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CUBA en la memoria

~ por Derubín Jácome

CUBA en la memoria

Publicaciones de la categoría: Sociedad

EL CERRO

02 miércoles Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad

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barrios habaneros, Cuba, habana

Publicado por Derubín Jácome

El Cerro, fundado en el año 1803, surge como un barrio extramural. Comenzó siendo una estancia, luego un ingenio hidráulico azucarero, y más tarde una capitanía de partido que devino barrio de la ciudad. Su fundación data hacia 1840, cuando se traza la Calzada del Cerro y con el florecimiento de sus palacetes y quintas alrededor de la Calzada, ya comienza considerarse como parte de la Habana.

El Cerro es la zona urbana de La Habana que ha tenido más variaciones en sus límites. Se le atribuyó a El Cerro desde la Avenida de Santa Catalina hasta la Calzada de Palatino, continuando a Agua Dulce a Infanta, Carlos III y Rancho Boyeros de vuelta hasta la Avenida de Santa Catalina. El Gobierno del Dr. Ramón Grau San Martín extendió sus límites hasta la Calzada de Puentes Grandes, incluyendo el área hasta las avenidas de Manglar y Cristina. Comprendía las zonas urbanas de Palatino, Las Cañas, Ayestarán y Buenos Aires. Desconozco actualmente cuáles son sus límites.

Pero su historia se inicia con la presencia aborigen, pues existieron comunidades de tradición mesolítica, asentadas en el entorno del Río Almendares, cuyo nombre de “Casiguaya” respondía al de una mujer de esa comunidad que prefirió en acto de rebeldía, suicidarse con los hijos en el río, antes que someterse al conquistador.

El 8 de mayo de 1589, Hernán Manrique de Rojas solicita al cabildo de La Habana establecer una estancia y así se convierte en la primera unidad territorial que tuvo el nombre de “El Cerro”. Entre los siglos XVI al XIX, se construyen los acueductos abastecedores de la ciudad: la Zanja Real (1592), Fernando VII (1835) y Albear (1893). La Zanja Real, permitió el surgimiento de las primeras prensas o ingenios de azúcar, los molinos de rapé y otras ramas de la incipiente economía.

En 1754 era un paraje semiurbano con una mayoría de casas de paja. A finales de ese siglo se mejoró el camino que conducía de la “Puerta de Tierra” hacia la esquina de Tejas y de allí hacia el oeste a Marianao y Vuelta Abajo, lo que facilitó las comunicaciones a esta zona.

En torno a esas nuevas vías de acceso a la ciudad, comenzarán a poblarse las zonas exteriores a la muralla surgiendo nuevos poblados en esta zona, que ya para entonces era conocida como El Cerro. Surgen los barrios de Jesús del Monte, Jesús María, Guadalupe, etc. El Cerro fue la primera opción de escapar de la congestionada y ruidosa ciudad intramuros.

Esto propició que dos acaudalados propietarios que poseían grandes extensiones de terreno, José María Rodríguez y Francisco Betancourt, decidieran construir sus casas, en el año 1803, y fomentar un reparto residencial. La finca fue dividida en lotes y vendidas en poco tiempo por la belleza del entorno. No tardaron en aparecer las residencias veraniegas.

Pronto se llenó de de suntuosos palacios rodeados de jardines y casas quintas que hicieron fuera el barrio residencial de moda del siglo XlX habanero. Allí construyeron sus casas aisladas, rodeadas de jardines y precedidas por amplios portales de columnas, verdaderos palacetes al estilo neoclásico. Para edificarlos utilizaron materiales de gran riqueza ornamental, maderas preciosas, mármoles policromados, bronces, vidrios de colores y rejas, que todavía hoy deslumbran por su originalidad.

En su conjunto arquitectónico podemos destacar: La casa quinta del Marqués de San Miguel de Carvajal, la del Conde de Fernandina, conde de Santovenia, Marqués de Pinar del Río y la de Doña Leonor de Herrera. La barriada residencial que surge a lo largo de La Calzada del Cerro, alcanzó relevancia nacional por sus valores artísticos y arquitectónicos.

Según las estadísticas, para 1810 ya El Cerro contaba con 2000 habitantes, siendo el 54% de la raza blanca y el resto negros o mulatos, tanto libres como esclavos.

Ya desde 1807 estaba lo suficientemente habitado para que se construyera una pequeña iglesia, de tablas y guano, en Santo Tomás entre Peñón y Arzobispo. En 1843 es reemplazada por otra, de una sola nave, a la que se le dio el nombre de “San Salvador del Cerro”, en honor del Capitán General Don Salvador del Muro y Salazar, Marqués de Someruelos, quien no solo ayudó económicamente a la construcción de la iglesia, sino también favoreció el fomento urbano de la barriada.

Como dato curioso, en esta pequeña parroquia, a mediados de los años 40, del siglo XX, el astro del cine mexicano, Jorge Negrete, concurrió como padrino en un bautizo, lo que provocó un gran revuelo entre los habitantes del barrio.

A partir del Siglo XIX aparecen las primeras fábricas de fósforos y posteriormente las “grandes” del jabón y perfumería: Sabatés y Crusellas. Poco después se constituye la compañía “Nueva Fábrica de Hielo” que produjo las marcas de cerveza “Tívoli” y “La Tropical”, de lo que ya he comentado.

Durante el Siglo XX el Cerro se convierte en una de las principales zonas de la industria habanera. Crece la industria del calzado, se establecen, entre otras, fábricas de refrescos y bebidas. El Cerro concentró en su territorio la mayor cantidad de fábricas de fósforos del país. Atendiendo al peligro de los incendios para las comunidades del territorio, entre otras razones, actualmente ya sólo queda una, la “Unión de Empresas Productoras de Fósforo”.

EL CERROTambién destacable la cantidad de centros médicos, “quintas” como se les decía, que surgieron en este municipio. En la “Dependientes” (hoy, hospital Diez de Octubre), en 1907, se realizó por primera vez en Cuba y por segunda vez en América una sutura de corazón. El doctor Bernardo Moas, primer cirujano de la clínica, la practicó a un paciente que aunque solo sobrevivió 18 días tras la operación.

Se consideró todo un éxito dado el desarrollo de la medicina en esa época y los recursos de que disponía el centro. Fueron muy elogiados por los doctores Joaquín Albarrán y Carlos J. Finlay, quien tenía un laboratorio en la calle Tulipán. Fue también en este centro donde funcionó, en 1958, el primer servicio de parto sin dolor que existió en Cuba.

Imposible no mencionar en este resumen al “coloso del Cerro”, el más grande estadio de béisbol de Cuba. Inicialmente se le llamó “Gran Stadium de La Habana” o “Estadio del Cerro” (hoy Latinoamericano”). Su construcción se desarrolló en 1946 y fue inaugurado el 26 de octubre, de ese mismo año, ante una multitud de 31 000 aficionados. Con su inauguración desplazó al de “La Tropical”, anteriormente el mejor estadio de La Habana.

Por solo mencionar algunos personajes destacados nacidos en este municipio, recordemos a nuestro primer campeón mundial de Boxeo, Eligio Sardiñas «Kid Chocolate», y a René Portocarrero, una de las más destacadas figuras de la plástica cubana y uno de nuestros principales artistas del siglo XX .

Y, para concluir, la ya famosa la frase «El Cerro tiene la llave«, hecha popular por una contagiosa melodía de la Orquesta “Van Van”, de Juan Formell, tiene vínculos con un hecho real. Era en el Cerro donde estaba ubicada la entrada de agua a la ciudad y la sede del acueducto que aún existe hasta nuestros días. Se encuentra en El Cerro el Canal de entrada de La Zanja Real, primer acueducto habanero, que llevó el agua a la ciudad desde 1592 hasta el siglo XIX.

Por tanto, es cierto, el Cerro tiene la llave…

CUBA EN LA MEMORIA 02/03/2016

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MARIANAO

01 martes Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, Cuba, habana

Publicado por Derubín Jácome

En la publicación anterior les comenté del origen del nombre Alamar y eso me ha motivado para hacerlo sobre este otro municipio de La Habana, y descubro que existen numerosas interpretaciones sobre el tema.

