lo que es hoy el Parque Central de La Habana.

A partir de entonces comenzaron a erigirse obras de importancia en aquellos terrenos. Bajo el Gobierno de Miguel Tacón (1834-38) se inauguró el “Teatro Tacón”. El “Hotel Telégrafo” se inaugura entre 1858 y 1863, siendo uno de los más lujosos de Cuba y América durante el siglo XIX. En 1843 aparece el conocido por “Café y Salón Escauriza”, rebautizado “Le Louvre”, que le da nombre a toda la acera y que será antecedente de del “Hotel Inglaterra”.

En 1850 frente al Teatro Tacón, en una las plazoletas antes citadas, se coloca la primera estatua de Isabel II. En 1870 se inaugura el “Teatro Albisu”, que será sede de la zarzuela hasta su desaparición en 1918 para levantar el “Centro Asturiano”. En 1877 abre sus puertas del Teatro Payret y a finales de este siglo se construye el edificio de viviendas de la familia Pedroso, que posteriormente fue utilizado por las oficinas del “Diario de la Marina” y finalmente como “Hotel Plaza”…

PARQUE CENTRAL - ACERA DE NEPTUNO

Pero resulta Imposible resumir, en el breve espacio de una publicación, toda la evolución y el desarrollo de este importante emplazamiento. Ya con lo que les he comentado creo pueden hacerse una idea de esta progresión que lo convierten en el centro de la ciudad.

No es hasta 1877 que se terminan los trabajos de construcción del parque y es dotado de un “moderno” equipamiento de farolas, bancos y otros elementos para su embellecimiento. El nuevo siglo XX comienza con un “Parque Central” ya delimitado por edificaciones unificadas por una arquitectura que tiene como base el patrón clásico criollo de hermosas arcadas de columnas solidas a nivel de la calle, con diferentes detalles que les diferencian de los de los edificios aledaños, pero respetando el patrón cubano de ventanales y columnas detalladas..

Como lugar de encuentro y reunión y como lugar de paseo, el Parque Central quitó protagonismo a la Alameda de Paula y a la Plaza de Armas, que habían sido de la preferencia de los habaneros manteniendo esa primacía durante las últimas décadas de la colonia y las primeras de la República, lo que sin dudas hace que sean construidos en esta zona más sitios de esparcimiento y encuentro de los pobladores de la ciudad.

Es en este período al que corresponde el edificio del Café y Billares “El Central” de la foto al centro de la publicación. Por ser quizás un edificio de menor importancia no tengo referencias exactas de su construcción, pero si puedo comentarles que en las estadísticas de la Isla de Cuba en 1862, se refleja la existencia, en ese año, de ciento ochenta y ocho billares, que contabilizaban más de dos millones de pesos en rentas.

Incluso mucho antes, en 1805, ya existía una contribución sobre el juego de Billar que se utilizaba para la manutención de presos. En 1814, había cuatro billares en La Habana, veinte y seis en 1827 ¡y doscientos cuarenta en 1899! El de la foto era de los más importantes y frecuentados.

Posteriormente el edificio sufrirá algunas remodelaciones y cambios para ser ocupado por diferentes propietarios que instalarán múltiples servicios comerciales como bares, cafeterías, reposterías y venta de tabacos, revistas, helados, etc. Con el tiempo, y por falta de cuidado y mantenimiento, el edificio se fue destruyendo, incluso derrumbando, hasta llegar a un estado ruinoso.

El hotel “Parque Central” se inaugura en mayo de 1999, conservando de algún modo en su fachada el aspecto de las antiguas construcciones de principios de siglo. No obstante, es una pena que el edificio original se haya perdido.

CUBA EN LA MEMORIA 18/03/2016

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EL CERRO

02 miércoles Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad

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barrios habaneros, Cuba, habana

Publicado por Derubín Jácome

El Cerro, fundado en el año 1803, surge como un barrio extramural. Comenzó siendo una estancia, luego un ingenio hidráulico azucarero, y más tarde una capitanía de partido que devino barrio de la ciudad. Su fundación data hacia 1840, cuando se traza la Calzada del Cerro y con el florecimiento de sus palacetes y quintas alrededor de la Calzada, ya comienza considerarse como parte de la Habana.

El Cerro es la zona urbana de La Habana que ha tenido más variaciones en sus límites. Se le atribuyó a El Cerro desde la Avenida de Santa Catalina hasta la Calzada de Palatino, continuando a Agua Dulce a Infanta, Carlos III y Rancho Boyeros de vuelta hasta la Avenida de Santa Catalina. El Gobierno del Dr. Ramón Grau San Martín extendió sus límites hasta la Calzada de Puentes Grandes, incluyendo el área hasta las avenidas de Manglar y Cristina. Comprendía las zonas urbanas de Palatino, Las Cañas, Ayestarán y Buenos Aires. Desconozco actualmente cuáles son sus límites.

Pero su historia se inicia con la presencia aborigen, pues existieron comunidades de tradición mesolítica, asentadas en el entorno del Río Almendares, cuyo nombre de “Casiguaya” respondía al de una mujer de esa comunidad que prefirió en acto de rebeldía, suicidarse con los hijos en el río, antes que someterse al conquistador.

El 8 de mayo de 1589, Hernán Manrique de Rojas solicita al cabildo de La Habana establecer una estancia y así se convierte en la primera unidad territorial que tuvo el nombre de “El Cerro”. Entre los siglos XVI al XIX, se construyen los acueductos abastecedores de la ciudad: la Zanja Real (1592), Fernando VII (1835) y Albear (1893). La Zanja Real, permitió el surgimiento de las primeras prensas o ingenios de azúcar, los molinos de rapé y otras ramas de la incipiente economía.

En 1754 era un paraje semiurbano con una mayoría de casas de paja. A finales de ese siglo se mejoró el camino que conducía de la “Puerta de Tierra” hacia la esquina de Tejas y de allí hacia el oeste a Marianao y Vuelta Abajo, lo que facilitó las comunicaciones a esta zona.

En torno a esas nuevas vías de acceso a la ciudad, comenzarán a poblarse las zonas exteriores a la muralla surgiendo nuevos poblados en esta zona, que ya para entonces era conocida como El Cerro. Surgen los barrios de Jesús del Monte, Jesús María, Guadalupe, etc. El Cerro fue la primera opción de escapar de la congestionada y ruidosa ciudad intramuros.

