LA MUJER EN CUBA

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Publicado por Derubín Jácome

Hoy es el “Día Internacional de la Mujer” y buscar información sobre la mujer cubana para redactar esta publicación resulta complejo, pues no solo significa investigar, seleccionar y escribir lo que podamos considerar más importante, sino que implicaría también indagar en la subjetividad femenina según cada período histórico en que han acontecido los hechos. Esto no es tarea fácil y mucho menos tratar de resumirla en un par de páginas.

Es por esa razón que solo me limitaré a exponerles una reducida y elemental panorámica de la presencia de nuestra mujer cubana en algunas actividades donde pudo destacar, inclusive en muchos casos siendo un área prácticamente reservada a los hombres.

Consultando publicaciones del siglo XIX cubano, es evidente que en la conformación del idealismo nacionalista, se ha subestimado el discurso femenino que estuvo presente en más de una veintena de publicaciones periódicas a partir de 1860. Ya en el período 1860-1899 aparecen publicaciones femeninas como el “Álbum Cubano de lo Bueno y de lo Bello”, el “Álbum de las Damas”, “Las Hijas de Eva”, “La Mulata”, “Minerva”, etc. También existen en esta misma época alrededor de 40 mujeres colaboradoras con publicaciones oficiales, como el “Diario de la Marina”, “El Fígaro”, y con publicaciones independentistas como “El Cubano Libre y Patria”.

Desde el inicio de las guerras de independencia, en 1868, encontramos también la participación de la mujer. Entre muchas otras, podemos mencionar a mujeres como Mariana Grajales o Amalia Simoni.

Después de finalizada la primera etapa de la Guerra de Independencia (1868-1878), ya muchos de los arquetipos construidos para la mujer perdieron sentido. La violencia, el hambre, la emigración, hacen que cambie la imagen romántica de muchas de las poetisas de las décadas del 50 y 60, donde sobresalió Gertrudis Gómez de Avellaneda, iniciadora de la vanguardia liberal femenina.

En 1870, las ideas de una educación especial para la mujer permitieron una asimilación mucho más rápida de las nociones feministas. Los colegios para “señoritas” -como se les denominaron- permitieron que pedagogas, como María Luisa Dolz, ganaran en prestigio, al incluir en dichos centros los estudios de Segunda Enseñanza, requisito obligatorio para la entrada de mujeres cubanas a la Universidad.

En el campo de las Ciencias, una mujer a destacar es Laura Martínez de Carvajal, quien en 1888 se gradúa en la carrera de Físico–Matemática, y un año después, con 19 años, termina la de Medicina, ambas con notas sobresalientes.

Otro aspecto que influyó en la asimilación del feminismo fue la emigración de miles de mujeres cubanas a los Estados Unidos y las repúblicas latinoamericanas, donde tuvieron que asumir la doble jornada, en su trabajo y en el hogar. Por eso no fue sorpresivo encontrar obras poéticas como “El Burgués de la Casa”, de Luz Herrera.

El surgimiento de más de 100 clubes femeninos que simpatizaron con las ideas separatistas de los independentistas cubanos, permitió que las mujeres estuvieran presentes en espacios públicos donde se debatió el futuro de la Isla. El hecho de que las cubanas pudieran presidir un club y realizar actividades en apoyo a la futura república independiente, creó en ellas una nueva visión de su género.

El siglo XIX marcó el surgimiento de las primeras ideas feministas en Cuba, sobre todo en la década de 1890, la ya citada María Luisa Dolz, autora del discurso femenino más polémico de la década, “Feminismo injusticia de los códigos”, el cual se reflejó en una veintena de publicaciones que incluía los rotativos de mayor difusión del país.

La construcción de un ideario nacionalista cubano a través de la instrucción pública, utilizó a la fuerza femenina como futura portadora de la pedagogía de su ideal. Esta cuestión se fomentó durante la primera intervención norteamericana en la Isla (1898) y la promoción de “ideas modernas para la mujer”, incluyó cursos de superación de miles de maestras en la “Universidad de Harvard” y contactos con el “Woman Club de Boston”. Esos encuentros de algún modo marcaron el ulterior surgimiento de organizaciones feministas en el país.