Para algunos, tomó el nombre de una nave naufragada en su costa, ya saben que “nao”, aunque es un término de la lengua portuguesa, en ocasiones, en lenguaje culto, se utiliza para designar una embarcación o nave. La palabra “nao” (del latín navis, ‘barco’) tuvo en el castellano de siglos pasados, sobre todo los siglos XIV al XVII, la acepción genérica de “nave” o “barco”, especialmente para aquellas embarcaciones dotadas de cubierta y velas, pero no dotadas de remos.

Entre otras especulaciones sobre el origen del nombre, hay una en que se afirma que le fue dado por una señora de nación portuguesa, llamada María y de apellido Navo. Más de una broma hubiera generado si se llamase Maria-navo…

Ante tales propuestas, no queda otra que irse a la búsqueda de información en las referencias de documentos oficiales:

En los primeros encontrados, del siglo XVI, en que se nombra esta localidad, se le dice “Mayanabo”. Al parecer, Marya, en árabe es pantano y Abo, Río. La podríamos considerar lógica si tenemos en cuenta las características de aquella localidad, donde a la salida del rio al mar, se forma un extenso pantano, en donde abunda el mangle. La voz “Marya” y la terminación en “Abo”, río, aparecen en infinidad de textos, siendo incluso señalada por Esteban Pichardo como significativa de aguas.

A esta zona pantanosa se le llama “patabanal”, así como a las ciénagas inmediatas, por encontrarse prácticamente cubiertos por mangle de la especie llamada “Pataban”. Supongo que estas áreas serían desbrozadas y desaparecidas al desarrollarse este territorio, ya que actualmente no son abundantes

En algunos documentos antiguos, al río le llaman “Maxaguan” y a la laguna: “del Junco”, aunque desconozco porque fueran así nombrados. Hoy les conocemos como “Quibú” o de Quibus, a la laguna y al rio, que aún existe, nombre que al parecer fue dado por algún propietario de la zona. Quibús es un apellido de origen español.

En el cabildo de 29 de Junio de 1675, aparece la solicitud de Don Jacinto de Pedroso y el Alférez Mayor, Don Nicolás Castellón, para que le hicieran merced de un pedazo de tierra y monte, entre el arroyo “Mayanabo”, lindando con estancia del dicho alférez mayor y estancias de Jaimanita, la vuelta del Norte del realengo, para reparo de sus corrales Guatao y el Cano. A cambio, por esta concesión se comprometían a hacer las “Fiestas de San Marzal”, y pagar los derechos.

En 1730 el Licenciado Don Lucas Franco y Don Francisco Castellón Alguacil del Santo Oficio, dueños por mitad del Corral Guatao cinco leguas de este puerto, “…hicieron gracia y donación a Don Juan Florez Rubio, del pedazo de arroyo, que les pertenecía en el “Marianabo”, que va a la mar, desde el lindero de la tierra del tejar que fue de Don Juan Recio Sotolongo; con su margen y derrames del de Maxaguan, hacia la parte de arriba que llaman Jaimanita…”

La historia nos presenta a “Mayanabo” como una fructífera área boscosa a principios del siglo XVII, la cual durante muchísimos años surtiría de madera y leña a todo el vecindario de la otrora villa de San Cristóbal de La Habana.

Sabemos que desde recién fundada la ciudad de La Habana algunas familias fueron atraídas por aquellos parajes de lagunatos salobres y enmarañados manglares, y allí levantaron sus bohíos. Se asegura que entre estos pobladores figuraba una mujer llamada María Navo, o Nabo, que recibió en merced, del Cabildo, la mayor parte de ese territorio. Esta mujer, con firme resolución, se proclamó guía y mentora de aquella agrupación de hombres, formando así el primitivo pueblo rodeado por las lagunas Caimán, Guabinas y Quibú, esta última desaguando por el río del mismo nombre.
MARIANAOEn aquella época, los piratas franceses no conformes con lo obtenido con sus ataques en alta mar, también asaltaban los poblados de las costas y el “caserío de María Navo”, al que así llamaban en nombre de su dueña, fue atacado y saqueado varias veces, obligando a sus moradores a ocultarse en la manigua y a contemplar como el incendio devoraba implacable sus humildes hogares.

Según se asegura, María Navo, de carácter fuerte y ya cansada con esta situación, se rebeló y mandó a construir en la costa, un fuerte torreón donde poder montar una guardia permanente, con la colaboración de sus vecinos, y poder vigilar durante día y noche. El citado fortín motivó la fomentación de un asentamiento poblacional, que es la génesis del actual Marianao, uno de los 15 municipios que integran la capital cubana.

En un saliente de la costa, entre el rio Quibú y la Playa de Marianao, todavía pueden contemplarse los restos de un viejo torreón a cuyo alrededor gira la historia del lugar. El Torreón de Marianao llegó a ser una construcción militar defensiva, que complementaba el sistema de vigilancia en La Habana a finales del siglo XVII. Fue construido durante el mandato del Gobernador José Fernández de Córdoba y autorizado por Real Cédula de 15 de junio de 1684.

Producto del inevitable desarrollo de la zona, se cegaron las lagunas, encauzando el rio, rellenando los bajos, nivelando el terreno, “perfeccionando” la obra de la naturaleza, y comenzaron a levantarse modernos balnearios y preciosas residencias entre avenidas de pinos.

Encuentro en “El Libro de Cuba” de 1925…

“….Un porvenir fabuloso espera a estos lugares vecinos de la capital de la República a juzgar por su rápido crecimiento y por el derroche de lujo con que se instalan allí los potentados cubanos entre los cuales algunos extranjeros construyen sus moradas y se aprestan a contribuir a su mayor embellecimiento. El Hipódromo, el Aeródromo, el Diamante del Base Ball y la Cancha de la Pelota Vasca, el Gran Casino de la Playa ocupan los alrededores llenando la rada los barcos de sport y las canoas de regata, por lo cual no es aventurado predecir que este lugar será cada día más visitado por propios y extraños y ofrecerá al turista americano mayores atractivos…”

Lo cierto es que el nombre de este territorio habanero, sin dudas surgió gracias a aquella emigrante, posiblemente portuguesa, que un buen día arribó a esta zona atraída por los verdes de la vegetación y el canto de las aves. Resultado de su nombre y su empeño surgirá Marianao, nombre que tomará también el río, la playa y otro pueblo, Quemados de Marianao. En Matanzas, lo ostenta una laguna, o albufera, y una punta de tierra inmediata, y en Nuevitas existen un barrio y un estero, denominados de Mayanabo.

De seguro María no esperaba tanto… pero algunos lectores seguro que si esperan que les comente un poco más de Marianao…

CUBA EN LA MEMORIA 01/03/2016

ALAMAR

29 lunes Feb 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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barrios habaneros, calles Cuba, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

El origen de este nombre no tiene relación alguna con cascos blancos o constructores proletarios, tampoco con la ciudad dormitorio, repleta de bloques prefabricados, que conocemos. Por el contrario, su denominación está vinculada quizás al ingenio o capricho de un representante de la burguesía cubana, el abogado Guillermo Alamilla Gutiérrez, propulsor de la primera urbanización de esta zona, “Constructora Alamar S.A”, constituida el 2 de setiembre de 1957.

Alamilla era propietario y presidente de dicha constructora, contratista responsable de obras de las urbanizaciones de los cinco repartos en La Habana del Este. Además era también Presidente del “Residencial Alamar”, propietario de los terrenos de este reparto, uno de los fomentados en la llamada “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”.

¿Por qué entonces el nombre “Alamar”? Al parecer surge de la unión de las dos primeras filas de su apellido paterno, del que toma las dos primeras sílabas, a lo que le añade las primeras letras del nombre de su madre, llamada María. Esto da nombre al reparto: ALAmilla + MARía: ALAMAR. Existe otra versión en la red que relaciona la últimas letras con el nombre de “su esposa” Margarita, pero vale aclarar que Guillermo nunca estuvo casado, al menos según consta en su biografía.

