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Publicado por Derubín Jácome
Por diferentes motivos, hace ya varios días que no publico esta sección y ya sé que es del gusto de muchos. Así que hoy tienen una nueva foto y espero por sus comentarios.
CUBA EN LA MEMORIA 20/12/2014
20 sábado Dic 2014
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Publicado por Derubín Jácome
Por diferentes motivos, hace ya varios días que no publico esta sección y ya sé que es del gusto de muchos. Así que hoy tienen una nueva foto y espero por sus comentarios.
CUBA EN LA MEMORIA 20/12/2014
16 martes Dic 2014
Quizás algunos desconozcan que también en la ciudad de Camagüey existió un “Hospital de San Lázaro”. Por esta razón y por ser mañana, 17 de diciembre, día de este santo de devoción popular en nuestro país, dedico esta publicación.
Desde 1731, en la sabana del Tínima en Camagüey, existieron dos casas para la atención y cuidado de los “lazarinos”, una para lazarinos blancos en Hato Arriba y otra para negros en Hato Viejo. Estas se encontraban lo más lejos posible del resto de la población, como medida de prevención sanitaria, para evitar el posible contagio de esa enfermedad.
Resultando insuficiente por su capacidad y la calidad de sus servicios, en el año 1734 el Cabildo de la Villa de Puerto Príncipe solicitó al arzobispo de Cuba, Juan Lazo de la Vega y Cancino, la construcción de un asilo para leprosos y una ermita bajo la advocación de San Lázaro. Un año después, el 9 de agosto de 1735, el Cabildo recibió la autorización para ejecutar las obras constructivas.
La ermita, construida en el patio del lugar, quedó definitivamente concluida en el año 1737, no siendo hasta 1746 que terminaran las obras del hospital, construido con paredes de ladrillos, tablas y techo de tejas criollas. Pero esta obra tampoco dispuso de las condiciones necesarias para la adecuada atención y restablecimiento de los enfermos, por lo que en 1776, el edificio se amplía con nuevas celdas y habitaciones.
Ya para 1799, el estado constructivo de las instalaciones era tal, que ponía en riesgo la vida de los lazarinos y empleados, lo que hizo pensar en la necesidad de una nueva instalación. En 1808 su administrador, Gabriel Escobar Socarrás, comunicó al Ayuntamiento no solo el mal estado de la construcción, sino también la difícil situación sanitaria y de salud que atravesaban los enfermos, con deficientes medicamentos y otros cuidados.
El abogado Francisco Pichardo Tapia, residente en la villa, comentaba: «…En una casa ruinosa, asquerosísima, situada entre malezas, distante de la ciudad y de todo vecindario, se recogían por fuerza y hacinaban… padeciendo allí su atribulado espíritu aún más que el cuerpo…».
Con el impulso y apoyo del Reverendo P. Fr. José Espí, en 1815 se comenzó a construir un nuevo hospital en el mismo lugar donde se encontraba el anterior, pero con mucha mayor capacidad y mejores condiciones. Por carecer de financiamiento suficiente, la obra tuvo que ser interrumpida en ese mismo año. Finalmente en 1819 fue concluido el nuevo conjunto arquitectónico, denominado “Hospital de San Lázaro”.
En una de las primeras obras de carácter histórico escrita por los regidores principeños en el año 1844, el abogado Manuel de Jesús Arango Ramírez, José Ignacio de la Cruz y el Lic. Manuel Castellanos, publicaron:
En el texto se describe que el edificio tenía 80 varas de frente y fondo, con suficiente capacidad para el internamiento de 60 enfermos, divididos en habitaciones separadas para los dos sexos. El área total comprendía 2 caballerías. El edificio era sencillo, solo con algunas discretas formas prebarrocas en su frente, así como en la carpintería general. El área estaba formada por una planta en O y cruzada por pasillos de lozas de barro y con bancos de mampostería.
El Padre Valencia simultáneamente se enfrascó en otras mejoras, como la jardinería, la siembra de árboles frutales y una huerta para la plantación de vegetales y plantas medicinales. También se empeñó en mejorar la ermita de mampostería y techo de tejas del país y el 6 de enero de 1826 inauguraba los dos altares y un dosel.
Vale destacar que la presencia y consagración humanitaria de este sacerdote franciscano, resultó decisiva poder concluir estas y otras obras en la ciudad principeña, sin que por esto abandonara su función de atender a los enfermos, dándole cierta dosis de esperanza de atención de salud y calidad de vida, hasta donde las condiciones y los recursos de la colonia se lo permitían.