Esto propició que dos acaudalados propietarios que poseían grandes extensiones de terreno, José María Rodríguez y Francisco Betancourt, decidieran construir sus casas, en el año 1803, y fomentar un reparto residencial. La finca fue dividida en lotes y vendidas en poco tiempo por la belleza del entorno. No tardaron en aparecer las residencias veraniegas.

Pronto se llenó de de suntuosos palacios rodeados de jardines y casas quintas que hicieron fuera el barrio residencial de moda del siglo XlX habanero. Allí construyeron sus casas aisladas, rodeadas de jardines y precedidas por amplios portales de columnas, verdaderos palacetes al estilo neoclásico. Para edificarlos utilizaron materiales de gran riqueza ornamental, maderas preciosas, mármoles policromados, bronces, vidrios de colores y rejas, que todavía hoy deslumbran por su originalidad.

En su conjunto arquitectónico podemos destacar: La casa quinta del Marqués de San Miguel de Carvajal, la del Conde de Fernandina, conde de Santovenia, Marqués de Pinar del Río y la de Doña Leonor de Herrera. La barriada residencial que surge a lo largo de La Calzada del Cerro, alcanzó relevancia nacional por sus valores artísticos y arquitectónicos.

Según las estadísticas, para 1810 ya El Cerro contaba con 2000 habitantes, siendo el 54% de la raza blanca y el resto negros o mulatos, tanto libres como esclavos.

Ya desde 1807 estaba lo suficientemente habitado para que se construyera una pequeña iglesia, de tablas y guano, en Santo Tomás entre Peñón y Arzobispo. En 1843 es reemplazada por otra, de una sola nave, a la que se le dio el nombre de “San Salvador del Cerro”, en honor del Capitán General Don Salvador del Muro y Salazar, Marqués de Someruelos, quien no solo ayudó económicamente a la construcción de la iglesia, sino también favoreció el fomento urbano de la barriada.

Como dato curioso, en esta pequeña parroquia, a mediados de los años 40, del siglo XX, el astro del cine mexicano, Jorge Negrete, concurrió como padrino en un bautizo, lo que provocó un gran revuelo entre los habitantes del barrio.

A partir del Siglo XIX aparecen las primeras fábricas de fósforos y posteriormente las “grandes” del jabón y perfumería: Sabatés y Crusellas. Poco después se constituye la compañía “Nueva Fábrica de Hielo” que produjo las marcas de cerveza “Tívoli” y “La Tropical”, de lo que ya he comentado.

Durante el Siglo XX el Cerro se convierte en una de las principales zonas de la industria habanera. Crece la industria del calzado, se establecen, entre otras, fábricas de refrescos y bebidas. El Cerro concentró en su territorio la mayor cantidad de fábricas de fósforos del país. Atendiendo al peligro de los incendios para las comunidades del territorio, entre otras razones, actualmente ya sólo queda una, la “Unión de Empresas Productoras de Fósforo”.

EL CERROTambién destacable la cantidad de centros médicos, “quintas” como se les decía, que surgieron en este municipio. En la “Dependientes” (hoy, hospital Diez de Octubre), en 1907, se realizó por primera vez en Cuba y por segunda vez en América una sutura de corazón. El doctor Bernardo Moas, primer cirujano de la clínica, la practicó a un paciente que aunque solo sobrevivió 18 días tras la operación.

Se consideró todo un éxito dado el desarrollo de la medicina en esa época y los recursos de que disponía el centro. Fueron muy elogiados por los doctores Joaquín Albarrán y Carlos J. Finlay, quien tenía un laboratorio en la calle Tulipán. Fue también en este centro donde funcionó, en 1958, el primer servicio de parto sin dolor que existió en Cuba.

Imposible no mencionar en este resumen al “coloso del Cerro”, el más grande estadio de béisbol de Cuba. Inicialmente se le llamó “Gran Stadium de La Habana” o “Estadio del Cerro” (hoy Latinoamericano”). Su construcción se desarrolló en 1946 y fue inaugurado el 26 de octubre, de ese mismo año, ante una multitud de 31 000 aficionados. Con su inauguración desplazó al de “La Tropical”, anteriormente el mejor estadio de La Habana.

Por solo mencionar algunos personajes destacados nacidos en este municipio, recordemos a nuestro primer campeón mundial de Boxeo, Eligio Sardiñas «Kid Chocolate», y a René Portocarrero, una de las más destacadas figuras de la plástica cubana y uno de nuestros principales artistas del siglo XX .

Y, para concluir, la ya famosa la frase «El Cerro tiene la llave«, hecha popular por una contagiosa melodía de la Orquesta “Van Van”, de Juan Formell, tiene vínculos con un hecho real. Era en el Cerro donde estaba ubicada la entrada de agua a la ciudad y la sede del acueducto que aún existe hasta nuestros días. Se encuentra en El Cerro el Canal de entrada de La Zanja Real, primer acueducto habanero, que llevó el agua a la ciudad desde 1592 hasta el siglo XIX.

Por tanto, es cierto, el Cerro tiene la llave…

CUBA EN LA MEMORIA 02/03/2016

MARIANAO

01 martes Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, Cuba, habana

Publicado por Derubín Jácome

En la publicación anterior les comenté del origen del nombre Alamar y eso me ha motivado para hacerlo sobre este otro municipio de La Habana, y descubro que existen numerosas interpretaciones sobre el tema.

Para algunos, tomó el nombre de una nave naufragada en su costa, ya saben que “nao”, aunque es un término de la lengua portuguesa, en ocasiones, en lenguaje culto, se utiliza para designar una embarcación o nave. La palabra “nao” (del latín navis, ‘barco’) tuvo en el castellano de siglos pasados, sobre todo los siglos XIV al XVII, la acepción genérica de “nave” o “barco”, especialmente para aquellas embarcaciones dotadas de cubierta y velas, pero no dotadas de remos.

Entre otras especulaciones sobre el origen del nombre, hay una en que se afirma que le fue dado por una señora de nación portuguesa, llamada María y de apellido Navo. Más de una broma hubiera generado si se llamase Maria-navo…

Ante tales propuestas, no queda otra que irse a la búsqueda de información en las referencias de documentos oficiales:

En los primeros encontrados, del siglo XVI, en que se nombra esta localidad, se le dice “Mayanabo”. Al parecer, Marya, en árabe es pantano y Abo, Río. La podríamos considerar lógica si tenemos en cuenta las características de aquella localidad, donde a la salida del rio al mar, se forma un extenso pantano, en donde abunda el mangle. La voz “Marya” y la terminación en “Abo”, río, aparecen en infinidad de textos, siendo incluso señalada por Esteban Pichardo como significativa de aguas.