Esta región al este de La Habana, en su origen estaba poblada de tupidos bosques los que serían sometidos a una tala tan indiscriminada, que en 1775 el Gobernador y Capitán General de la Isla, Don Felipe Fonsdeviela y Ondeano, Marqués de la Torre, tendría que emitir una orden para prohibirlo, de lo que tenemos constancia en documentos de la época. Recordemos que dicho Capitán General desde su llegada a Cuba reconoció el estado deplorable en que se encontraba. A él le debemos, entre otras, el primer empedrado de las calles, la ampliación del muelle, la construcción del Teatro Principal, la Plaza de Armas, la Alameda de Paula y la Alameda Nueva. Al parecer su orden de prohibición de la tala en esta zona, resulto tardía.

También podemos asegurar que por esta zona pasaron los ingleses durante la conocida toma de La Habana ocurrida en 1762, ya que existen anotaciones en sus “libros de bitácora”, relacionadas con los desembarcos producidos por tierra, pues era costumbre que los marinos, en sus respectivas guardias, registraran todos los datos de lo que acontecía. Pero aún esta zona no se llamaba Alamar.

La mayor parte del territorio que hoy conocemos por Alamar correspondía hasta finales de la década del 1950 a la finca “La Noria”, propiedad de la familia Velazco, dueña de grandes extensiones de terreno desde el Morro hasta Bacuranao.

Otras fincas, también propiedad de los Velazco y arrendadas a otras familias, completaron el territorio. Los Hernández eran los arrendatarios de los terrenos que bordeaban la Vía Blanca hasta Cojímar y que abarcaban la cima de la loma que hoy conocemos por “El Mirador”. Esta finca se dedicaba principalmente a la cría de ganado vacuno lechero. En “La Noria” también había un picadero de caballos. Como restos de estas fincas aún se conservan una casa de tejas y una torre cercana a la avenida Neptuno.

Su hermano Gustavo era médico cirujano y oftalmólogo graduado de la Universidad de la Habana, tenía un gran capital financiero y se convirtió en una de las primeras figuras del próspero negocio de la urbanización de La Habana del Este, del que poseía 3 785 acciones de la “Constructora Alamar S.A.”.

ALAMARLas urbanizaciones de Alamar nacieron como parte de un gigantesco plan de la Ciudad de la Habana del Este, “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”, con las perspectivas y beneficios que ofrecía como nueva ciudad que se construía favorecida por la construcción del Túnel bajo la bahía, lo que la unía a la Capital posibilitando una rápida comunicación y por tanto se revalorizarían los terrenos de la región.

El 7 de marzo de 1956 el ayuntamiento de Guanabacoa aprueba los planos y memoria de la sección de Alamar “El Olimpo” a favor de la residencial “Alamar S.A.” de Guillermo Alamilla Gutiérrez y otros. El ayuntamiento de La Habana aprobaría, el 26 de junio de 1957, el llamado “Costa Azul” de Alamar, ambos pertenecientes a la Territorial “Alturas del Olimpo” S.A.

Después de sucesivos cambios, modificaciones y ampliaciones, Alamilla presentó al ayuntamiento el 5 de abril de 1958 el proyecto de reglamento urbanístico. Las oficinas de urbanización y ventas de terreno, estaban situadas en el edificio “Hoster” sito en Obrapía nº 61, 4to piso, en La Habana. La edificación de almacenes y alguna otra construcción, constituyeron el verdadero centro de la urbanización y se le conocía como “Batey de Alamilla”, hoy el área ocupada por el parque “Hanoi”.

La sección Alamar “El Olimpo”, que corresponde con el actual “Alturas de Alamar”, fue la primera en urbanizarse. Originalmente la entrada se situó donde se encuentra el tanque del agua, y más tarde se trasladó para donde ese encuentra el Servicentro. Después se urbanizaría el “Residencial Alamar”, hacia el centro y finalmente la llamada “Costa Azul” de Alamar, zona que se contemplaba para el turismo y ocio.

En total se urbanizaron 36 caballerías, desde río Cojímar hasta la Ave. “La Noria”. Alamar se parceló con precios oscilantes entre 6 y l5 pesos la vara cuadrada, pagando una entrada y el resto en 60 meses sin interés. Se construyen las calles con rajón del propio lugar, aceras, cunetas, cunetillas y redes técnicas, es decir la infraestructura urbana. De la electrificación se encargarían la “Compañía de Eléctricidad” de La Habana del Este y del abasto de agua el acueducto propio.

El 1 de enero de 1959, Alamar contaba con la infraestructura urbana creada, pero con muy pocas casas construidas, ya que algunos propietarios de terrenos habían esperado a la finalización del proyecto del túnel de la bahía para construir y otros abandonaron muy pronto el país. Solamente se habían construido un total de 31 casas, aisladas entre sí, 14 de ellas en “El Mirador”. Sus habitantes eran fundamentalmente empleados bancarios y de oficinas, pequeña burguesía o clase media.

A principios de los años 60 se construyó el restaurant “El Golfito”, el Servicentro y otras pocas instalaciones y 401 nuevas casas, de modesto tamaño, en la “Costa Azul”. Estas casas inicialmente fueron proyectadas como viviendas para obreros de la construcción, aunque solo 5 familias de ese sector llegaron a mudarse ya que después serían designadas para el uso de técnicos extranjeros, su mayoría rusos.

Y aunque la historia de Alamar continúa, ya conocen que no me ocupo de comentar sobre temas actuales. Sobre ellos que cada cual haga su propia historia…

CUBA EN LA MEMORIA 29/02/2016

BRINDIS DE SALAS

28 domingo Feb 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Personajes, Sociedad

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Cuba, La Habana, música

Publicado por Derubín Jácome

Claudio José Domingo Brindis de Salas Garrido, llamado merecidamente como “el Paganini negro” o “el rey de las octavas”, nació en La Habana el 4 de agosto de 1852 en la calle Águila No 168, hijo legítimo de Claudio Brindis de profesión músico y de María del Monte Salas y Blanco, creciendo rodeado por una familia musical que desde muy temprana edad, impulsó su gusto por el violín.

Su padre, hijo de militar y también nacido en La Habana, el 30 de octubre de 1800, fue un notable violinista y contrabajista que, no obstante su raza, destacó en particular como director de orquestas, el más alto galardón a que podía aspirar un músico de su clase y de su tiempo en Cuba. Su orquesta de bailes fue, sin dudas, la más popular de su época, comparable y rival solo por la de otro músico negro, Ulpiano Estrada, del que ya les he comentado y al que venció por amplio margen en unas competencias musicales efectuadas en 1825.

Creció dentro de una familia “especial”. Un primo hermano de su padre, Manuel Parreño, era aficionado a la escultura, tenía dominio de los idiomas latín y francés, y ostentaba el grado de teniente del “Batallón de Leales Morenos”. Por la línea materna, no se quedaban atrás, en cuanto a distinción, ya que Manuel Blanco era capitán del “Real Cuerpo de Artillería”.

Pero sin dudas lo que más benefició a su padre, dato quizás menos conocido, fue el haber sido “hermano de leche” del que fuera “Conde de Casa Bayona”, a quien su madre amamantara junto a él. Razón suficiente para que creciera protegido por una de las familias cubanas de más alto linaje, la cual no dudó en cuidar de su instrucción.

Toda esta acomodada vida para un negro dentro de una todavía sociedad esclavista, concluyó de forma dramática cuando en 1844 acontece lo que conocemos como la “Conspiración de la Escalera”, donde tantos negros sufrieron los azotes de la “justicia” colonial, siendo llevado a la cárcel, torturado y expulsado de la Isla. Se le amnistió en 1850, pero nunca más pudo recuperar su posición de antaño. Murió ciego y en la mayor pobreza.