Entre muchas de las obras que le debemos al Padre Valencia está la Iglesia del Carmen, el monasterio destinado a las monjas Ursulinas y el Hospital para mujeres, que sería edificado en uno de los barrios históricos de la ciudad. También propuso al Ayuntamiento la realización de un presidio, un hospital para enfermos mentales y planeó el puente sobre el arroyo Las Jatas, cercano al hospital de San Lázaro.
Siguiendo los patrones de las misiones, construyó un tejar, corrales y una hospedería como fuente de ingreso al hospital, entre otras obras de beneficio colectivo. Vale destacar que hacia considerar como un voto de contrición, y de fe, la participación de los creyentes en las construcciones, sustituyéndoles, ante los pecados confesados, los Padres Nuestros y las Ave Marías, por la prestación de servicios en la construcción.
Durante los dos períodos de las Guerras por la independencia de Cuba, las tropas colonialistas se acuartelaron en el hospital y dañaron su jardinería, arboleda y otros elementos constructivos, hechos criticados por la población camagüeyana, lo que consta en la prensa de la época.
El 15 de enero de 1899 el hospital fue declarado Establecimiento Público, según el Decreto del Gobierno General interventor norteamericano. Desde entonces funcionaría como “Asilo Nuestra Señora del Carmen”, para la atención de los ancianos.
En el año 1902, tras algunos años de abandono, se dedica a la atención de enfermos crónicos y ancianos sin amparo familiar. La ciudadanía propone que recobre su nombre original de “Asilo Padre Valencia”, y tres años más tarde se coloca un sencillo busto sobre pedestal de mármol blanco, en el patio interior, como un homenaje permanente al Padre Valencia. Cada aniversario de su muerte, durante mucho tiempo, fue costumbre que gran parte de la población acudiera a observar algunas de las reliquias usadas por él.
La pequeña iglesia, de una sola nave, está consagrada a San Lázaro, por lo que su imagen está colocada en el altar mayor. Sobresale por el espacioso patio la frondosa arboleda que iniciara el Padre Valencia…
CUBA EN LA MEMORIA 16/12/2014
15 lunes Dic 2014
Publicado por Derubín Jácome
Los inicios de este servicio a los enfermos de lepra se remontan al siglo XVII, sirviendo de sede algunos bohíos construidos en la Caleta de Juan Guillén, luego conocida como “Caleta de San Lázaro”, situada en la zona extramuros de la ciudad. Área que podemos observar en la foto publicada.
Como podemos suponer, las condiciones en este sitio para los enfermos eran deplorables, por lo que el capellán del hospital, presbítero Juan Pérez de Silva, y el doctor Francisco Teneza se dirigen la solicitud a su Majestad Felipe V, Rey de España, para que se construyese un lugar adecuado donde pudieran mejorarse las condiciones de vida y cuidados a los enfermos.
El aumento de pacientes y la presencia en las calles de estos enfermos pidiendo limosnas para subsistir, unido a las protestas de los vecinos temerosos de ser contagiados, fueron las razones que forzaron a los gobernantes para llevar adelante esta misión.
Por real cédula del 19 de junio de 1714, Su Majestad Felipe V, ordena la fundación oficial del “Real Hospital de San Lázaro”.
En 1781, terminó de construirse el leprosorio en la Caleta de Juan Guillén, que contaba de dos plantas, con un frente monumental que sirvió de fachada a una iglesia, ubicada al centro de la edificación.
Para mayor desgracia, en 1762, cuando la «Toma de La Habana por los ingleses, el Hospital queda totalmente destruido, en una acción de represalia tomada por Inglaterra en su conflicto bélico con España. Pasan más de treinta años hasta que se reconstruye en 1798.
En 1854, el obispo Fleix y Solans encomienda a las religiosas de la orden “Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl” el cuidado de los enfermos del hospital, obra que se ha extendido por más de 150 años. La primera madre superiora fue sor Petra Moya, luego la sucedió sor Ramona Idoate y a esta, sor Antonia Barbero.
A finales de la primera década del siglo XX se pensó en la posibilidad de ubicar el hospital y la iglesia en algún lugar distante del centro de la ciudad. Gracias a la Junta de de Patronos y a las autoridades sanitarias y de beneficencia, se aprobó su instalación en la finca Dos Hermanos, en Rincón, municipio de Santiago de las Vegas, donde se encuentra actualmente.