A esta zona pantanosa se le llama “patabanal”, así como a las ciénagas inmediatas, por encontrarse prácticamente cubiertos por mangle de la especie llamada “Pataban”. Supongo que estas áreas serían desbrozadas y desaparecidas al desarrollarse este territorio, ya que actualmente no son abundantes

En algunos documentos antiguos, al río le llaman “Maxaguan” y a la laguna: “del Junco”, aunque desconozco porque fueran así nombrados. Hoy les conocemos como “Quibú” o de Quibus, a la laguna y al rio, que aún existe, nombre que al parecer fue dado por algún propietario de la zona. Quibús es un apellido de origen español.

En el cabildo de 29 de Junio de 1675, aparece la solicitud de Don Jacinto de Pedroso y el Alférez Mayor, Don Nicolás Castellón, para que le hicieran merced de un pedazo de tierra y monte, entre el arroyo “Mayanabo”, lindando con estancia del dicho alférez mayor y estancias de Jaimanita, la vuelta del Norte del realengo, para reparo de sus corrales Guatao y el Cano. A cambio, por esta concesión se comprometían a hacer las “Fiestas de San Marzal”, y pagar los derechos.

En 1730 el Licenciado Don Lucas Franco y Don Francisco Castellón Alguacil del Santo Oficio, dueños por mitad del Corral Guatao cinco leguas de este puerto, “…hicieron gracia y donación a Don Juan Florez Rubio, del pedazo de arroyo, que les pertenecía en el “Marianabo”, que va a la mar, desde el lindero de la tierra del tejar que fue de Don Juan Recio Sotolongo; con su margen y derrames del de Maxaguan, hacia la parte de arriba que llaman Jaimanita…”

La historia nos presenta a “Mayanabo” como una fructífera área boscosa a principios del siglo XVII, la cual durante muchísimos años surtiría de madera y leña a todo el vecindario de la otrora villa de San Cristóbal de La Habana.

Sabemos que desde recién fundada la ciudad de La Habana algunas familias fueron atraídas por aquellos parajes de lagunatos salobres y enmarañados manglares, y allí levantaron sus bohíos. Se asegura que entre estos pobladores figuraba una mujer llamada María Navo, o Nabo, que recibió en merced, del Cabildo, la mayor parte de ese territorio. Esta mujer, con firme resolución, se proclamó guía y mentora de aquella agrupación de hombres, formando así el primitivo pueblo rodeado por las lagunas Caimán, Guabinas y Quibú, esta última desaguando por el río del mismo nombre.
MARIANAOEn aquella época, los piratas franceses no conformes con lo obtenido con sus ataques en alta mar, también asaltaban los poblados de las costas y el “caserío de María Navo”, al que así llamaban en nombre de su dueña, fue atacado y saqueado varias veces, obligando a sus moradores a ocultarse en la manigua y a contemplar como el incendio devoraba implacable sus humildes hogares.

Según se asegura, María Navo, de carácter fuerte y ya cansada con esta situación, se rebeló y mandó a construir en la costa, un fuerte torreón donde poder montar una guardia permanente, con la colaboración de sus vecinos, y poder vigilar durante día y noche. El citado fortín motivó la fomentación de un asentamiento poblacional, que es la génesis del actual Marianao, uno de los 15 municipios que integran la capital cubana.

En un saliente de la costa, entre el rio Quibú y la Playa de Marianao, todavía pueden contemplarse los restos de un viejo torreón a cuyo alrededor gira la historia del lugar. El Torreón de Marianao llegó a ser una construcción militar defensiva, que complementaba el sistema de vigilancia en La Habana a finales del siglo XVII. Fue construido durante el mandato del Gobernador José Fernández de Córdoba y autorizado por Real Cédula de 15 de junio de 1684.

Producto del inevitable desarrollo de la zona, se cegaron las lagunas, encauzando el rio, rellenando los bajos, nivelando el terreno, “perfeccionando” la obra de la naturaleza, y comenzaron a levantarse modernos balnearios y preciosas residencias entre avenidas de pinos.

Encuentro en “El Libro de Cuba” de 1925…

“….Un porvenir fabuloso espera a estos lugares vecinos de la capital de la República a juzgar por su rápido crecimiento y por el derroche de lujo con que se instalan allí los potentados cubanos entre los cuales algunos extranjeros construyen sus moradas y se aprestan a contribuir a su mayor embellecimiento. El Hipódromo, el Aeródromo, el Diamante del Base Ball y la Cancha de la Pelota Vasca, el Gran Casino de la Playa ocupan los alrededores llenando la rada los barcos de sport y las canoas de regata, por lo cual no es aventurado predecir que este lugar será cada día más visitado por propios y extraños y ofrecerá al turista americano mayores atractivos…”

Lo cierto es que el nombre de este territorio habanero, sin dudas surgió gracias a aquella emigrante, posiblemente portuguesa, que un buen día arribó a esta zona atraída por los verdes de la vegetación y el canto de las aves. Resultado de su nombre y su empeño surgirá Marianao, nombre que tomará también el río, la playa y otro pueblo, Quemados de Marianao. En Matanzas, lo ostenta una laguna, o albufera, y una punta de tierra inmediata, y en Nuevitas existen un barrio y un estero, denominados de Mayanabo.

De seguro María no esperaba tanto… pero algunos lectores seguro que si esperan que les comente un poco más de Marianao…

CUBA EN LA MEMORIA 01/03/2016

ALAMAR

29 lunes Feb 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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barrios habaneros, calles Cuba, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

El origen de este nombre no tiene relación alguna con cascos blancos o constructores proletarios, tampoco con la ciudad dormitorio, repleta de bloques prefabricados, que conocemos. Por el contrario, su denominación está vinculada quizás al ingenio o capricho de un representante de la burguesía cubana, el abogado Guillermo Alamilla Gutiérrez, propulsor de la primera urbanización de esta zona, “Constructora Alamar S.A”, constituida el 2 de setiembre de 1957.

Alamilla era propietario y presidente de dicha constructora, contratista responsable de obras de las urbanizaciones de los cinco repartos en La Habana del Este. Además era también Presidente del “Residencial Alamar”, propietario de los terrenos de este reparto, uno de los fomentados en la llamada “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”.