En este entorno familiar crece nuestro “Paganini negro”, iniciando sus estudios de música con su padre, posteriormente con José Redondo y completándolos con el belga José Van der Gutch. Con solo 11 años, en 1863 se presenta por vez primera ante el público habanero en el “Liceo de La Habana”, junto a su maestro belga y formando parte de una función en la que también ac¬tuaría Ignacio Cervantes. Para 1864 realizaría una gira con su padre y su hermano José del Rosario, también violi¬nista, por las ciudades de Matanzas, Cárdenas, Santa Clara, Cienfuegos y Güines. Luego viajará a México y se radicará en Veracruz, donde ofrecerá conciertos organiza¬dos por Joaquín Gaztambide.

Desde México se traslada a París para realizar estudios con Hubert Leonard, Charles Dancla y Ernesto Camilo Sivori, quien al parecer dejará huella en su estilo. En una revista de Agosto de 1886, encuentro una crónica cultural sobre una función en la “Sociedad de Conciertos”:

“… ¡Qué fiesta la del domingo! ¡Qué de arte, que de elegancia, cuanta buena voluntad! No sabemos, en verdad, como concentrar en una corta revista todo lo que habría de decirse de este concierto realmente extraordinario. Hubo tanto bueno! …Afirmar que el Sr. Brindis de Salas ha sido el héroe de la fiesta, no es decir nada nuevo. Hablar de las maravillas de su ejecución y del entusiasmo del público, es decir cosa que todo el mundo ya se figura. Nos contentaremos, por consiguiente, con decir que en la primera y última particularmente, de las piezas que nos hizo oir, nos recordó mucho al gran Sivori…”

En 1869 matricula en el prestigioso “Conservatorio de Música de París”, destacándose como ninguno, lo que resulta admirable sabiendo que para mediados del siglo XIX, la capital francesa era el centro musical del mundo. Se gradúa dos años más tarde, para comenzar una meteórica carrera que lo ubica rápidamente en la vanguardia musical del momento, presentándose en las salas de concierto más prestigiosas de toda Europa, en ciudades como París, Berlín, Londres, Madrid, Florencia, Viena, etc.

En 1870 gana un accésit en el concurso del “Conservatorio de París” y un año después obtiene el “Primer Premio” de este mismo concurso. Posteriormente comienza una gira por Europa, actuando en Florencia, Turín y Milán, ciudad donde se presen¬ta en la célebre “Scala de Milán”, recibiendo en todas sus actuaciones el entusiasmo de público y crítica, que unánimemente destaca su extraordinario dominio del auditorio, el fogoso temperamento que caracteri¬zaba su ejecución, su buen gusto y pureza de entona¬ción y virtuosismo, cualida¬des que particularizaron su interpretación y que ya las po¬seía cuando irrumpió en el mundo europeo.

En 1875 regresa a América donde es nombrado director del Conservatorio de Haití. De nuevo en Cuba, entre otras, actúa en el “Teatro Payret” en 1877 acompañado al piano por José Van der Gutch y en 1878 ofrece un concierto en la “Sociedad Filarmónica Cubana de Santiago de Cuba”. Regresa a México y en la capi¬tal mexicana se presenta en el “Teatro Arbeu”. Es en 1880 que viaja a Rusia para actuar en San Petersburgo, siendo el primer cubano en subir a un escenario en la capital de los zares.

En 1884 se traslada a Alemania y en 1886 regresa a La Habana, donde actúa en el “Gran Teatro” y en la “Sociedad de Conciertos”, actuación que antes citara. En 1887 se presentó en Nueva York y en 1889 viajó a Barcelona. En 1895 se presenta de nuevo en La Habana en el “Teatro Albisu”, partiendo después a una gira cuyo destino final sería Europa. Actúa en San¬to Domingo, Puerto Rico, Trinidad¬ Tobago, Jamaica, etc.

En 1902, después del recital ofrecido en Santa Cruz de Tenerife, regresa a Cuba, donde ofrece un concierto en el “Teatro Principal” de La Habana, posteriormente vuelve a Tenerife, viaje que repite en 1903. En 1911 va a Ron¬da, España, donde ofrece su último concierto en el “Teatro Espinel”. De España se traslada a Argentina, donde concluye su exitosa carrera.

BRINDIS DE SALASClaudio Brindis de Salas obtuvo varias condecoraciones y reconocimientos por su destreza interpretativa. Le distinguen con el “Botón de Caballero de la Legión de Honor” en Francia, la “Cruz del Águila Negra”, título de “Barón” del Imperio Alemán y el Emperador Prusiano le concede el título de “Barón”. Entre otros regalos, recibió como obsequio un violín Stradivarius en Argentina.

Sin embargo, después de alcanzar la gloria y los máximos honores posibles, triunfando en los más distinguidos salones de América y Europa, de haber vivido en una fastuosa mansión en Berlín, Alemania, casado con una aristócrata alemana con la que tuvo dos hijos, de haber sido nombrado músico de Cámara del Emperador, muere al igual que su padre, en la miseria y el olvido.

Fallece en Buenos Aires, Argentina, el 2 de junio de 1911, siendo enterrado en una fosa común hasta 1930 en que sus restos son llevados a Cuba para ser depositados en el Panteón de la Solidaridad Musical de La Habana. Actualmente sus restos descansan en una lápida ubicada en la “Sala de conciertos de la Iglesia de Paula”, en La Habana Vieja.

Para concluir una nota extraída de una entrevista que se le realizara después de uno de los conciertos celebrados en Tenerife y que no sería publicada hasta el mes siguiente de su muerte, en la revista “Cuba en Europa” de Julio de 1911.

“…En sus ojos de ébano fulguraba la triple irradiación de su alma de tropical, de artista y de bohemio. Había tocado, en efecto, admirablemente. En él las dos cualidades de su raza, raza música por excelencia, estaban como sublimadas: el oído finísimo y el sentimiento … vivificado por la cultura artística y los viajes. Era músico Brindis de Salas hasta la punta de sus uñas rosadas como las de una mujer. Vibraba como una mujer. Daba la sensación de la inquietud perpetua, al menos cuando yo lo vi. La embriaguez dionisíaca, diría Nietzsche, parecía poseerle…”

CUBA EN LA MEMORIA 28/02/2016

PEQUEÑA BURGUESÍA NEGRA EN EL SIGLO XIX

27 sábado Feb 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Sociedad

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Cuba, mestizaje, migraciones en Cuba

Publicado por Derubín Jácome

A mediados del siglo XIX, no obstante prevalecer en Cuba un régimen esclavista, ya existían en la Isla un grupo de criollos que formaban parte de la llamada “pequeña burguesía negra”, compuesta por los llamados “pardos” y “morenos”.

A los que habían comprado su libertad se les llamaba “coartados”, y “libertos” los que por diferentes motivos habían sido liberados por sus dueños. A los nacidos de madres que ya eran libres, se les llamaban “ingenuos”. No dispongo de información que justifique la razón de estos términos, pero así constan en los diferentes documentos o publicaciones en que se les referencia. Para los de origen extranjero, ya llegados libres a la Isla, no existía una terminología específica para designarlos.

Se conoce que la mayoría de ellos se desempeñaron como artesanos, oficio que al parecer controlaban. Refiriéndose a éstos en 1830, José Antonio Saco escribía “… así fue que todas las artes vinieron a ser patrimonio exclusivo de la gente de color…”

Pero los criollos de origen africano ejercían diferentes ocupaciones, entre las más comunes las de zapateros, sastres, peineteros, funerarios y capataces. Sastres había muchos y de algunos tenemos referencia por la literatura. De la novela “Cecilia Valdés” conocemos a Uribe. Francisco de Paula Uribe fue uno de los más famosos sastres que tuvo La Habana y contaba en su clientela con los más importantes y ricos personajes de la capital. Y aunque parezca increíble, era considerado uno de los más grandes dueños de esclavos, entre los de su clase.

Si Villaverde ubica en la novela a Uribe y a otros destacados negros y mulatos de la época, es evidente que lo hace para conseguir un efecto de verosimilitud en su historia, mezclando la presencia de estos personajes, muy conocidos de la sociedad habanera de principios del XIX, junto a sus personajes de ficción.