El 21 de febrero de 1901, se aprobó una Constitución que dejó a las mujeres sin derecho al voto. Mal comienzo para una república por la cual también habían luchado las mujeres, quienes no conformes con la visión de sus primeros mandatarios, hicieron reclamos de puestos públicos, sufragio, indemnizaciones y otros tipos de demandas.

Durante los primeros quince años del siglo XX existen estadísticas sobre la progresiva incorporación de mujeres a los recintos universitarios. En esta etapa 75 mujeres aprobaron los exámenes de oposición a la Universidad y 189 se graduaron de doctoras en diferentes especialidades. De igual forma el magisterio aumentó al número de 4 244, siendo las mujeres el 82% del total de maestros de Cuba.

Las primeras organizaciones del sufragio se fundaron en este mismo período, con un por ciento elevado de maestras y la figura de Amalia Mallén de Oztolaza en la presidencia de las tres primeras: Partido Nacional Feminista (1912), Partido Sufragista (1913), y Partido Nacional Sufragista (1913), agrupaciones que tuvieron el voto como reclamo fundamental. Ya desde el siglo XIX, el club revolucionario “Esperanza del Valle”, de Cienfuegos, fundado en 1896 y presidido por Edelmira Guerra, realizó el primer pedido de sufragio del que se tiene referencia.

La década del 1910 fue decisiva en los cambios de los arquetipos para la mujer. Por un lado la I Guerra Mundial y su cuestionada “promoción del sector femenino”, y por otro la influencia norteamericana en costumbres, crearon un espectro más amplio para las cubanas, donde los roles domésticos y maritales pudieron empezar a ser variados.

La creación el 3 de julio de 1918 de la organización “Club Femenino de Cuba” fue un paso significativo en las aspiraciones de crear otro tipo de asociación involucrada con otras de iguales fines en el mundo. El feminismo, independiente de cualquier tendencia en otras latitudes, en Cuba permitió la obtención de importantes reivindicaciones en fechas muy tempranas, como la Ley de la Patria Potestad (1917), la Ley del Divorcio (1918) y del Sufragio Femenino (1934).

La obtención de la “Ley de la Patria Potestad” y la “Ley del Divorcio”, definieron una etapa de auge del feminismo liberal en Cuba que se hará más notorio con la creación del Club Femenino (1918), asociación que nucleó a una parte de las protagonistas del debate feminista de la década del 20.

En 1921 se crean las “Asociaciones Femeninas de Cuba” convocando al Primer Congreso Nacional de Mujeres en 1923, el primero en Hispanoamérica, que incluyó aspectos tan polémicos como la diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos, la necesidad de lograr una igualdad entre el hombre y la mujer en la legislación sobre el adulterio y el inevitable tema del sufragio femenino.

LA MUJER EN CUBA
Al margen de estos acontecimientos surgieron otros tipos de organizaciones femeninas, como el “Lyceum de La Habana”, con fines culturales y de instrucción; de trabajo como la “Unión Laborista de Mujeres”, y políticas, con posiciones opuestas, como la “Unión Radical de Mujeres” y la tristemente célebre “Porra Femenina”.

Para 1930 el país tenía la cifra de 320 asociaciones femeninas registradas de forma legal. Durante el período de transición del presidente Ramón Grau San Martín, en enero de 1934, fue aprobado el artículo 39 sobre el sufragio femenino. Después del movimiento revolucionario de 1933, se ve reflejado en la celebración en abril de 1939 del “Tercer Congreso Nacional de Mujeres”, donde por primera vez tendrán una amplia representación.