¿Por qué entonces el nombre “Alamar”? Al parecer surge de la unión de las dos primeras filas de su apellido paterno, del que toma las dos primeras sílabas, a lo que le añade las primeras letras del nombre de su madre, llamada María. Esto da nombre al reparto: ALAmilla + MARía: ALAMAR. Existe otra versión en la red que relaciona la últimas letras con el nombre de “su esposa” Margarita, pero vale aclarar que Guillermo nunca estuvo casado, al menos según consta en su biografía.

Esta región al este de La Habana, en su origen estaba poblada de tupidos bosques los que serían sometidos a una tala tan indiscriminada, que en 1775 el Gobernador y Capitán General de la Isla, Don Felipe Fonsdeviela y Ondeano, Marqués de la Torre, tendría que emitir una orden para prohibirlo, de lo que tenemos constancia en documentos de la época. Recordemos que dicho Capitán General desde su llegada a Cuba reconoció el estado deplorable en que se encontraba. A él le debemos, entre otras, el primer empedrado de las calles, la ampliación del muelle, la construcción del Teatro Principal, la Plaza de Armas, la Alameda de Paula y la Alameda Nueva. Al parecer su orden de prohibición de la tala en esta zona, resulto tardía.

También podemos asegurar que por esta zona pasaron los ingleses durante la conocida toma de La Habana ocurrida en 1762, ya que existen anotaciones en sus “libros de bitácora”, relacionadas con los desembarcos producidos por tierra, pues era costumbre que los marinos, en sus respectivas guardias, registraran todos los datos de lo que acontecía. Pero aún esta zona no se llamaba Alamar.

La mayor parte del territorio que hoy conocemos por Alamar correspondía hasta finales de la década del 1950 a la finca “La Noria”, propiedad de la familia Velazco, dueña de grandes extensiones de terreno desde el Morro hasta Bacuranao.

Otras fincas, también propiedad de los Velazco y arrendadas a otras familias, completaron el territorio. Los Hernández eran los arrendatarios de los terrenos que bordeaban la Vía Blanca hasta Cojímar y que abarcaban la cima de la loma que hoy conocemos por “El Mirador”. Esta finca se dedicaba principalmente a la cría de ganado vacuno lechero. En “La Noria” también había un picadero de caballos. Como restos de estas fincas aún se conservan una casa de tejas y una torre cercana a la avenida Neptuno.

Su hermano Gustavo era médico cirujano y oftalmólogo graduado de la Universidad de la Habana, tenía un gran capital financiero y se convirtió en una de las primeras figuras del próspero negocio de la urbanización de La Habana del Este, del que poseía 3 785 acciones de la “Constructora Alamar S.A.”.

ALAMARLas urbanizaciones de Alamar nacieron como parte de un gigantesco plan de la Ciudad de la Habana del Este, “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”, con las perspectivas y beneficios que ofrecía como nueva ciudad que se construía favorecida por la construcción del Túnel bajo la bahía, lo que la unía a la Capital posibilitando una rápida comunicación y por tanto se revalorizarían los terrenos de la región.

El 7 de marzo de 1956 el ayuntamiento de Guanabacoa aprueba los planos y memoria de la sección de Alamar “El Olimpo” a favor de la residencial “Alamar S.A.” de Guillermo Alamilla Gutiérrez y otros. El ayuntamiento de La Habana aprobaría, el 26 de junio de 1957, el llamado “Costa Azul” de Alamar, ambos pertenecientes a la Territorial “Alturas del Olimpo” S.A.

Después de sucesivos cambios, modificaciones y ampliaciones, Alamilla presentó al ayuntamiento el 5 de abril de 1958 el proyecto de reglamento urbanístico. Las oficinas de urbanización y ventas de terreno, estaban situadas en el edificio “Hoster” sito en Obrapía nº 61, 4to piso, en La Habana. La edificación de almacenes y alguna otra construcción, constituyeron el verdadero centro de la urbanización y se le conocía como “Batey de Alamilla”, hoy el área ocupada por el parque “Hanoi”.

La sección Alamar “El Olimpo”, que corresponde con el actual “Alturas de Alamar”, fue la primera en urbanizarse. Originalmente la entrada se situó donde se encuentra el tanque del agua, y más tarde se trasladó para donde ese encuentra el Servicentro. Después se urbanizaría el “Residencial Alamar”, hacia el centro y finalmente la llamada “Costa Azul” de Alamar, zona que se contemplaba para el turismo y ocio.

En total se urbanizaron 36 caballerías, desde río Cojímar hasta la Ave. “La Noria”. Alamar se parceló con precios oscilantes entre 6 y l5 pesos la vara cuadrada, pagando una entrada y el resto en 60 meses sin interés. Se construyen las calles con rajón del propio lugar, aceras, cunetas, cunetillas y redes técnicas, es decir la infraestructura urbana. De la electrificación se encargarían la “Compañía de Eléctricidad” de La Habana del Este y del abasto de agua el acueducto propio.

El 1 de enero de 1959, Alamar contaba con la infraestructura urbana creada, pero con muy pocas casas construidas, ya que algunos propietarios de terrenos habían esperado a la finalización del proyecto del túnel de la bahía para construir y otros abandonaron muy pronto el país. Solamente se habían construido un total de 31 casas, aisladas entre sí, 14 de ellas en “El Mirador”. Sus habitantes eran fundamentalmente empleados bancarios y de oficinas, pequeña burguesía o clase media.

A principios de los años 60 se construyó el restaurant “El Golfito”, el Servicentro y otras pocas instalaciones y 401 nuevas casas, de modesto tamaño, en la “Costa Azul”. Estas casas inicialmente fueron proyectadas como viviendas para obreros de la construcción, aunque solo 5 familias de ese sector llegaron a mudarse ya que después serían designadas para el uso de técnicos extranjeros, su mayoría rusos.

Y aunque la historia de Alamar continúa, ya conocen que no me ocupo de comentar sobre temas actuales. Sobre ellos que cada cual haga su propia historia…

CUBA EN LA MEMORIA 29/02/2016

CUARTEL DE MILICIAS, DE BLANCOS, PARDOS Y MORENOS

21 domingo Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in CUBA EN LA MEMORIA, Municipios y ciudades, Urbanismo y Arquitectura

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calles de Cuba, colonia cubana, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

El edificio, construido como “Cuartel de Milicias” en 1787, se encuentra en la esquina formada por las calles de Empedrado y Monserrate en la Habana Vieja y en su época constituyó el mayor cuartel de toda la ciudad.