El moreno José Agustín Ceballos dirigía la mayor cuadrilla del Muelle de la Contaduría con 160 jornaleros. Ser capataz de muelle era una posición privilegiada que producía ingresos elevados que le permitían comprar casas y esclavos. Llevaba una vida de ostentación, con esposa y varias “amantes”. Llegó a poseer seis casas, un capital de 25,000 pesos y…7 esclavos. Otro moreno libre, Juan Bertaut, considerado el negro más rico de Cuba, poseía 140 casas y un capital de 175,000 pesos.

Una de las mejores agencias funerarias, que contaba con dos locales en la ciudad, era propiedad de un pardo, Félix Barbosa. Sus servicios eran utilizados por toda las capas de la población habanera, incluyendo militares y eclesiásticos, ya que su negocio era considerado “de primera clase”, teniendo inclusive la exclusividad de un modelo de sarcófago de patente norteamericana, para difuntos también de “primera clase”.

Ejemplo del poder económico de esta naciente burguesía negra es el entierro, realizado por Barbosa, para una morena libre, María Josefa Fiera de nación carabalí, la que tuvo un sepelio de “primera clase” acompañado por ocho lacayos. Barbosa era propietario de dieciséis casas y esclavos, valorados en 45,000 pesos. En extramuros, y de no menos importancia, se encontraba otra funeraria, la de Francisco Barroso.

Pero también se destacaron en la literatura, como Juan Francisco Manzano, quien inició su obra aún siendo esclavo; o Gabriel de la Concepción Valdés “Plácido”, del que ya publicamos y que comenté que era de origen humilde y expósito de la casa cuna.

En la pintura encontramos otros ejemplos destacados de la presencia de personas de origen africano: Vicente Escobar y Flores llegó a ser incluso Director de la Academia de Dibujo de San Alejandro. Su familia llegó a acumular una gran fortuna y prestigio por sus acciones en la Milicias Habaneras. Incluso fue nombrado “Pintor de Cámara” por María Cristina, la Reina Regente y se le otorgó el título de alumno de la “Real Academia de Bellas Artes” de Madrid.

En la música destacaron varios compositores e intérpretes, algunos como Tomás Vueltas y Flores que compuso piezas de baile muy populares y otros que con éxito hicieron música de salón y tocaban y componían las mal llamadas “piezas de blancos”. Vueltas destacó por componer contradanzas en el mejor estilo.

Destaca el violinista, compositor y director de orquesta negro Ulpiano Estrada, director de una famosa orquesta de la capital que tocaba magistralmente el “minuet de corte”, aunque ya no estuviese de moda. La cantante negra María Gamboa, actuaba en 1851 en Madrid, París y Londres, donde fue muy aplaudida y elogiada. Se le conocía como la “Malibrán Negra”y estaba casada con un oficial, Mariano Martínez, de Sevilla.

Claudio Brindis de Salas (padre) , autodidacta, era ejecutante de contrabajo y violín, dirigía el conjunto “La Concha de Oro” y además impartía clases de baile en la sociedad habanera. Poseía además una hermosa voz de barítono, lo que hizo que en alguna ocasión su timbre perfecto fuera elogiado por el propio Marqués de Someruelos. Este dato nos confirma que su entorno social no se limitaba solo a los sitios frecuentados por los negros libres. Su hijo, Claudio José, conocido como “el “Paganini de Ébano”, le superó con creces y triunfó en escenarios de Turín, Milán, Florencia, Berlín, San Petersburgo y Londres, aunque falleció en la pobreza en Buenos Aires.

También en “Cecilia Valdés” encontramos el siguiente comentario: “…Uno tras otro, cuantos hombres de cierto viso llenaban el baile aquella noche, … vinieron a saludarla y rendirla homenaje, cual saben rendirlo los negros criollos de Cuba que han recibido alguna educación y se precian de finos y atentos con las damas…”.

Muchos criollos pardos y morenos se destacaron en las milicias, incluso llegando a ser oficiales. José Herrera “Tondá”, protegido por del Gobernador Vives, fue Teniente de Batallón de “Milicias de Morenos Leales de La Habana”.”Tondá” se ocupaba de los problemas de justicia de los “delincuentes “de color”, predominante en algunos barrios de la ciudad. Consecuencia de ello, murió asesinado durante el desempeño de esta labor. Otro pardo, Lorenzo Meléndez, Teniente de Granaderos, llegó a tener ciento veinte alumnos en su Escuela, de los cuales solo la tercera parte eran blancos.

En profesiones como dentistas, flebotomianos y parteras, llegaron a ser numerosos e incluso mayoría. Entre los dentistas podemos destacar, por su éxito y clientela, a Charles Blackely, de origen estadounidense y graduado en Londres, que ejercía en La Habana y Matanzas. En esta última, también con buena clientela, los dentistas Andrés Dodge y Tomás Vargas.

PEQUEÑA BURGUESÍA NEGRA EN EL SIGLO XIXEn La Habana había doce parteras y siete de ellas eran de origen africano. En la Academia de Parteras, donde se cursaban estudios por dos años para la obtención del título, existía un numeroso alumnado “de color”, el cual recibía sus clases los sábados, a diferencia de las de raza blanca que asistían los miércoles. También hubo maestras, como Juana Pastor, parda libre a la que se le autorizó licencia para establecer una Escuela “de su clase y sexo”.

Fueron comunes los enlaces matrimoniales entre familias de “clases de color” con propiedades y un mayor nivel económico. Poseedores de casas, esclavos, dueños de negocios y rangos militares, se unían en matrimonio con quienes favorecían el aumento de sus capitales. Seguían las pautas trazadas por la burguesía colonial para constituir una clase favorecida dentro de su propio grupo. El barrio de Jesús María, donde vivían muchas familias acomodadas de color, se destacó por la celebración de matrimonios y “por ser favorable a los nacimientos legítimos...”

También los hubo herederos de fortunas. Santiago Pimienta, hijo del sacerdote Nicolás González Chávez, heredó, entre otras haciendas, el potrero “La Paciencia” en el hato Canímar. Aún más destacable la actitud del hacendado español Esteban Santa Cruz, que a sus hijos, tenidos con esclavas, los envió a estudiar a los Estados Unidos, acompañados por secretarios para su mejor desenvolvimiento en ese país.

Caso destacado es la negra Rosario Neyra, que en 1762 ya era dueña de un Ingenio, heredado de su padre Juan Gregorio Neyra, considerado como el “moreno” más rico en la primera mitad del siglo XVIII. Una descendiente de esta familia fue una de las primeras parteras graduadas que ejerciera en la ciudad.

La presencia de un gran número de individuos “de color”, en situación económica ascendente, cuya permanencia y crecimiento era cada vez mayor, fue motivo de preocupación para el régimen esclavista. Con la llegada del general O’Donell y su nombramiento como Capitán general y Gobernador de la Isla, todo cambió. Su gobierno, respondiendo a las presiones de terratenientes, traficantes de esclavos y militares, comienza en 1844 una represión sangrienta contra la población “de color”.

Hechos como la “Conspiración de la Escalera” donde murieron más de trescientas personas, encarceladas más de seiscientas y expulsadas de la Isla otras cuatrocientas, demostraba su interés por la continuidad de la trata de esclavos y su actitud respecto a la naciente pequeña burguesía libre de origen africano, la que constituía “un mal ejemplo para los esclavos”. Entre los fusilados estaban el poeta Gabriel de la Concepción Valdés, el dentista Andrés Dodge, el rico propietario Santiago Pimienta y el violinista y Director de orquesta José Miguel Román…

Posteriormente la división entre criollos y peninsulares se hizo más fuerte y prueba de ello es el siguiente texto de un visitante a la Isla: ..”los españoles peninsulares envidiosos de los criollos siempre están burlándose de ellos, principalmente de los nobles a los que llaman aristócratas del azúcar”…

Como dijera Jacinto Benavente…”Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia…”

CUBA EN LA MEMORIA 27/02/2016

24 de FEBRERO DE 1895 – GRITO DE INDEPENDENCIA

24 miércoles Feb 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Fechas históricas, Personajes, Sociedad

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Cuba, independencia, mártires cubanos

Publicado por Derubín Jácome

El llamado “Grito de Baire”, fue realmente un levantamiento simultáneo y organizado en 35 diferentes regiones de Cuba, aunque para la historia ha quedado registrado con el nombre de esta localidad oriental situada a 75 km de Santiago de Cuba. Hacer del heroico Baire el centro aislado o principal del levantamiento, sería desconocer que el 24 de febrero de 1895, como resultado de la sabia orientación de Martí, tuvo lugar un levantamiento simultáneo.