El traslado del hospital y el templo supuso varios obstáculos, pues los enfermos preferían vivir dentro de la ciudad, pues les facilitaba las visitas de familiares y amigos, e incluso sus propias salidas, pero también afectaba a los devotos a los que les sería más difícil ir a la iglesia. Todo esto incidía negativamente en la obtención de donativos para el sostenimiento de ambas instituciones, pero no obstante, el proyecto fue aprobado.
La construcción del nuevo hospital fue adjudicada al contratista Orbas-Simón, quien se comprometió a entregar los primeros pabellones en un plazo de cuatros meses, lo que incumplió dando lugar a graves desórdenes entre los desesperados pacientes. El 26 de diciembre de 1916, se comunica a los enfermos que serán trasladados temporalmente para el lazareto de Mariel, lo que también dio lugar a violentas escenas
En 1916 llegó a Cuba el padre Apolinar López y fue designado capellán del Hospital, función que desempeñó durante treinta y seis años. El padre Apolinar, junto a la madre superiora sor Ramona Idoate, tuvieron un papel protagónico en el traslado de los enfermos al Mariel, compartiendo con ellos las vicisitudes sufridas en ese lugar y luego en el asentamiento definitivo en el Rincón.
Ante el compromiso de que serían llevados al Rincón una vez concluidas las obras del nuevo leprosorio, los enfermos aceptan abandonar su antiguo hospital y como garantía del cumplimiento de lo prometido, fueron acompañados por el padre Apolinar López y las consagradas religiosas de la orden Hijas de la Caridad.
El 26 de febrero de 1917, sin contar con medios adecuados de transporte los enfermos fueron trasladados al hospital de Rincón, que aún se encontraba a medio construir y sin recursos de ninguna clase.
En Mariel los enfermos fueron alojados en míseras barracas, que el gobierno español había utilizado para cuarentena de inmigrantes y tropas, las que no tenían ni las mínimas condiciones para la existencia de seres humanos.
Allí encontraron la amarga realidad, ya que solo encontraron unos pocos pabellones aún sin terminar, en un campo cenagoso, sin agua, sin luz eléctrica, sin calles, sin enfermería, y sin alojamiento para las religiosas. Con las donaciones y limosnas de los devotos, el sacerdote Apolinar López y la madre superiora sor Ramona Idoate, lograron mejorar el acondicionamiento del lugar.
Posteriormente arribaron las primeras familias afectadas por la lepra, para establecer allí su residencia y recibir tratamiento médico. Para terminar las obras, por Ley de 31 de julio de 1917, se emitieron treinta millones de pesos en bonos de empréstitos, aunque la existencia del leprosorio siguió dependiendo de la contribución pública y donaciones de los creyentes.
Finalmente los pabellones quedaron terminados y los enfermos, definitivamente alojados. La instalación dispuso de 42 edificaciones, de la cuales 13 estaban destinadas a los pacientes. El resto era para la administración, el hospedaje de las religiosas, la iglesia y otros menesteres.
En la década del treinta, se construyeron nuevos pabellones y a mediados de los 40 fue remodelado y se le adicionaron nuevas edificaciones, entre las que estaba un grupo de viviendas para los enfermos. A pesar de las duras condiciones, en 1951, se construyó un pequeño parque rodeado de un jardín de rosas blancas, donde se instaló un busto de mármol del Apóstol José Martí, donado por el padre Apolinar López y sor Carmen Guijo y una bandera cubana costeada por los enfermos.
Aún es las peores condiciones, estuvo presente el recuerdo de nuestro apóstol José Martí y se le rindió homenaje..
CUBA EN LA MEMORIA 15/12/2014
08 lunes Dic 2014
06 sábado Dic 2014
Posted Personajes, Urbanismo y Arquitectura
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Publicado por Derubín Jácome
Mañana, 7 de Diciembre, se conmemora un aniversario más de la caída en combate de Antonio Maceo, el “Titán de Bronce”, en la lucha por la liberación de Cuba del yugo español. En esta publicación solo les comentaré sobre uno de los monumentos erigidos en la memoria de este patriota santiaguero, general cubano, segundo Jefe Militar del Ejército Libertador de Cuba y uno de los líderes independentistas más destacados de la segunda mitad del siglo XIX en América Latina.