Este evento femenino tuvo repercusión en muchos de los derechos que obtuvo la mujer en la avanzada “Constitución de 1940”. En el título cuarto, se establece la igualdad independiente de la raza, clase o sexo, y en el título quinto, referente a la familia. En el artículo 43 se otorgó el derecho de la mujer casada a la vida civil sin que necesitase la licencia o autorización marital para regir sus bienes, ejercer libremente el comercio, la industria, profesión o arte y disponer del producto de su trabajo. En el título sexto se planteó que la ley regulaba la protección de la maternidad obrera.

Ya desde 1936 las mujeres participaban en su doble condición de electoras y elegibles. Entre 1936 y 1944, tuvimos 3 Alcaldesas, 15 Representantes, 2 Concejales y 2 Senadoras.

Finalizada la década del 40 y comenzando los años 50, el feminismo en Cuba y en muchos lugares del mundo dejó de ser un suceso para convertirse en una realidad inmersa en muchas otras madejas. La II Guerra Mundial había finalizado y con ella la “vuelta a casa para la mujer”. Y las más de 800 asociaciones feministas y femeninas del país se habían ramificado hacia objetivos diferentes.

Solo son algunos datos, faltaría mucho por comentar, pero aún así nos confirman el destacado papel que ha tenido la mujer cubana, sin abandonar su papel de madre, luchando por lograr sus derechos y ganarse un merecido lugar en cada momento de nuestra historia. De ellas escribió nuestro apóstol José Martí:

«Las campañas de los pueblos solo son débiles, cuando en ella no se alista el corazón de la mujer; pero cuando se estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible»

Felicitaciones para todas, las de antes y las de ahora. En especial hoy, oficialmente el “Día Internacional de la mujer”, aunque cada día del año deberían tener un merecido homenaje.

CUBA EN LA MEMORIA 08/03/2016

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GITANOS EN CUBA

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Publicado por Derubín Jácome

El etnólogo Fernando Ortiz realizó notables aportes relacionados con las fuentes de la cultura cubana, afirmando que Cuba era un ajiaco por la diversidad de razas y culturas que influyeron en la formación de su nacionalidad. Y es indiscutible que la nacionalidad cubana se ha nutrido de casi todo tipo de inmigraciones. En “Cuba en la Memoria” ya hemos comentado sobre algunas y hoy lo haré sobre los gitanos.

Aunque no existen investigaciones profundas sobre la entrada de gitanos a Cuba, hay autores que consideran que los primeros llegaron junto con los colonizadores, pues era frecuente que se utilizara a los gitanos presos para conformar las tripulaciones de los barcos que se lanzaban al Nuevo Mundo. Pero aunque su presencia en Cuba se remonte a los tiempos de la colonia, se afirma que la mayor oleada llegó a raíz de la II Guerra Mundial, cuando los nazis exterminaron en los campos de concentración a medio millón de seres, pertenecientes a esa etnia, en Europa Central.

Todo parece indicar que las migraciones sucedieron al comienzo del siglo XX, cuando varias familias o tribus gitanas llegaron junto a las oleadas de inmigrantes españoles que vinieron a probar fortuna, pero no fueron muchos los inmigrantes de esa procedencia los que arribaron a nuestro país.

En Cuba, si bien los gitanos fueron menos discriminados que en otros lugares, también sufrieron lo suyo en este período. Hasta una ley, dictada en 1936, prohibió su ingreso a la Isla, algo que constituía un verdadero crimen, toda vez que en esos momentos muchos de ellos huían de España, donde fueron duramente perseguidos por el franquismo durante la Guerra Civil Española.

Referencias del tema en nuestra literatura las encontramos en libros como “La cubanita que nació con el siglo” donde nuestra escritora Reneé Méndez Capote les dedica un espacio; y también en la prensa, como en uno de los números de la revista “Carteles”, fechado en 1940, donde se publicó un reportaje que reseña cómo se refugiaron en los arrabales de la Habana de intramuros. Una de las fotos muestra sus carpas, las bellas mujeres ataviadas con vestidos típicos y los tocadores de guitarra española. Los habaneros los recibieron con una naturalidad no exenta de cierta curiosidad.