Como en muchas ocasiones ya les he comentado, La Habana se configura, a partir de 1763, como una ciudad de extraordinaria pujanza social, económica y artística. En este proceso es indiscutible, y evidente, el papel desempeñado por las autoridades eclesiásticas y civiles para su transformación urbana y arquitectónica.

Los edificios que se construyeron durante el período anterior tuvieron una finalidad benéfica y un carácter eminentemente funcional. Entre los que podemos destacar el proyecto del Ingeniero Militar José Abarca en 1756 para el Hospital de San Lázaro, comentado en una publicación reciente.

Después de 1763, ya entregado por los ingleses a España, de nuevo, el control de La Habana, su arquitectura se diversifica, construyéndose los dos edificios públicos más importantes de la época: La Casa de Gobierno y la de Correos, esta última también proyectada por Silvestre Abarca, “Ingeniero Director de la Plaza de La Habana e Isla de Cuba”, considerándose posible que fuese también autor de la Casa de Gobierno, por su similitud estilística.

En ambos casos, si bien Abarca fue el autor de los planos del proyecto, también es importante el papel que jugó el arquitecto gaditano Pedro Medina, que impulso su personalidad aportando el empleo de elementos decorativos que dotaran a ambos edificios de un aspecto muy particular.

Pedro de Medina llegó a La Habana por solicitud del propio Silvestre Abarca, quien escribió al presidente de la “Contratación de Indias”, rogándole encarecidamente su presencia, por considerarle de suma utilidad para llevar a cabo las obras defensivas proyectadas para la Capital. Es posible que la relación profesional entre ambos comenzara durante las obras de fortificación de la ciudad de Cádiz, dirigidas por Abarca, donde Medina se encontraba como maestro de obra con solo diez y ocho años de edad.

Dentro de las obras de Abarca, con la colaboración de Medina, está el “Cuartel de Milicias”, que resulta particularmente interesante por la originalidad de su planta en que resuelve la separación racial que le imponía la época, sin sacrificar el carácter unitario del edificio.

En 1764, después de la partida de los ingleses, el Conde de O’Reilly, Mariscal de Campo, fue designado por el Rey como “Inspector General de Tropas”, enviándolo a La Habana, junto con el Conde de Ricla, con el objetivo de mejorar el sistema defensivo de la Capital. O’Reilly, entre sus primeras decisiones, ordena construir un edificio en Monserrate y Empedrado para destinarlo a “Cuartel de Milicias”, obra proyectada por el ingeniero Abarca y que construyese el gaditano Pedro de Medina.

Este edificio, el mayor cuartel de la ciudad en el siglo XVIII, fue concebido para sede de los batallones de milicias, que en aquella época eran clasificados, según el color de la piel de sus integrantes, en “blancos”, “pardos” y “morenos”. Por esta razón, el edificio estaba dividido en tres secciones, con el objetivo que los soldados estuviesen separados según el criterio racial anterior. El área principal, como supondrán, estaba reservada para los de raza blanca, mientras que las del fondo, más pequeñas, correspondían a los pardos y morenos.

CUARTEL DE MILICIAS, DE BLANCOS, PARDOS Y MORENOS
Su planta es trapezoidal, adaptada a la forma del terreno y determinada por el trazado de las calles, con un patio central rodeado por galerías. La obra es de cantería, con dos pisos y con azotea en la cubierta. En la planta baja se albergaban los cuerpos de guardia, los calabozos de oficiales y los de la tropa, cuartos para cabos y sargentos, cocina y lugares comunes. También la sala de armas con capacidad para más de 900 fusiles y los almacenes de vestuario. En el patio central existía una fuente, en la intersección de las áreas, con tres surtidores independientes, destinados al abastecimiento de agua corriente a cada una de las secciones. Supongo que al menos la calidad del agua fuera la misma.

La portada principal, situada en la cara que resulta por un corte en la intersección de las esquinas de Empedrado y Monserrate, está enmarcada por sendas columnas empotradas a ambos lados de la misma y resuelta en su parte superior con una rica solución formal de molduras que le aportan un movimiento del que carecía el proyecto inicial, variación que le aportara Medina con la introducción de elementos barrocos y que pueden ver en las diferentes imágenes superiores de la publicación, lo que hace que destaque esta portada en este edificio caracterizado por la sencillez de su arquitectura. Como pueden suponer, la portada principal correspondía a la entrada del cuartel de blancos.

La decoración de una de las entradas secundarias presenta cierta similitud con la de la Catedral de La Habana, lo que nos puede suponer que la molduras barrocas que enmarca tanto la Catedral como las puertas y ventanas de los edificios públicos de la Plaza de Armas también se debieran a Pedro de Medina, maestro que jugó un papel importante dentro de la arquitectura del último tercio del siglo XVII en Cuba.

Hasta 1844 el edificio cumplió la función para lo que fuera construido, pero a consecuencia de los acontecimientos derivados de la “Conspiración de la Escalera”, por “Real Orden” se suprimieron las milicias de “morenos”, ya que estos resultaban menos confiables para los funcionarios españoles, en la medida que se radicaba la lucha por la emancipación de la Isla. Las de “blancos” y “pardos” fueron trasladadas a dos casas próximas a la villa de Guanabacoa. A partir de este momento el edificio fue destinado para distintos cometidos de tipo militar, sanitario, policial e incluso para alojamiento de varios funcionarios.

Aunque posteriormente surgieron otras edificaciones para fines similares, este cuartel continuó siendo el de mayor tamaño e importancia de la ciudad. Y aunque ha sido transformado, incluso adicionándole una nueva planta, como bien recordaba Gustavo Acosta en su comentario, en general aún conserva sus dos valores máximos: el recinto del patio central con porticado perimetral en ambas plantas y la portada principal con su guarnición mixtilínea, ubicada en el chaflán de la esquina y atribuida a Pedro de Medina.

Como dato curioso, nuestro apóstol, José Martí, permaneció detenido durante dos días en este cuartel, en septiembre de 1879, antes de ser deportado por segunda vez.

CUBA EN LA MEMORIA 21/12/2014

¿LA IDENTIFICAS?

20 sábado Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, Cuba, edificios Cuba, habana

Publicado por Derubín Jácome

Por diferentes motivos, hace ya varios días que no publico esta sección y ya sé que es del gusto de muchos. Así que hoy tienen una nueva foto y espero por sus comentarios.