El monumento se encuentra en el Malecón habanero, en un parque de 400 metros de largo y 60 de ancho, ubicado entre las calles Marina y Belascoaín. Esta zona, hasta que se construye el torreón de San Lázaro a mediados del siglo XVII, era solo una playa desierta, pero con el crecimiento de la ciudad para mediados del siguiente siglo adquiere importancia y se edifica el “Hospital de San Lázaro” y en 1794 se inaugura la “Casa de Beneficiencia”. En 1910, en la esquina de Belascoain y San Lázaro, se construye la “Secretaría de Sanidad y Beneficiencia”, lo que después fuera el “Hotel Manhattan”.
Esta explanada fue sede de la “Batería de la Reina o San Lázaro”, construida entre los años 1856 y 1861. Era una plaza circular de grandes proporciones, con una batería frente al mar y múltiples alojamientos para la guarnición de 250 hombres y 44 piezas.
A principios del siglo XX comienza a extenderse el Malecón hacia esta zona y la Batería es demolida, destinándose esta área para la construcción del parque monumento a nuestro Titán de Bronce, según ley dictada el 26 de febrero de 1910. El 2 de febrero de 1911 se convoca el concurso para seleccionar el mejor proyecto del monumento, siendo otorgada su ejecución al escultor italiano Domenico Boni y el diseño al arquitecto Francisco Centurión.
El monumento es un conjunto escultórico de gran belleza. En la superficie de su plataforma aparecen grandes figuras que representan la acción, el pensamiento, la justicia y la ley. Al frente del zócalo un relieve de Mariana Grajales, madre de Maceo, haciendo jurar a sus hijos fidelidad a la Patria y en la posterior se simboliza la Batalla de Peralejo. Alrededor del fuste cuatro grandes relieves alusivos a las hazañas del General Antonio Maceo en Mangos de Mejías, Baragüá, Cacarajícara, y La Indiana. También se distinguen el escudo Nacional y el de la Ciudad de la Habana.
Remata el Monumento la estatua ecuestre en bronce y base de granito de Antonio Maceo, con su uniforme militar y machete en mano en actitud de arengar a sus soldados a lanzarse al combate. Con la otra mano sostiene las bridas del corcel. La figura está de espaldas al mar, atendiendo a una regla escultórica que regula su posición. Se pone de frente al mar si se trata de un extranjero y de frente a la tierra si es alguien nativo del país.
En el proyecto de la escultura original, Antonio Maceo estaba representado a galope sobre un grupo de agresivas bayonetas, pero los miembros de la comisión del concurso, consideraron que esto podría generar una dificultad para la compenetración y el mutuo amor de españoles y cubanos, por lo que propusieron cambiarla. El pedestal sobre el que finalmente fue colocada, tampoco figuraba en el boceto original.
El 20 de mayo de 1916 se inauguró el monumento, pero el parque quedó sin construirse. No es hasta 1925 que, sobre la base del proyecto del arquitecto Francisco Centurión, se decide remediar su estado de abandono, y ante las protestas de muchos, entre ellas la de Emilio Roig, desde las páginas de la revista Carteles se hace un llamado a la conciencia de los gobernantes, en especial al que fuera Secretario de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes, para que se haga un parque como Maceo se merece.
De este modo se consigue eliminar algunos elementos decorativos innecesarios, como tinajones y figuras de ranas, los que son retirados. Se le adiciona una portada funeraria, que había sido realizada para el cementerio de Cienfuegos, pero al no haber sido pagada por el ayuntamiento de dicha ciudad, es cedida al parque por el contratista. Su fuente luminosa, una simple taza de cemento, es sustituida por una de piedra. En 1938, de nuevo Emilio Roig, desde la revista Carteles, reitera su protesta y logra se retire la pérgola construida en el parque.
Es en 1960, que el parque es objeto de una remodelación capital, aumentando además su área a treinta mil metros cuadrados. Más recientemente se realizaron algunas reparaciones y se le rodeó, inexplicablemente, de una cerca de metal que limita el acceso libre al mismo.
CUBA EN LA MEMORIA 06/12/2014
06 miércoles Mar 2013
Hasta el año de 1834 no hubo cárcel en la Habana, pues hasta ese momento los presos se encontraban hacinados en un estrecho e inmundo recinto en una parte del piso bajo del palacio de Gobierno. Teniendo esto en cuenta, el capitán general Miguel Tacón y Rosique concibió en el proyecto de levantar una Cárcel nueva, extramuros de la población, en un local aislado y por su inmediación al mar, para recibir sus aires puros, proyecto que puso por obra sin descanso, debiéndose a él este hermoso edificio, que, a decir de algunos historiadores, es el mejor de esta clase para la época..