Muchos de ellos llegaron a Cuba para utilizarla como punto de partida para viajar a otros países, pero algunos se quedaron, integrándose, y sus descendientes encontraron en la isla, como ellos mismos expresan, un país donde podían vivir tranquilos.

GITANOS EN CUBA
Los gitanos o romanís, según algunos estudiosos del tema, son un pueblo que procede originalmente de la India, donde los expertos calculan que existen 17 millones. No hay datos de lo que han emigrado hacia Asia, África, América y mayoritariamente a Europa.

De los países europeos, la tierra española fue una de las que mejor se ajustó a los intereses de los gitanos, al igual que Hungría, Rumania y Bohemia. Conservan su propia lengua, pero generalmente hablan más de un idioma como resultado de su vida nómada. Sus hijos son inscritos en el país que nacen con nombres de esa lengua, aunque tienen además su patronímico propio gitano. Por encima de todo aman la libertad, respetan y son fieles hasta morir al jefe de su tribu. Son extremadamente supersticiosos.

Aunque por su condición de nómadas se podían encontrar en cualquier lugar de la isla participando como artistas en el circo, como vendedores en ferias y parrandas, o improvisando chinchales y timbiriches para la venta de mercancías elaboradas incluso por ellos mismos, existen referencias documentadas que los ubican, en otros tiempos, en algunos centrales azucareros como el Chaparra y otras regiones del oriente cubano. También en la provincia de Las Villas era frecuente ver sus campamentos, como por ejemplo, a las afueras de Camajuaní.

Pero los gitanos no solo se han dedicado a la lectura de la fortuna, el comercio, el servicio o el nomadismo. También existen entre ellos intelectuales, políticos y personajes de la farándula, algunos tan conocidos como Charles Chaplin, la actriz Rita Hayworth, el teólogo Frei Betto y hasta el mismo ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. Quizás existan también en nuestro país figuras destacadas…

En Cuba dejaron la huella de muchas de sus costumbres. Difundieron las ferias, los carnavales y el circo ambulante, del que llegaron a existir 42. Hay palabras de su lengua incorporadas a la jerga de los compositores del feeling de la década de 1940 y de la actual música bailable salsera… y hasta en los dulces: el brazo gitano.

En las artes plásticas de este período (1925-1940) sin dudas Víctor Manuel García Valdez (1897-1969) con su “”Gitana Tropical”, pequeña pintura (46 x 38 cm) pintada sobre madera y premiada en el Salón de Pintores y Escultores de 1929, al igual que en otras obras, nos representa a una muchacha mestiza, más cercana al tipo “gitana” que a la cubana. De ahí su título.

La presencia de numerosos “gitanismos” en el español de Cuba no puede atribuirse a la inmigración de gitanos, que fue escasa, sino al lenguaje coloquial de los españoles. Recordemos que Andalucía, fue la zona de mayor asentamiento y arraigo de los gitanos en España, y precisamente allí fue donde se propició la asimilación de numerosas voces del caló al idioma español. Y como desde Andalucía se organizaron todas las empresas de conquista de Canarias y de gran parte de las de América, no es de extrañar que andaluces y canarios fueran los que esparcieran por el Nuevo Mundo los gitanismos. Por lo que en el habla coloquial popular de nuestro país son numerosos los gitanismos

Como ejemplo de ello, a continuación relacionamos los siguientes: acurdar (emborrachar) , andoba (fulano), barín (bueno), berro (cólera, disgusto), birlar (robar), bisnar (vender), de buten (de maravilla, de primera), chiva (soplón, delator), chola (cabeza), chota (soplón), chusma (muchedumbre vulgar), coba (halago, adulación), cúmbila (compañero, amigo), curda (embriaguez, borrachera), furnia (cueva), garito (casa de juego), guillarse (hacerse pasar por algo distinto de lo que se es, hacerse el tonto), jamar (comer), jarana (broma), jeta (cara), jiña (excremento), jiñar (defecar), jiribilla (salero, gracia), mangar (engañar), menda (yo), pargo (homosexual), pirabear (fornicar), pirar (marcharse, irse), puro,ra (padre, madre), sandunga (donaire, garbo), sornar (dormir)…

En la actualidad existe en Camagüey la “Agrupación Flamenca Sangre Gitana” integrada por unas 130 niñas y adolescentes de dicha ciudad y dirigidas por su fundadora, Yaineris Torres Pérez, que desarrolla una interesante labor con amorosa pasión por ese tipo de expresión cultural.