La mayor parte de las investigaciones realizadas sobre este hecho, no reconocen este sitio como punto estratégico en dicha confrontación, ya que otras localidades tuvieron un papel mucho más destacado. Además, ni en la orden de alzamiento ni en el documento posterior escrito por Martí, o Juan Gualberto Gómez, se menciona a ninguna localidad como el centro principal de la sublevación y siempre se describe como un levantamiento simultáneo.

Sobre porqué Baire comenzó a ser considerada como centro del levantamiento, cuando en realidad no lo fue, existen distintas teorías. En primer lugar está la relacionada con la información ofrecida por los medios de prensa españoles que atribuyeron el alzamiento a esta localidad, dándole un carácter autonomista, con el propósito de confundir al pueblo cubano.

Este suceso es considerado el comienzo de la denominada “guerra necesaria”, organizada por nuestro apóstol José Martí y en la que tomaron parte varios grupos independentistas cubanos del Ejército Mambí, los que destacaron por su heroica labor, pues prácticamente sin armas decidieron atacar a las tropas coloniales españolas.

Desde principios de ese año existía un ambiente insurreccional en toda la isla. El fracaso del “Plan de La Fernandina”, donde fueron incautadas las armas de las expediciones que organizaba José Martí y que servirían para reiniciar la Guerra, solo sirvió para aumentar aún más el espíritu revolucionario.

El “Plan de la Fernandina”, organizado a fines de 1894, constaba de tres expediciones, con las que se daría comienzo a la definitiva Guerra de Independencia. La primera vendría bajo el mando de los generales Antonio Maceo y Flor Crombet con unos 200 hombres en el vapor “Lagonda”, que los recogería en Costa Rica y los desembarcaría en la provincia de Oriente. Otra vendría bajo el mando de los mayores generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez con unos 200 hombres en el vapor “Amadís”, que los recogería en Cayo Hueso y los desembarcaría en Las Villas.

La tercera expedición vendría bajo el mando del propio Martí y el mayor general Máximo Gómez, con el coronel José Mayía Rodríguez, el comandante Enrique Collazo y unos 300 hombres, en el vapor “Baracoa”, que los recogería en República Dominicana y los desembarcaría en Camagüey, en los alrededores de Santa Cruz del Sur.

El plan fue abortado antes de zarpar frustrando el trabajo organizativo de mucho tiempo, realizado en absoluto secreto por los revolucionarios cubanos. La traición de López de Queralta, quien era depositario de una parte de las armas desde hacía más de un año y estaba molesto por no haber podido lograr beneficio personal en la comisión de la última compra de armas, permitió que las autoridades norteamericanas pudieran decomisar los buques.

Ante tal situación, los jefes comprometidos dentro de la Isla, ansiosos por retornar a la manigua apremiaban al Apóstol para que firmara la orden del Alzamiento, considerando que el Gobierno colonial ya estaba en conocimiento del Plan y en cualquier momento podían caer detenidos.
24 de FEBRERO DE 1895 – GRITO DE INDEPENDENCIAJosé Martí, desde la emigración y como máximo representante del Partido Revolucionario Cubano, el 29 de enero de 1895 organiza la insurrección en Oriente, al igual que en el resto del país. Para alcanzar sus objetivos independentistas, Martí se apoyó en las figuras más cimeras de la gesta anterior, y logró vertebrar un movimiento que respondió a sus órdenes sin vacilaciones.

Martí convocó a Mayia Rodríguez, en quien Máximo Gómez había delegado su autoridad y a Enrique Collazo, que daba fe de la autoridad de éste para valorar las noticias e informes recibidos de Cuba. Una vez reunidos, coincidieron en la necesidad de impartir cuanto antes la orden de alzamiento, que fue redactada por Martí y suscrita por los tres. En ella, se autorizaba el alzamiento simultáneo en la Isla, o con la mayor simultaneidad posible, durante la segunda quincena del mes de febrero.

Esta decisión se hace llegar a Juan Gualberto Gómez para su conocimiento en todos los grupos de Occidente; y con copias para Guillermón Moncada, residente de Santiago de Cuba, Bartolomé Masó en Manzanillo, Francisco Carrillo en Remedios y al camagüeyano Salvador Cisneros Betancourt, para que alcanzara al resto de la Isla.

En su finca Colmenar de Bayate, cerca de Manzanillo, al amanecer, Bartolomé Masó izó la bandera de la estrella solitaria y estableció allí un campamento mambí. Ochenta insurrectos se alzaron en Yara y entraron, a filo de machete, en el poblado donde hicieron acopio de armas. Cerca de Bayamo se levantaríanon Joaquín Estrada Castillo, en su finca el Mogote; Esteban Tamayo con 80 hombres, en Vega de la Piña y José Manuel Capote, en San Diego, con 40 hombres armados.

En Occidente, en las cercanías del poblado matancero de Ibarra se reunió un pequeño grupo que incluía a Juan Gualberto Gómez y a Antonio López Coloma. Encabezaba este alzamiento, donde la mayoría caerían prisioneros, el General Julio Sanguily. Igual suerte correrían los levantamientos de Jagüey Grande y Aguada de Pasajeros.

Según referencias de varias fuentes documentales, aquel 24 de febrero se levantaron en armas, contra el colonialismo español, unas 35 localidades de distintas partes del país, aunque solo pudieron consolidarse los focos guerrilleros en la región oriental, sobre todo en su parte sur.

El gobierno español no consciente en un principio el verdadero alcance de esta insurrección, consideró la situación favorable al poder reducir el foco separatista de Baire. Sin embargo los rebeldes continuaron sus actividades y para el 25 de marzo Martí y Gómez, lanzarían el llamado “Manifiesto de Monte Christi”, verdadero programa del movimiento independentista.

Si para el 24 de febrero los complotados de Manzanillo, Bayamo, Jiguaní, Las Tunas y Holguín, así como el resto de la provincia acataron la orden recibida, y al grito de «¡Independencia o Muerte!» reiniciaron la lucha, antes de que finalizara el año, ya la guerra se extendía hasta el occidente del país haciendo inevitable la derrota del colonialismo español.

De nuestras Guerras de Independencia aún queda mucho por decir, pero hoy es 24 de Febrero y no puedo dejar pasar esta fecha tan importante en nuestra historia sin hacerles esta publicación. Si el grito de Yara fué el grito del alma cubana que exteriorizaba su protesta largo tiempo reprimida, Baire sería el epílogo de esta magna obra.

Recordemos las palabras de Martí:
“La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie”.

CUBA EN LA MEMORIA 24/02/2016

EL CLUB ATENAS La más aristocrática de las sociedades para la raza negra

09 martes Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Sociedad

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calles Cuba, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

Los antecedentes históricos de la lucha de las sociedades negras en Cuba los encontramos desde el período colonial, tanto en las “cofradías”, que fueran las primeras asociaciones, instituidas por la iglesia católica, de blancos, morenos y pardos, como en los “cabildos negros”, que inicialmente agruparan a los de esta raza procedentes de África. Terminada la Guerra de los Diez Años, aunque nos pueda sorprender, es a solicitud del Gobierno Español que se crean las “Sociedades de instrucción y Recreo de Pardos y Morenos”.