En su “Isla de Cuba pintoresca”, impresa por vez primera en 1841, José M. de Andueza, su autor, elabora un detallado y profundo estudio de la entonces colonia española, y en referencia la Cárcel nos describe:
…”Esta Cárcel es un paralelogramo rectángulo de doscientos cuarenta pies de frente y cuatrocientos veinte de fondo, en cuyo primer cuerpo, sin necesidad de emplear prisiones y atendiendo a la debida separación de sexos, clases y colores, pueden contenerse dos mil personas: el primer plano para la construcción de este edificio señalaba a la segunda de aquellas dimensiones trescientos pies, pero se creyó conveniente darle el aumento de ciento veinte para el mayor desahogo y capacidad.
El segundo cuerpo es un hermoso cuartel que puede alojar cómodamente mil doscientos hombres de tropa, con los correspondientes pabellones o aposentos separados para jefes y oficiales…”
Cabe señalar que dentro de las grandes obras de arquitectura llevadas a cabo durante el período de Tacón, sobresale la de esta cárcel, construida en el extremo final de la “Alameda del Prado” cuya obra comenzó en el mes de marzo de 1835 y el proyecto recayó en el Coronel de Ingenieros Don Manuel Pastor. El edificio tenía sus fachadas de líneas rectas y formas renacentistas, siguiendo el estilo que imperaba en la arquitectura de estos años.
Si en un principio esta edificación quedaba extramuros, con el crecimiento de la ciudad ya perdía este carácter, por lo que deja de funcionar como tal y se conoce que el inmueble fue ocupado más tarde por la Audiencia de la Habana. Su destrucción en la década del 30 del pasado siglo XX, obedeció al proyecto de levantar en ese terreno un Palacio de Justicia, luego de haber sido trasladados los presos a la moderna cárcel de Isla de Pinos, construida por Machado en 1925.
Se respetó, sin embargo, la capilla de la cárcel y dos de sus celdas, gracias a las gestiones del primer Historiador de la Ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, las que permitieron la permanencia de aquellos restos, integrados años más tarde en el proyecto cultural del Parque de los Mártires, realizado por un grupo de importantes artistas cubanos, entre ellos, José Sicre, creador de las esculturas de las fuentes, junto a Rita Longa, y Domingo Ravenet, quien pintó la bóveda y las paredes de la capilla.
En esta carcel, fue internado el cuatro de abril de 1870 el recluso José Julián Martí y Pérez, con el número 113, por el delito de infidencia y condenado a seis años de prisión. Suficiente motivo para que aún permanezcan sus restos como monumento y sean lugar de interés histórico.
En la foto superior vemos la cárcel, a la izquierda, desde la glorieta. A la derecha el «Hotel Miramar». En las fotos inferiores. la demolición y cimentacion de lo que sería el Palacio de Justicia. Fotos de 1930 -31.
04 lunes Mar 2013
Entre 1901 y 1902 se construye el primer trayecto desde el Paseo del Prado a la calle Crespo, bajo las órdenes de los ingenieros de la intervención Mr.Mead y el ayudante Mr.Whitney.
Para celebrar la inauguración de estos primeros 500 metros del Malecón, el gobierno de Estados Unidos construyó una bonita glorieta. La glorieta de aspecto neoclásico, inaugurada en 1902, en la intersección de ambas vías, devino verdadero regalo al público para el disfrute de la banda de música y sus retretas.
Según los arquitectos de la época, esa glorieta tuvo importancia desde el punto de vista constructivo, debido a que fue la primera obra realizada de hormigón armado en Cuba. En 1926 tuvo que demolerse por obstaculizar el tránsito al continuarse el Malecón hacia el puerto.
Como ya comenté, en esa esquina se construyó, también a principios de siglo, el exclusivo “Hotel Miramar” y como no lo aclaré en la publicación anterior, agrego que fue proyectado por el arquitecto “Pepe” Toraya. En este hotel, fue donde por primera vez en Cuba que los camareros vistieron de smoking, chaleco con abotonadura dorada y sin bigotes.