Al menos yo, “menda”, así lo considero…

CUBA EN LA MEMORIA 07/03/2016

FÁBRICA DE HIELO – LA NEVERA

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Publicado por Derubín Jácome

En la publicación anterior sobre los helados, hice mención de la importancia de disponer de nieve para enfriar y para fabricar refrescos en Cuba, los que hizo que en el siglo XIX se transportara a Cuba en barcos.

Pero ya para finales de ese siglo, la sociedad anónima “Nueva fábrica de hielo”, constituida el 21 de Julio de 1888, iniciaba la elaboración de hielo y su posterior distribución para satisfacer el alto consumo de este producto en la ciudad. La primera fábrica estuvo en los edificios situados en la calle Universidad nº 34, La Habana.

Recordemos que del hielo dependía la refrigeración en los hogares, colocándose en la nevera. El hielo industrial se comercializaba tanto al por mayor como a particulares. Para los particulares surgió la necesidad de crear un mueble común que albergara tanto la barra de hielo como los alimentos frescos, en un entorno doméstico.

Estas primeras neveras sólo estaban al alcance de las clases más privilegiadas y no solían ubicarse en las cocinas, ya que el calor que generaban los fogones hacía que el hielo se derritiera antes. Si la cocina era amplia, se podían poner, aunque alejadas de los fogones.

En los primeros modelos los alimentos se colocaban sobre el hielo, pero éstos se afectaban, con lo que comenzaron a construirse neveras con un compartimiento separado que albergara el hielo. Consistía en un mueble mixto con una estructura básica conformada por un caparazón de madera y un recubrimiento de zinc, estaño o uralita, que ayudaba a mantener la temperatura baja en el interior.

Como aislante se empleaba el corcho, que impedía que se dañara la madera. Estaba dividida en dos compartimentos, el que albergaba los alimentos y otro con un recipiente de zinc o hierro esmaltado, en el que se metería la “piedra” de hielo. Este recipiente finalizaba en un tubo de cobre, a modo de serpentín, por el cual desaguaba el agua de la licuación, saliendo por la parte baja de la nevera.

Posteriormente aparecería el modelo que incorporaba un “botellón” de agua mineral, en su parte superior para mediante un grifo al frente poder obtener el agua fría para su consumo.

Para ampliar las capacidades de la fábrica y poder satisfacer el consumo de hielo, poco tiempo después compraron una fábrica perteneciente a Andrés Fernández, en Puentes Grandes. No obstante la crisis económica sufrida hasta 1890, la fábrica logra superarla gracias a los acertados manejos y préstamos realizados por el Presidente de la Junta Central de Accionistas, señor D. Ramón de Herrera y Gutiérrez, quien confiado en el éxito del negocio, con su propio capital cubrió todo los gastos adeudados y la compra e instalación de toda la maquinaria necesaria para la fabricación de hielo.

Fallecido Herrera es electo presidente D. Cosme Blanco Herrera, que con el mismo ímpetu da el impulso definitivo al crecimiento de la compañía. Durante su presidencia es adquirida la estancia denominada “Los Cocos”, la finca rústica “Molino del Rey” y se construye el primer puente y la carretera que cruzaba el rio Almendares, dando salida a la calzada de Puentes Grandes. Se instalan nuevas calderas, nuevos equipos para refrigeración y un nuevo edificio con capacidad para embotellar 30,000 botellas diarias. Cifra que es superada en corto tiempo.