LA IDENTIFICAS (30)

CUBA EN LA MEMORIA 20/12/2014

LIMPIEZA DE CALLES EN CUBA

18 jueves Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Costumbres, Curiosidades, Municipios y ciudades

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calles Cuba, Cuba, ordenanzas Cuba

Publicado por Derubín Jácome

Pasaron más de dos siglos desde que llegaron a Cuba los colonizadores españoles, para que se percataran por primera vez de la necesidad de aplicar medidas de carácter higiénico en la Isla. Las primeras y mas antiguas medidas que se conocen, se atribuyen a los Capitanes Generales Juan F. Güemes y José de Espeleta. Ambas del sigo XVIII.

Güemes, en 1735, fue el primero que ordenó la limpieza de las calles habaneras y parajes públicos, aunque con esto no se resolvieron realmente los problemas, pues eran de alcance muy limitado. No fue hasta más de cincuenta años después, que mediante un edicto ordenado por Espeleta, fechado 30 de octubre de 1786, que las autoridades coloniales no volvieron de nuevo a tener en cuenta los padecimientos de las ciudades por la falta de limpieza de las casas y calles.

Limpiar una ciudad como La Habana, rodeada por la muralla, superpoblada y sin pavimentar, constituyó un problema situado fuera del alcance institucional durante casi dos siglos. Es a finales del XVIII, en un reglamento de policía urbana,queba se plantea el asunto en términos poco menos que utópicos, mezclando ingenuos consejos con severas advertencias o amenazas imposibles de cumplir.

Esta regulación pretendía administrar los desperdicios de una ciudad donde los inquilinos de las casas accesorias lanzaban sus excrementos a las estrechas calles por las que transitaban libremente cerdos y cabras. Los carruajes, tirados por caballos que también aportaban lo suyo, circulaban entre cadáveres de animales, agua de letrinas y cocinas, escombros y basura que decoraban los portales y las plazas.

El reglamento no brindaba ninguna solución realista y viable para cambiar este pestilente panorama, y solo quedaron establecidas unas bases que marcarán incluso los futuros intentos de limpiar la ciudad. Consideraron las calles de uso común a la sociedad, pero quedan entendidas de que son reciprocas las obligaciones de todos. Es decir, las autoridades solo controla su cumplimiento, pero son los vecinos los que tienen que pagar la limpieza.

Durante la década de 1820, el Ayuntamiento habanero discutirá varios proyectos de limpieza basados en la redistribución entre el vecindario de ciertas responsabilidades sanitarias y sus correspondientes cargas económicas.

Pero el problema no se plantea solo en términos puramente higiénicos, sino también en la conservación del puerto, clave para la economía insular. Todos los desechos acumulados en las calles y removido junto el fango, con el paso de las carretas, eran arrastrados por las lluvias hacia la bahía, que podía quedar cegada definitivamente.

Para librarse de este peligro, las autoridades habían lanzado sucesivas y fallidas medidas destinadas a controlar el creciente tráfico interurbano o a financiar operaciones de dragado portuario. Solo como complemento de estos planes se contemplaba la limpieza y el eventual empedrado de las calles.

Con la amenaza del cólera, limpiar la ciudad dejó de ser un problema secundario, y el Ayuntamiento se vio obligado a preparar un estudio sobre la higiene pública que constituyó la base del nuevo reglamento de limpieza de La Habana.

Pero el modelo propuesto seguía las viejas pautas. Se encargaría un contratista de la recogida de basuras y de la limpieza de las plazas, pero para pagar sus servicios se recurría a la recaudación de cuotas fijas mensuales impuestas a cada vivienda o local de negocios. Puedo imaginar todos los comentarios y debates que esto ocasionaría entre los vecinos y comerciantes, tratando de calificar quien generaba más desperdicios y basuras.

La cuota dependería de la “contribución” que cada uno hiciese a la suciedad general de la ciudad. Se creó un complejo sistema de categorías urbano-sanitarias, mediante el cual se distribuía la carga representada por los gastos de limpieza.

En enero de 1833 este nuevo contrato ya había entrado en vigor, pero la situación sanitaria real de la ciudad no cambió. Montañas de heces y otros desperdicios se acumulaban frente a las puertas de las casas y esto no solo constituía una amenaza para la salud pública, sino también ponía en peligro la seguridad de la zona, porque estos basureros improvisados eran propensos a incendiarse, poniendo en riesgo las propias viviendas y locales a su alrededor, lo que consta sucedió en muchas ocasiones.

No es hasta finales del siglo, en 1898, con la Intervención norteamericana y el cambio de poderes, que el mayor general John R. Brooke asume la función ejecutiva de la isla, en representación de la Cancillería de Estados Unidos. La regencia temporal de Brooke es quien realmente impulsa la ejecución de obras públicas y de saneamiento en la isla.

LIMPIEZA DE CALLES EN CUBA

Se inicia una era de adelanto y reconstrucción, mejoría sanitaria, económica y en todos los sentidos. De forma oficial, en los años 1898-1902, se establecieron las primeras ordenanzas para la limpieza y recogida de residuos en nuestro país.

A las pocas semanas de iniciada la intervención, en las principales ciudades se organizó y perfeccionó el servicio de recogida de basuras y limpieza de las calles. En la Habana, Santiago de Cuba, Matanzas y otras ciudades presenciaron asombrados como un ejército de barrenderos, medidores, constructores y funcionarios de salud pública invadían las calles y las casas en una gran campaña de higienización.

Durante esos primeros años del siglo, se llevaron a cabo trabajos para el saneamiento del país en el cual, producto de la Guerra de Independencia de 1895, imperaba la destrucción y la insalubridad. La construcción de alcantarillados, la pavimentación de calles y el desarrollo de campañas de higienización con la eliminación de charcos pestilentes y viviendas ruinosas, así como la organización de limpieza de calles y la recogida de basura.

La “higienización civilizadora” promovida por las autoridades militares no se limitó solo a los espacios públicos. Lejos de ello, traspasó los umbrales de las casas para alcanzar incluso los rincones más privados. Hacia 1899, por citar solo algún dato, solo un 10% de las casas, de La Habana y Matanzas, tenían servicios sanitarios. Las piezas sanitarias fueron importadas en gran número de los Estados Unidos y vendidas a precios módicos, a fin de que los habitantes de la ciudad pudieran entrar en la “era moderna” con hábitos higiénicos renovados.

Había llegado el confort y la modernidad…

CUBA EN LA MEMORIA 18/12/2014

¿LA IDENTIFICAS?

08 lunes Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Urbanismo y Arquitectura

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Cuba, edificios

Publicado por Derubín Jácome

Hoy les traigo este edificio, que si bien por si mismo no es muy interesante o significativo, si lo fue por la actividad que en el se realizaba… ¿Quién comienza?