Jorge Mañach, en su estampa “El Prado y lo fundamental” nos recrea la atmósfera de este significativo lugar:
…”El domingo, a la suave hora del paseo vesperal, topéme, sin pensarlo, con mi viejo amigo, que venía caminando muy despacito — ¿Prado arriba? ¿Prado abajo? — hacia la retreta del Malecón. Según me dijo, acababa de abandonar una peña congestionada en el soportal de cierta sociedad adonde le invitara un su amigo «del tiempo de España».
….
… “Aquí no se le perdona a nadie que se destaque. El uniformismo y el conformismo son las exigencias cardinales de nuestro espíritu. Pero oigamos la música y miremos al crepúsculo, que son cosas fundamentales.
Nos sentamos en sendas sillas de hierro, al borde de la glorieta. Junto a nosotros pasaban las «máquinas» cargadas de belleza y de perfumes. La voluptuosidad algo dolorosa de un danzón se fundía con el murmullo del gentío, con el zumbido de los motores y el estridor lejano del globero… Allá lejos se acababa de abrasar el cielo. Entre vendas de azul levísimo y algodones de nubes, la gran llaga luminosa del crepúsculo dejaba resbalar lentamente la gota de sangre del sol hacia el enjuague del mar.
Y Luján repetía: «Esto, hijo, esto es lo fundamental.»
03 domingo Mar 2013
En la publicación anterior sobre el Paseo del Prado, mencioné algunos sitios que, por falta de espacio, no pude mostrarles imágenes. No haré publicaciones extensas sobre estas edificaciones, sino solo un comentario y las fotos para su disfrute.
Comenzamos en Prado y Malecón con el “Hotel Miramar”
En 1900, los hoteles preferidos de La Habana estaban en el Paseo del prado. El “Hotel Pasaje”, en Prado 95, a media cuadra del Parque Central, y del que ya hicimos una publicación; el “Hotel Inglaterra”, en Prado y San Rafael, de tres pisos y del que también ya hemos comentado; el “Hotel Telégrafo”, en Prado número 112 esquina a San Miguel, con dos pisos y capacidad para ciento cincuenta huéspedes; y el “Hotel Miramar”, en Prado y Malecón, que era el más caro de la ciudad: cobraba diez dólares diarios por habitación con baño. Recordamos que a principios de la República, un peso o duro español se cambiaba por 60 centavos en moneda americana.
Como podrán observar en la foto superior, de la década del 20, quedaba frente a la glorieta donde se daban las retretas por la Banda del Estado Mayor del Ejército. Y los huéspedes, sin duda, acudían a escuchar el concierto, sin costo adicional. También estaba muy cerca de los “Baños” por lo que tenían a su alcance la posibilidad de disfrutar de nuestro cálido mar. Considerando estas ventajas y su lugar de ubicación en el céntrico Paseo y frente a nuestra bahía , bien valía su precio.
03 domingo Mar 2013
En 1928 el Arquitecto paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier diseñó el Paseo del Prado para convertirse en una de las avenidas más importantes de La Habana. Se localiza en La Habana Vieja y se extiende desde la Fuente de la India y la Plaza de la Fraternidad hasta el Malecón.
Construido como alameda en 1772 bajo el gobierno colonial del Marqués de la Torre, Capitán General de la isla, una de las colonias españolas más florecientes de América. Su primer nombre fue el de “Alameda de Extramuros”, por hallarse fuera de las grandes murallas que cercaban la ciudad. Los gobiernos sucesores, hasta Ricafort, la fueron mejorando considerablemente. Fue durante el gobierno del general Valdés (1841-1843), que toma el nombre de “Alameda de Isabel II” en honor de la reina de España y en 1904, ya en la República, por acuerdo del Ayuntamiento, se le denominó “Paseo Martí”. Aunque para todos es y será el “Paseo del Prado”, como Galiano nunca le diremos Avenida de Italia… así somos.
Desde su fundación, el lugar fue escogido como favorito entre los vecinos que acudían a pie o en carruajes, teniéndolo como sitio de expansión y recreo. En 1834, fue remodelado y obtuvo importantes mejoras en su pavimentación, mobiliario y alumbrado público.
El Paseo del Prado lo compone el propio Paseo, el Parque Central, la Explanada del Capitolio y la Plaza o Parque de la Fraternidad. Empecemos por el Paseo.
En el Paseo del Prado hay ocho estatuas con figuras de leones. Estas figuras fueron fundidas con material de los cañones que anteriormente protegieron la ciudad de los corsarios y piratas. Durante la etapa neocolonial, se comprobó que ya no eran necesarios y se fundieron para crear estas esculturas. En 1928, el Presidente de Cuba encargó esta tarea al escultor francés Jean Puiforcat y al también escultor cubano y experto fundidor de bronce Juan Comas.