Juan Gualberto Gómez, a quien nuestro apóstol José Martí, llamara: “…mi hermano querido, mi hermano mulato, mi orgullo…”, es quien se ocupa de agrupar las cofradías, cabildos y centros sociales en el “Directorio Central de las Sociedades de Raza de Color”, para la lucha por la superación cultural, económica, política y social de esa raza frente a los prejuicios raciales y a favor de la unión de todos los cubanos.

Matancero hijo de esclavos, independentista y colaborador junto a José Martí en la organización de la Guerra de Independencia, Gómez comenzó a ejercer el periodismo en la “Revue et Gazette des Tetares”, llegando a ser corresponsal de un periódico en Bruselas y de otro en Ginebra. En México, en 1877, fue representante del violinista cubano Claudio Brindis de Salas. Después de la firma del Pacto del Zanjón fundó en Cuba el periódico “La Fraternidad” en 1879.

Regresa a Cuba en 1890, reanudando la publicación de “La Fraternidad, dando a conocer su artículo «Nuestros propósitos», en el cual defendía la necesidad de unión de las razas blanca y negra para la consecución de la independencia de Cuba

No obstante sus esfuerzos y la activa participación de los negros en la Guerra de 1895, al instaurarse la República los mantuvieron marginados y las “sociedades” continuaron conformándose según el color de la piel y la posición económica de sus miembros. Las sociedades negras lucharon por conseguir la igualdad y erradicar la discriminación racial, pero solo obtuvieron algunas mejoras. A pesar de la Constitución de 1901, los negros siguieron siendo los ciudadanos más despreciados en el sector laboral.

Las sociedades negras no fueron más que la respuesta a la discriminación ejercida por los círculos sociales blancos que les negaban su acceso, pero pese a haber adoptado erróneamente un funcionamiento similar al blanco, el asociacionismo negro adquirió unas funciones muy particulares, siendo su principal objetivo contribuir a la integración de sus miembros a la nación en construcción.

Pero esas organizaciones conllevaban la paradoja interna de reproducir mecanismos de exclusión y de elitismo con el objetivo de alcanzar un lugar en el panorama social, siendo su existencia reflejo de la propia jerarquización de la sociedad cubana, tal como lo demuestran la existencia de “diferentes” asociaciones de este tipo en una misma ciudad y la selección estricta de su membresía.

De este modo esperaban alejarse de las imágenes peyorativas comúnmente aplicadas a las personas de piel oscura y demostrar su capacidad para integrarse en la sociedad civil. Ya desde las últimas décadas del siglo XIX, los criterios de acceso a ciertas asociaciones reflejaban unas desigualdades crecientes entre esa población ahora libre. La clase media de negros y mulatos no solo se dividieron de acuerdo a sus ingresos, sino incluso por el matiz de la piel, y hubo intentos de dividirlos además por su región de origen, como en los viejos cabildos de nación de la colonia, ya fueran congos, carabalíes, lucumíes, etc.

El “Club Atenas”, sin obviar sus innegables logros y valores, fue también una sociedad clasista, la más exclusiva y aristocrática de las instituciones de este tipo para la raza negra, aunque no excluía a ciertas personas blancas de probada reputación, como Don Fernando Ortiz, o los que tuvieran vínculos matrimoniales con algún socio.

Para organizar esta institución se creó una Junta General, con sus socios fundadores, el 21 de Septiembre de 1917, en el domicilio del industrial General Lauzá, sita en la calle Escobar Nº 78. Allí se eligió la Junta Directiva y a su Director, responsabilidad que recayó en el Dr. Pantaleón J. Valdés.

EL CLUB ATENAS
El “Club Atenas” se funda finalmente el 25 de septiembre de 1917, con 88 socios, negros y mulatos, en su mayoría empleados públicos, aunque también lo integraron abogados, médicos, dentistas, ingenieros, profesores de música, periodistas y de otras profesiones, todos pertenecientes a una pequeña y media burguesía negra. Su primer presidente fue Aquilino Lombart, quedando Juan Gualberto Gómez como Presidente de Honor. Con el tiempo ingresarían un mayor número de intelectuales, militares de graduación y personas de mayor posición económica. Su sede estaba situada en la calle San Miguel Nº 119 (altos) en La Habana.

En 1925, siendo presidente Gerardo Machado, según consta en escritura del Archivo nacional de Cuba, se cede y traspasa a favor de esta institución el solar nº 5 de la manzana nº 22, de los terrenos de la antigua Muralla, para que se construyera el edificio adecuado para el domicilio de este Club. Además se les otorgó cincuenta mil pesos para su construcción. Esta y otras donaciones que Machado hizo a sociedades negras, le garantizaban el apoyo de lo que constituía una fuerza política poderosa.

En Febrero de 1927 se comenzó la obra, según el proyecto del arquitecto Luis Delfín Valdés, que fue terminada el 11 de Mayo de 1929. El edificio se encontraba situado en las calles Ignacio Agramonte y Apodaca, inaugurándose con una recepción en la que participó el Presidente de la República y celebrando en la noche un gran baile de gala para los socios.

Existieron muchas otras sociedades de este tipo en toda la Isla, entre las que se pueden destacar el “Marianao Social Club”, la “Unión Fraternal”, o el conocido “Buena Vista Social Club”. Pero no era lo mismo el aristocrático “Club Atenas” que los populares “Sport Club” o la “Sociedad El Pilar”. En 1949 existian más de 200 sociedades de este tipo.

En el “Club Atenas” las orquestas eran obligadas por una “Comisión de Orden” a tocar foxtrots, valses, danzones o boleros, prohibiéndoseles tocar rumbas, sones o mambos, mientras que en las sociedades “blancas” se bailaba la música “de los negros”, tocada generalmente por orquestas blancas e incluso terminando las fiestas con una conga callejera.

Félix Chapotín, que con el “Septeto Habanero” llevaba el son a sociedades como el “Miramar Yacht Club” o el “Vedado Tennis”, comentó en una entrevista: “…las sociedades negras como la “Unión Fraternal” y el “Club Atenas” nos discriminaban… Entendían que no era decente tocar el son, pensaban que el blanco los despreciaría, les llamaría “negros rumberos”…” La discriminación era tal que las criadas no podían pertenecer al Club Atenas.

Independiente a esto, su actividad era meritoria, pues además de su permanente lucha por la igualdad racial, realizaba actos culturales, veladas, bailes y homenajes a figuras destacadas, como el realizado al reconocido pelotero Orestes Miñoso, por su aporte al base ball en la Grandes Ligas, como miembro del “Chicago White Socks”. También organizaba viajes no solo dentro de Cuba, sino también al exterior, como el realizado en 1954 para entregar a la entonces primera dama Eleanor Roosevelt un busto del patriota cubano Antonio Maceo. Nicolás Guillén, quien frecuentaba esta sociedad, en un acto celebrado a la memoria de Maceo, se refirió al ayudante de Maceo, Lino Dou, como un criollo universal, culto, masón y ñáñigo.

La desaparición de estas sociedades después de 1959 no fue aceptada por todos, prueba de ello es que después de tratar de homogeneizar la sociedad cubana durante más de 40 años, surgen grupos que tratan de afirmar su singularidad, como la “Cofradía de la Negritud”, fundada en 1998. Su objetivo es centrarse en la situación de los cubanos negros porque, según ellos, «el gobierno no ha conseguido resolver el problema racial”. Desconozco si aún se mantiene activa.

CUBA EN LA MEMORIA 09/12/2014

MUERTE DE ANTONIO MACEO

07 domingo Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Fechas históricas, Personajes, Sociedad

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Cuba, Guerra independencia, Próceres cubanos

Publicado por Derubín Jácome

El 7 de diciembre de 1896, alrededor de las nueve de la mañana, llega el Mayor General Antonio Maceo, con su estado mayor, al campamento mambí ubicado en la finca “Purísima Concepción” o “Montiel”, barrio rural de San Pedro, a unos siete kilómetros al sudoeste de Punta Brava, en La Habana. No era un lugar ideal, pero estaba cercano de la localidad de Marianao, que era el objetivo de su próximo ataque nocturno.