En 1910 compran la fábrica de cerveza “Habana Brewery”, donde posteriormente fabricarían la cerveza “Tivoli”, y dos años después ponen la primera piedra de lo que será la fábrica de envases de vidrio donde producir la cantidad de botellas necesarias para satisfacer el alto consumo del producto.

FÁBRICA DE HIELO - LA NEVERAEn la foto inferior se puede observar la gran cantidad de carretones dedicados a la distribución del hielo en la ciudad, por lo que podemos imaginar la amplia demanda que tendrían. Aún no habían llegado los refrigeradores.

En una publicación de la red encuentro que la Calzada de Jesús del Monte, hoy más conocida como Calzada de Diez de Octubre, nace en la Esquina de Tejas como una prolongación de la Calzada de Infanta. Tras una descripción de todo su largo recorrido, nos comenta entre otros lugares, del Café Colón y la Cremería Santa Beatriz, para finalizar en el Crucero de La Palma, “con su famosa fábrica de hielo”…. Un lector ha tenido la gentileza de brindarme algunos datos sobre esta fábrica de hielo, nombrada “La Palma”.

Su fundador fue Jesús Regueira, quien comenzó vendiendo hielo que compraba en una de las fábricas de las cerveceras, posiblemente “La Tropical”. Dado el calor intenso de nuestro clima tal era la demanda de este producto, sobre todo para la preservación de los alimentos, que su negocio prosperó rápidamente. Comenzó con un camión para su distribución, llegando a tener seis, más otro su hermano. Me comenta el lector que comenzaba su jornada laboral a las 3 de la mañana y finalizaba a las 7 de la noche, durante todos los días del año.

Fue tal la prosperidad del negocio que decidió fundar su propia fábrica de hielo, por lo que decide ir a los Estados Unidos a comprar la maquinaria necesaria para tal efecto, contando para ello con la asesoría y compañía de su abogado, que era el padre del lector, razón por la que ha podido facilitarme estos datos.

Pensando en su posible crecimiento comercial, construye la fábrica con una capacidad superior a la maquinaria comprada. Poco tiempo después ya comprará la maquinaria que complementará la capacidad de producción de hielo a la que aspiraba. Con el segundo edificio de la fábrica seguirá el mismo plan. A mayor venta, mayores ganancias y con ello presupuesto para seguir creciendo. Y así planificó la construcción de frigoríficos, incluso para carnes y pescado.

Después de 1959 las fábricas son intervenidas y el empresario y su familia salen al exilio. Un ejemplo de negocio de un empresario que logró sus aspiraciones con su esfuerzo y trabajo diario, creando esta fábrica que también fue fuente de ingresos para muchos trabajadores. Por esta razón, el lector me pide les pida que “cuando pasen por LA PALMA recuerden como y quien la fundó”. Otro lector me comenta que ya la fábrica no existe, que en su lugar solo existe un parque…

CUBA EN LA MEMORIA 06/02/2016

LOS HELADOS

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Publicado por Derubín Jácome

Una foto de 1898 me ha sugerido el tema de esta publicación. Determinar el origen del helado es complicado, ya que el producto ha sufrido sucesivas modificaciones en la medida de los avances tecnológicos, del consumo y de las exigencias de los consumidores.

Se pudiera fijar como antecedente el consumo de bebidas heladas o enfriadas con nieve o hielo en las cortes babilonias. Antes de la era cristiana, hacia el 400 A.C., ya en Persia, existía un plato enfriado, una especie de flan, hecho de agua de rosas y cabello de ángel, el cual era servido a la realeza durante el verano.

Los estudiosos del tema consideran que fue en 1191 D.C. que se inventó el helado que conocemos como «sorbete». Ocurrió durante la Tercera Cruzada, al mando de Ricardo Corazón de León. Después de una batalla cerca de Jerusalén, el guerrero se encontraba agotado por el calor terrible del desierto y le fue ofrecido un plato de «agua de rosas enfriada con nieve», traída de las montañas de lo que hoy conocemos como el Líbano.