Larga es la historia de tan céntrico Paseo y resulta imposible, dentro del marco reducido de esta publicación, referirme a él en forma detallada. Seguro posteriormente volveré sobre este tema, pero ahora solo unas notas para ir entrando en materia….
Al comienzo del Paseo, en el Malecón, existió una glorieta donde ejecutaba una retreta semanal, la Banda del Estado Mayor del Ejército, y desde este sitio se hicieron nuestras primeras audiciones radiales. La esquina de Malecón y Prado también fue asiento del “Hotel Miramar” y, más tarde, del “Miramar Garden”, centro de reunión de la juventud bailadora de la época y lugar donde se celebraban peleas de boxeo.
En la esquina de Cárcel estuvo la agencia de los automóviles “Packard” y “Cunnighamm”, que administraba Juan Ulloa, y en los altos abrió sus puertas el primero de abril de 1940 lo que fue “R.H.C. Cadena Azul”, del magnate cigarrero Amado Trinidad.
En su intersección con la calle Genios, llamada así por la “Fuente de los Genios”, que estaba allí instalada, había un caserón de tres pisos donde funcionaron por décadas los “Juzgados de Instrucción y Primera Instancia de La Habana”, asiento de la Cárcel y el Presidio. En la siguiente esquina, Refugio, todavía puede observarse la mansión en que vivió Frank Steinhart, primer cónsul norteamericano en la Isla, quien luego se convirtiera en magnate del transporte.
Prado y Colón fue sitio preferido de la burguesía cubana, que acudía a presenciar los estrenos de las cintas cinematográficas en el cine “Fausto”, que en sus inicios fue una construcción de madera.
En la esquina de Trocadero, está todavía la que fue residencia del general José Miguel Gómez, después de haber pasado por la presidencia de la República. “El tiburón se baña, pero salpica”. ¿Recuerdan ese dicho popular ?.
El colegio de Jose Mª Mendive, a donde asistió nuestro apóstol Martí en su infancia, quedaba en la esquina de Ánimas y frente al mismo, funcionó un cine al aire libre llamado “Maxim”.
En Prado y Virtudes estaba el café “El Pueblo” que colindaba a los periódicos “La Noche” y “La Nación”. Frente a ellos, el “Hotel Jerezano”, en cuya acera cayó ajusticiado el 12 de agosto de 1933 Antonio Jiménez, jefe de la “porra” machadista.
La esquina final del Paseo —la de Neptuno— fue ocupada en la época colonial por el célebre “Bodegón de Alonso”, propiedad de los Álvarez de la Campa, padre y tío del estudiante de medicina, mártir del 71,cuando los sucesos que conocemos.
Derribado aquel bodegón, se construyó otro edificio de tres pisos: “Las Columnas”, establecimiento que hizo famosa la esquina, pues en los altos se daban buenos bailes y en sus salones nació el rítmico chachachá. En los bajos funcionaron durante años el famoso “Restaurante Miami” y una lujosa frutería.
En el Paseo del Prado se han escenificado también sonados acontecimientos. Además del ya mencionado, podemos agregar el duelo irregular a tiros entre los legisladores Quiñones y Collado, perdiendo la vida el primero; los llamadas “sucesos del Prado”, ocurridos en la tarde del 9 de julio de 1913 cuando el jefe de la Policía, Armando Riva, dispuso la supresión del juego y el cierre de todos los garitos que funcionaban en La Habana y como afectó los intereses de algunos, le hicieron varios disparos hasta acabar con su vida, sin respetar siquiera la presencia de sus dos pequeños hijos que lo acompañaban.
Estas son solo algunas anécdotas de este paseo, pero también tiene otras menos dramáticas, situaciones que, incluso, quedaron para siempre en nuestros recuerdos… ¿No recuerdan el chachachá “La engañadora” de Enrique Jorrín? Y todo ocurrió en Prado Y Neptuno…
02 sábado Mar 2013
José Antonio López Serrano, hijo de “Pote”, el del Puente de Miramar… (Publicado por D. Jácome)
Situado en la Calle 13 No. 108 esquina a L, Vedado, el edificio “López Serrano” fue el más alto de la capital habanera hasta la construcción del Focsa, en 1956. Se comenzó a levantar en 1929, proyectado por los arquitectos Ricardo Mira y Miguel Rosich, y se inauguró en 1932. Su construcción respondió al encargo del Dr. José A. López Serrano, hijo de José López Rodríguez, el famoso “Pote, el del puente de Miramar, del que ya hemos comentado en estas publicaciones.