LA IDENTIFICAS (28)

CARDENAS – Ciudad Bandera

16 sábado Mar 2013

Posted by Derubin Jacome in CUBA EN LA MEMORIA, Municipios y ciudades

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El territorio que actualmente ocupa el municipio de Cárdenas no constituyó uno de los puntos de interés inmediato para los conquistadores europeos, llegados a Cuba en las primeras décadas del siglo XVI. No obstante, la costa cardenense fue recorrida y reconocida durante el bojeo realizado por Sebastián de Ocampo, en 1509, y como parte de la empresa colonizadora de la Isla, emprendida entre 1511 y 1513 por Diego Velásquez con la ayuda de Pánfilo de Narváez.

Las primeras haciendas notables en esta jurisdicción se establecieron en Guamutas, cerca de Hato Nuevo (hoy Martí) y en San Antón de la Anegada, dedicadas especialmente al corte de maderas para los galeones de la marina española. La madera era abundante y de superior calidad. En ella se labraron los delicadísimos trabajos de ebanistería que se admiran en el monasterio, templo y palacio de “El Escorial”, cerca de Madrid, una de las obras cumbres de la arquitectura mundial.

El territorio que comprende la ciudad de Cárdenas y sus próximos alrededores fue otorgado a Don Diego de Sotolongo el 14 de Junio de 1709 por el Cabildo de La Habana debido a las influencias de su Procurador General Don Mateo de Cárdenas, y se le denominó oficialmente «Corral de San Juan de las Ciegas y Cárdenas».

La petición al Gobernador General de la Isla, Don Dionisio Vives para la fundación del pueblo de Cárdenas, fuertemente respaldada por el cubano Don Claudio Martínez de Pinillos Conde de Villanueva, y por el Exmo. Sr. Don José María Calvo O’Farril, Marqués de Villalba, más tarde Regidor de La Habana, fué favorablemente despachada, el 17 de Enero de l827, a pesar de una pequeña oposición de algunos elementos interesados por Matanzas.

Vencidas las dificultades y cumplidos los expedientes de trámite se reunieron el 8 de Marzo del año 1828. En aquella reunión quedaron aprobados los planos de las calles rectiníneas, las manzanas y solares respectivos, la ubicación de los edificios públicos, iglesia y ayuntamiento. Al fundarse el pueblo de Cárdenas se le bautizó simplemente «San Juan de Dios de Cárdenas».

La primera calle se llamó CALVO por el propietario José María Calvo; la segunda RUIZ por el hacendado Miguel Ruiz; la tercera AYLLÓN por el Gobernador de Matanzas Cecilio Ayllón; la cuarta VIVES por el Gobernador General Dionisio Vives; la quinta LABORDE por el Jefe de la zona marítima Angel Laborde; y las otras como Jénez, Cossío, Pinillos, Aranguren, Jerez, Franceses o Princesa, Obispo Espada, en recuerdo de otros tantos personajes de la época.

La plaza principal recibió el nombre de “Fernando Séptimo” por así llamarse el monarca reinante; más tarde se la bautizó con el nombre de “Parque de Colón”, así como la calle de Vives se llamó “Calle Real”, más tarde “Avenida de la Independencia” y “Avenida de Céspedes”, en recuerdo del padre de la patria Carlos Manuel de Céspedes.. pero todos le llaman Calle Real.

No se comienzan las gestiones para la construcción de la Parroquia de Cárdenas hasta el 1835. En 1843 la Junta de Fomento de la Habana rechaza unos planos presentados para la fabricación del templo, por creerlo pequeño en vista de la grandeza que iba alcanzando Cárdenas. Reunida gran parte de los materiales y del dinero necesario, se procedió a la bendición y colocación de la primera piedra el 6 de Junio, 1844.

A Cárdenas se le conoce también con el nombre de “Ciudad Bandera”, ya que en mayo de 1851 desembarcó el general Narciso López portando la que sería tomada en la Asamblea de Guáimaro del 10 de abril de 1869 como la enseña nacional de Cuba.

E1 17 de Febrero de 1867 publicaba la Gaceta Oficial de La Habana una Real Orden en que se eleva a la enaltecedora categoría de «Ciudad» a la que hasta entonces era la Villa de Cárdenas. En 1899 era Cárdenas la sexta ciudad de Cuba, con una población de cerca de 22,000 habitantes, pero su crecimiento durante el periodo republicano fue más lento. En 1953 era de 44 000 habitantes. Durante los últimos años de la república, Cárdenas retuvo su posición como ciudad industrial y comercial y fue puerto de embarque de veinte centrales.

Llamada también “Capital de las Primicias” cuenta dentro de su historia con la existencia de más de cien primicias, entre las cuales destacamos:

1585. Se funda por la familia Recio, con varios hatos y corrales ubicados en la zona de Cárdenas, el primer Mayorazgo Cubano y hasta donde se sabe, el primero de América Latina.
1847. Se funda por el sabio naturalista alemán Juan Cristóbal Gundlach, en las inmediaciones de Cárdenas, el primer Museo de Historia Natural de Cuba.
1850, 19 de mayo. Se iza por el General Narciso López y sus hombres, por primera vez en Cuba, en el Edificio La Dominica, la Bandera Cubana.
1862, 26 de diciembre. Se inaugura por Gertrudis Gómez de Avellaneda, su esposo y otras autoridades coloniales la primera estatua al Almirante Cristóbal Colón develada, pública y solemnemente, en América Latina.
1882. Se funda en la Ciudad el primer colegio Médico – Farmacéutico de la Isla.
1889, 7 de septiembre. Se inaugura el primer servicio público de alumbrado eléctrico de Cuba.
1884, Mayo. Comienza a funcionar en Cárdenas la primera Refinería de Azúcar que funcionó en el país.
1894, 25 de noviembre. Se establece en la Ciudad por el Dr. Fernando Méndez Capote la primera Clínica Ginecológica cubana.
1900, 22 de abril. Se inaugura en Cárdenas el primer Mausoleo dedicado a los Mártires de la Guerra de Independencia construido en Cuba en una plaza pública.
1918, 20 de mayo. Se inaugura en Cárdenas, para albergar las colecciones del Museo y Biblioteca Pública de la ciudad, el primer edificio construido para Museo en el país.
1936. La cardenense Rosa Amelia Toledo se convierte en la primera mujer en ocupar un cargo de concejal en Cuba.
1945 se realizan todas las pruebas requeridas para la obtención de la certificación y licencia otorgada por la Federación de Aeronáutica de Cuba al primer Planeador diseñado y construido en Cuba.