Los chinos sin embargo consideran que el origen del helado está en China, donde el rey Tang, en el 618-97 AC, ya tenía un método para crear mezclas de hielo con leche. Desde China pasaría a la India, Persia y posteriormente a Grecia y Roma.

Es Italia, en la Baja Edad Media, es donde encontramos referencias documentadas de su presencia en Europa. Marco Polo, en el siglo XIII, al regresar de sus viajes al Oriente trajo varias recetas de postres helados usados en Asia durante cientos de años y esto nos confirma su origen chino. Poco después el consumo de helados comenzó a tener popularidad en las cortes italianas.

La importancia de tener nieve para enfriar y para fabricar refrescos, hizo que en el siglo XIX se llevara a Cuba en barcos, ya que no era posible obtenerlo de las sierras del continente.

Hasta mediados del siglo XIX, el hielo nos llegaba desde Inglaterra o los Estados Unidos en barras envueltas en aserrín. El “Café de París”, el “Café de las Armas” y el “Café de los Catalanes” fueron los primeros establecimientos en servir refrescos “helados”. Más tarde aparecieron las heladerías.

En esa época, para hacer los helados época se utilizaban dos recipientes de madera o de estaño, uno metido dentro del otro. En el más pequeño se preparaba la mezcla adecuada según el helado, y el espacio que quedaba entre el recipiente menor y el mayor, lo rellenaban con hielo y sal. Después de mezclar los ingredientes, se dejaba enfriar la mezcla y el helado quedaba listo.

Albert J. Norton en su libro “Norton’s complete hand-boork of Havana Cuba”, nos relata sus experiencias como huésped del “Hotel Pasaje”, en 1898. Destaca la calidad de las comidas, las excelencias en el servicio y le resulta muy grata la posibilidad de hablar en su idioma con los empleados. Nos describe su placer al degustar los deliciosos “…helados de frutas “exóticas” como la guanábana, el zapote, mamey, caimito o mango…”

No es de extrañar que esto sucediera, pues ya encontramos en 1857 en el “Nuevo manual del cocinero cubano y español”, cuyo autor es Legrand J.P., varias recetas para la confección de helados. Entre otras la del helado de naranja: “…Tómese veinte naranjas, rayadas de cuatro dichas y ocho onzas de azúcar…”

También encontramos referencias al helado como algo habitual y común en esa época, al menos en la capital.

La Charanga, Tomo 1, Núm. 4-7, Septiembre de 1857

“…Quisiera comer, pero ¿qué ha de beber que no se le convierta en veneno? El café le gusta mucho, pero se acuerda de las observaciones que le han hecho contra esta bebida …. Las papas no le disgustan, pero ¡si son tan indigestas! ¡Fuera papas!! Los helados le hacen chuparse los dedos y se decide a tomarse un sorbete…”

Según varios referentes, se considera que en Cuba la industria heladera comenzó en los años treinta del pasado siglo, momento en que la compañía “La Lechera” empezó a fabricar los helados “Hatuey”, pero no podemos olvidar que “La Compañía Frigorífica Cubana” desde 1910 se dedicaba a la producción de hielo, helados y sorbetes. Esta empresa mercantil de La Habana, con el propósito de que sus helados llegaran a todas las clases sociales, los comercializaba con un precio reducido de venta y también los servía a cualquier hora, del día o de la noche, a su pedido por teléfono. Ya en ese año producía ciento veinte galones de helados por hora.

LOS HELADOS
En 1949, surge en Pinar del Río la compañía “San Bernardo Lácteos S.A.”, que a partir de 1952 comenzó a producir los helados de igual nombre. En abril de 1960, las instalaciones de la planta se trasladaron a la Avenida Rancho Boyeros Km 7 1/2, y tras su nacionalización, y remodelación, en 1965 se inaugura oficialmente la Fábrica de Helados “Coppelia”. Surgen inicialmente los 54 sabores del helado Especial de Crema Coppelia, un helado con un 18 % de grasa y de un gran valor alimenticio.