Este primer “rascacielos” cubano, de estilo Art Deco, y de marcada influencia norteamericana, tiene diez pisos generales y cuatro en la torre. Sus vestíbulos tienen bellos pisos de terrazo y los muros enchapados en mármoles rojos de Marruecos. El estilo se extiende a las jardineras, plafones, las puertas de los apartamentos y en las de los elevadores -fabricadas por Otis en plata-níquel, según diseño solicitado por los proyectistas.
El Art Deco, surgido después de la Primera Guerra Mundial, llega a Cuba en 1923 y se desarrolla hasta los años 40. Llega a Cuba proveniente de los Estados Unidos con la variante funcional del rascacielos y la influencia del racionalismo alemán representado en la figura de Mies van der Rohe y la Escuela de Chicago. Es por eso que se plantea que el Art-deco preparó el camino para la entrada del ideal moderno en Cuba. Es la explosión de la alta tecnología en las construcciones, que permite conjugar las líneas horizontales y verticales en un juego de formas geométricas que muchas veces parecen sostenerse en el aire, inalterable por la ligereza expresiva de la construcción.
En el lobby del “López Serrano” se encuentra el relieve “El Tiempo”, realizado en níquel-plata sobre un diseño de Enrique García Cabrera y que fue fundido en 1931 en unos talleres de Luyanó, por un valor de 78 pesos. Esta pieza, de relieve, además de sus valores decorativos y artísticos, también tiene un valor significativo por el rol desempeñado como escultura incorporada a la arquitectura.
En la primera planta contaba con locales de uso público: restaurante, farmacia, barbería, grocery. En los apartamentos de vivienda se incluyen todos los servicios auxiliares necesarios al hogar: luz eléctrica, gas, cocina, teléfono, agua fría y caliente, salida de radio. Y de forma opcional se podía rentar la comida y el mobiliario.
José Antonio López Serrano fue inscrito por su padre , “Pote”, el 18 de marzo de 1921, cuando ya tenía quince años, y a solo 10 días antes de su polémico suicidio. Pote, que era soltero, al parecer quiso garantizarle la herencia de su cuantiosa fortuna. “Pote” fue un emigrante gallego, que abrió el primer local de “La Moderna Poesía” en 1893, pero en pocos años ya tenía el monopolio absoluto de la impresión de documentos oficiales complejos como sellos de timbre, bonos, acciones y billetes de banco, un garaje de cuatro plantas donde representaba a la marca “Buick” y a neumáticos de fabricación norteamericana. Por si fuera poco también fue propietario de centrales azucareros como el “Conchita”, el “Asunción”, “Reglita”, “Nombre de Dios”… López Rodríguez, quien arribó a Cuba como un adolescente analfabeto, llegó a ser uno de los banqueros más importantes del país.
López Serrano hijo, incrementó las propiedades de su padre con la fábrica de conservas de bonito de la marca “Comodoro”, el Matadero Industrial de Cuba, las compotas “JALS” y los laboratorios de medicamentos “Lex”. Además de ser Presidente y propietario del Hotel “Comodoro” en Miramar. De las compotas JALS es posible que algunos recuerden el comercial, popular entre los niños cubanos, que decía: “Mami yo quiero JALS, compotas JALS!», pero quizás pocos sepan que JALS, eran solo las iniciales de José Antonio López Serrano.
Entre otras personalidades que radicaron en este edificio, podemos destacar a Eduardo Chivás, líder del Partido Ortodoxo, que vivió desde mediados de 1945 hasta su muerte. Y también estuvo instalada la segunda estación de TV en colores que salió en el mundo después de Estados Unidos. Era el Canal 12, del que era dueño Gaspar Pumarejo.
En 2012 coincidieron dos efemérides: los 80 años del Edificio López Serrano y el 40 aniversario del fallecimiento del hombre a quien le dedicaron esta joya arquitectónica. Con esta publicación queremos hacer homenaje a José Antonio López Serrano y a su padre, y también a todos los cubanos y extranjeros que dieron lo mejor de sí para hacer de La Habana una de las ciudades más cosmopolitas de América.