Cardenenses destacados son muchos, pero baste mencionar nombres como los doctores Domingo y Fernando Méndez Capote, el historiador Oscar M. de Rojas, los intelectuales Emilio Bobadilla (el famoso Fray Candil de Las polémicas), en el arte Conrado Massaguer o Armando Maribona o Carlos Miguel de Céspedes que llegó a vicepresidente de la República.

Imposible resumir en un publicación toda la grandeza que guarda la historia de esta ciudad, por algunos llamada: la Barcelona de Cuba.

ALQUIZAR Allí nace de tu nombre el aroma y el dulzor…

14 jueves Mar 2013

Posted by Derubin Jacome in CUBA EN LA MEMORIA, Municipios y ciudades

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El primer contacto de los españoles con este territorio se produjo cuando Cristóbal Colón en su segundo viaje a América, hizo escala en las costas de Guanímar el 11 de junio de 1494.

Ya por el año 1616, las inmediaciones de La Habana estaban muy cultivadas. El Capitán General de la Isla, Don Sancho de Alquízar, adquirió un corral a unas 7 leguas de La Habana, al cual dio su nombre, con el propósito de fomentar un cafetal. Y con 100 esclavos comprados a Don Antonio Rodríguez de Elvás comenzó el desarrollo agrícola de esta zona que cuarenta años después de su muerte, en 1619, ya era motivo de admiración para cuantos la visitaban.

El 16 de marzo de 1779 se funda, en el terreno donado por Doña Juana de la Osa, la “Iglesia de Alquízar” bajo la advocación de San Agustín, designándola el Obispo Hechavarría auxiliar de Quivicán. Su primer párroco fue Don Ambrosio de Maria Escobar. A su alrededor comenzaron las construcciones que dieron origen al pueblo de Alquízar. En 1806, el Obispo Espada le otorgo rango de Parroquia.

Contribuyó grandemente al desarrollo de esta zona, la emigración francesa desde Santo Domingo. La Revolución de Haití provocó que, a partir de 1796, emigraran hacia Cuba millares de colonos franceses, muchos de los cuales se establecieron en esta región donde fomentaron la siembra del café, uniéndose en poco tiempo un grupo numeroso de criollos y españoles, dando lugar al surgimiento de grandes haciendas cafetaleras y a su auge económico.

En el cafetal nombrado “Nuestra Señora de la Luz”, nació el 4 de noviembre de 1829, Álvaro Reinoso Valdés, iniciador de la era científica en la agricultura cubana y el más grande químico y agrónomo de todos los tiempos. De familia de hacendados cafetaleros interesados por la experimentación agronómica y botánica, desde muy joven se dedicó a estudiar el cultivo de maíz y del cafeto. Colaboró en la colecta de plantas para el Jardín Botánico de La Habana, por lo que recibió el título de corresponsal del Jardín Botánico. Estudió ciencia y medicina en Francia, donde realizó investigaciones químicas como la dedicada al éter, tema para su tesis doctoral en ciencias y en química fisiológica humana. Esto le permitió graduarse de Doctor en Ciencias en la Universidad de París. En otro cafetal, el “Buena Esperanza” propiedad de Eduardo Finlay, pasó su hijo el ilustre médico cubano Carlos J. Finlay, parte de su niñez y juventud.

El día primero del año 1879 fue creado su Ayuntamiento, siendo el primer Alcalde Don Francisco Gouaganchequirí, segregándose de Santiago de las Vegas. En el año 1826, Alquízar fue creada Comandancia de Armas, siendo residencia del Capitán Pedáneo. Para esta fecha su población ascendía a 670 habitantes, perteneciendo a la jurisdicción de Santiago de las Vegas. Sus construcciones se elevaban entonces a 100 casas: 36 de mampostería, y el resto de tabla y guano.

En la segunda mitad del Siglo XIX se desarrolló en sustitución del cultivo del café la industria azucarera. En 1860 existían en Alquízar seis ingenios con una producción destacada para la época.

El 5 de enero de 1896 este municipio es ocupado por las tropas cubanas al mando de los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo. A partir de ese momento muchos hijos de Alquízar se incorporan a la lucha armada por la independencia formando parte de los Regimientos Tiradores de Maceo y Calixto García. Durante la campaña, el General Máximo Gómez acampó cuatro veces en el ingenio “San Antonio” propiedad de Mamerto Pulido. En diciembre de 1898 entraron los mambises en Alquízar al mando del Coronel Isidro Acea Gil, en esta ocasión se izó por primera vez la bandera cubana y se tocó el himno Nacional entre gritos y aplausos de la población.

El 14 de septiembre de 1874 nace Gabriel Cubría Puig, quien el 3 de julio de 1906 realiza la primera cesárea de gemelos en Cuba, lo que constituye un acontecimiento trascendental para la medicina cubana.

Rubén Martínez Villena, quien en las décadas de 1920 y 1930 jugara un papel fundamental en la política y en la lucha contra la Tiranía de Machado, nace en Alquízar en 1899.

Nacido en 1901, Luis Marquetti Marquetti, uno de los más grandes compositores musicales de nuestro país cuya música ha recorrido todo el mundo en boca de intérpretes nacionales e internacionales. Desde los años 40 se destacó como autor y sus composiciones en las mejores voces del continente. Entre sus obras destacan los boleros «Plazos traicioneros», «Alli donde tú sabes», «Amor que malo eres», «Deuda, «Entre espumas», «Me robaste la vida y otros. También en la música, se destacaron figuras como René Cabezas, de nombre artístico, René Cabel, quien fue llamado el “Tenor de las Antillas” por su popularidad y que grabó para varias firmas disqueras y Orlando Morales, ejecutante de saxofón y clarinete, además de cantante, formó parte del famoso cuarteto de Carlos Faxas, el conjunto Casino y otras agrupaciones, después realizó su carrera en solitario; destacándose por sus éxitos sobre todo, con “la Copa Rota”.

Ya en la primera mitad del Siglo XX el cultivo fundamental del municipio va a ser el tabaco y su manufactura, surgiendo un fuerte movimiento obrero en este sector.

Y para concluir, unos versos del himno de este fecundo municipio:

Allí nace de tu nombre el aroma y el dulzor.
Allí crece tu esbeltez de surco y ola,
El vaivén de las cañas en la piel,
Y la esférica voz de la naranja.

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