Todos celebraron la llegada del Titán. Algunos le conocían y habían combatido a sus órdenes, pero todos estaban emocionados con su presencia, leyenda viva del independentismo, el Héroe de Baraguá, el general invicto de Peralejo y Ceja del Negro, aquel que desafiaba las balas españolas sin que ninguna detuviera su impetuosa marcha hacia la libertad de Cuba: el Titán de Bronce.

El regimiento de Santiago de las Vegas, con Juan Delgado al frente, se le había confiado la zona oeste. Los regimientos “Goicuría” y “Calixto García”, comandados por los coroneles Ricardo Sartorio y Alberto Rodríguez Acosta, eran los designados respectivamente al norte y al este del campamento para custodiar la entrada de la finca. Le presentó armas el regimiento Tiradores de Maceo, con Isidro Acea de jefe, guardianes de la posición sur suroeste. En el norte noroeste, en la intersección de caminos, se había colocado una avanzada.

A las dos de la tarde, el comandante Rodolfo Bergés, del regimiento de Juan Delgado, fue llamado por Maceo, quien le comunicó su ascenso a teniente coronel. Caminó en busca de Panchito Gómez Toro para comentárselo. Escuchó varias descargas en dirección hacia donde estaba su regimiento, consultó el reloj, eran las tres menos cinco.

De modo imperdonable, el campamento del mayor general había sido sorprendido por la guerrilla de Peral, vanguardia de una columna española al mando del comandante Cirujeda, quien llegó a neutralizar las avanzadas cubanas. La irrupción del enemigo en el campamento mambí encolerizó a Maceo, quien despertó al escuchar el estampido del fuego de los fusileros.

En la carta que envió el Dr. Zertucha, Jefe de Sanidad de las fuerzas invasoras, al mayor general Máximo Gómez, el 12 de septiembre de 1899, escribe: «… Ensilló él mismo su caballo, tarea que nunca confió a nadie, y ordenó que buscasen a un corneta que llamara a las fuerzas cubanas a concentrarse para el contraataque. Pero el corneta no apareció«…

Los jefes y oficiales pasaron de la defensa a la contraofensiva, acompañados por otros combatientes. Maceo tomó el mando. Los peninsulares sufrieron 28 bajas. En su retirada se defendieron tras una cerca de piedra que bordeaba el callejón que conducía desde Corralillo a Punta Brava. Desde allí hacían un nutrido fuego sobre las fuerzas mambisas que habían reforzado la línea de fuego y el Mayor General quiso desalojar al enemigo y obligarlos a salir hacia un potrero cercano. Esta acción fracasó y los cubanos fueron inmovilizados.

MUERTE DE ANTONIO MACEO

Maceo tuvo la alternativa de la retirada, pero se empeñó en derrotar al enemigo. Galopó hacia el lugar que podía decidir el combate para las fuerzas cubanas, cruzó el portillo que permitía el paso a un cuartón, que terminaba en una cerca de alambres que le impedía llegar a la cerca de piedras, donde se habían hecho fuertes las atemorizadas tropas enemigas.»Piquen la cerca«, exclamó. Varios jinetes se desmontaron y con sus machetes comenzaron a cortarla. «Esto va bien«, comentó, cuando una bala le penetró por el maxilar derecho, se lo fracturó en tres pedazos, y le seccionó la carótida.

El testimonio del Dr. Zertucha, citado anteriormente, relata:
«Apenas hubo acabado de decir el General Maceo las anteriores palabras, cayó por el lado izquierdo de su caballo como herido de un rayo lanzando su machete hacia adelante a considerable distancia. Tras él caí yo: lo encontré sin conocimiento; un arroyo de sangre negra salía por una herida que tenía al lado derecho de la mandíbula inferior”… “A los dos minutos a lo más tarde de ser herido, murió en mis brazos y con él cayó para siempre la bandera.»

Tras desplomarse, lo incorporaron de nuevo sobre su montura y es alcanzado entonces en el tórax por otro impacto, bala que también mata al caballo que arrastra a Maceo al suelo. Sus ayudantes trataron de sacar del lugar el cadáver de Maceo. Gravemente heridos, agotados todos los recursos, al no contar con más ayuda tuvieron que desistir.

Quienes intentaron ayudarlo resultaron heridos y otros salieron de la zona desmoronados moralmente. El cuerpo de Antonio Maceo quedó solo en aquellos matorrales batidos por la fusilería española.

Panchito, su ayudante, hijo del Generalísimo Máximo Gómez, que no participó en la acción de San Pedro por encontrarse herido, al conocer la suerte de su jefe, partió solo, con un brazo en cabestrillo y prácticamente desarmado, hacia el lugar del hecho. En un gesto supremo de devoción y lealtad fue a morir junto al General. Resultó blanco fácil de las balas enemigas, lo hirieron dos veces. Pensó suicidarse, pero quiso dejar una nota a sus padres y hermanos. No terminó de escribirla. Indefenso, lo remataron con ensañamiento los guerrilleros a machetazos.

La imagen de deshonra, deshonor militar y toda la vergüenza de consentir que el General Maceo cayera en poder del enemigo, hace al coronel Juan Delgado decir:
…“Si el cuerpo del general Maceo cae en poder del enemigo, mereceremos el anatema de cobardes de nuestros compañeros, de todos los cubanos y aun de nuestros propios enemigos. Antes que permitirlo, prefiero caer en poder del enemigo«. Y gritó: .. «El que sea cubano, el que sea patriota, el que tenga vergüenza, que me siga»…

Los 19 hombres, desafiando las balas, sin conocer el terreno donde iban a operar ni el tamaño de las fuerzas que deberían enfrentar, en una carga antológica, marcharon machete en alto al rescate de su general.

Se fraccionaron en pequeños grupos para evadir mejor el fuego y dar la sensación de ser una fuerza superior en número. Se internaron en el potrero Bobadilla. José Miguel Hernández se adelantó con el objetivo de cargar, pero se le espantó el caballo. «Aquí están», gritó. Sus compañeros se le reunieron. Hasta ese momento, solo buscaban el cuerpo del general Antonio. Allí, junto al Titán, encontraron el cadáver del capitán Francisco Gómez Toro. Atravesados en dos cabalgaduras, los cadáveres fueron retirados del potrero y transportados, ya anocheciendo, a la finca “Lombillo”.

Les colocaron bajo un cobertizo formado por algunos horcones y una parte de la techumbre de una caseta en ruinas. Allí fueron velados por más de dos horas con algunas velas de cera de confección campesina. Pasadas las nueve de la noche, se emprendió de nuevo la marcha con los dos cadáveres. Ya había convencido a los generales Miró, Pedro Díaz y Sánchez Figueras de marchar hacia una finca llamada “Cacahual”, donde residía su tía materna, Candelaria, esposa de Pedro Pérez, a quien entregó los restos de Maceo y su capitán ayudante.

Juan Delgado no permitió a los generales presenciar el enterramiento. Pérez y sus cuatro hijos escogieron un paraje escondido y solitario y allí cavaron profundamente. Colocaron en la fosa a Maceo y a Panchito. Borraron todo tipo de huellas y marcaron exactamente la posición del lugar, bajo solemne juramento de no revelar el secreto. Se desconoció dónde se hallaban los restos de los dos patriotas hasta su exhumación, en septiembre de 1899.

En este preciso lugar se levantó un Mausoleo a su memoria, con una lápida en homenaje a los 19 mambises que protagonizaron la hazaña de San Pedro, donde puede leerse la arenga de Juan Delgado: «El que sea cubano y tenga valor, que me siga».

Su más enconado enemigo, el capitán general Valeriano Weyler, al enterarse de su muerte, declaró públicamente: … “es la pérdida más grande que puede haber sufrido la revolución, porque era un hombre valiente, batallador, incansable, tenaz y resumía otras cualidades de las que carecían todos los demás caudillos”…

En esta única ocasión, los cubanos estuvieron de acuerdo con él.

CUBA EN LA MEMORIA 07/12/2014

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