Además de la San Bernardo, hubo varias prestigiosas marcas de helados en La Habana: Hatuey, Guarina, y El Gallito. Eran vendidos en heladerías y cafés o en vehículos ubicados en lugares concurridos. Por todas partes de la ciudad los carritos de los heladeros invitaban con el sonido de sus campanillas al disfrute de su frío cargamento, ofreciendo su tan popular y barata mercancía. Todas se disputaban el mercado y para ello se esmeraban en lograr la mejor calidad en sus productos.

Estos helados elaborados con leche en las fábricas, competían con los frutales y artesanales producidos sin leche por los chinos. Muchos consideran que no existía un helado tan rico como los realizados por los chinos, existiendo incluso comercios para su venta, entre las que puedo citarles “Los helados de París”, en la ciudad de Ciego de Ávila, cuyo propietario era Rogelio Wong Chi.

Los helados más comunes de la fábrica “Guarina” eran de mantecado, chocolate, fresa, caramelo, rizado de chocolate o fresa y, a veces, mantecado abizcochado, es decir, mantecado con galletas de Maria molidas. Los bocaditos y paleticas costaban 15 centavos cada uno y se vendían en paquetes de 20 por $3 pesos. Las pintas costaban 50 centavos, los galones $4 pesos y los vasitos 10 centavos. No siempre tenían el coco glacé que creo recordar que tenían un precio de 50 o 70 centavos cada uno.

Tomar helado forma parte también de nuestras tradiciones y un buen ejemplo de ello es su consumo por los cubanos de La Florida. En 1984 en la “Latin American Cafeteria”, se comenzó a usar el helado de mamey para hacer los batidos. Un cardenense de nacimiento, Charlie Wright, quien entonces era solo un vendedor tuvo la visión de que el mercado había cambiado.

La afluencia de cubanos, tratando de rescatar los sabores que añoramos de nuestra isla, dio un giro a las ofertas y la compañía “Valentini”, de la que Wright es presidente, trajo a la Florida los sabores del trópico caribeño y especialmente de las frutas típicas de Cuba como el mamey, el mango y la guayaba. En 2009 la compañía introdujo más sabores tropicales y ya producía 80 sabores de helados. Solo de mamey, en un año se vendieron 3 800,000 helados. No hay duda que nos gusta el helado…

Y para terminar, un dato curioso: el helado más grande jamás hecho fue uno de 3,65 metros de altura, fabricado con 36.332 litros de helado y 3.200 kilos de cobertura. Se confeccionó en Anaheim, California, en 1985.

CUBA EN LA MEMORIA 05/03/2016

DROGUERIA SARRÁ

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Publicado por Derubín Jácome

Los catalanes José Sarrá y su tío Valentín Catalá, boticarios, llegaron a Cuba a mediados del siglo XIX para hacer carrera y probar fortuna en los negocios. Pero lograron mucho más, porque los Sarrá conquistaron La Habana y aunque en 1885 existían más de 65 farmacias que vendían tanto patentes nacionales como extranjeras, poco después, la fundada por ellos será la más importante.

Estos catalanes crean la “Sociedad Catalá, Sarrá y Co.”, y fundan en 1853, en una pequeña casa de la calle de Teniente Rey, la farmacia “La Reunión”, con la estrategia de proveer no solo productos farmacéuticos de alta calidad, sino hacerlo a precios razonables. Para ello invierten 50.000 pesos en la fundación de esta farmacia y droguería, en La Habana Vieja, junto a un pozo de agua pura, que resultaba idónea para la elaboración de sus medicamentos.

El establecimiento, orientado a la venta al por mayor, se llamó “La Reunión” ya que unificaba las farmacias tradicional y homeopática. La primera quedaría a cargo de José y la segunda por su tío, quien también asumiría la contabilidad. Montaron un laboratorio que poco tiempo después ya surtía de ungüentos, sales, jarabes, extractos y otros productos a farmacéuticos y hospitales de toda Cuba.

En 1858 se incorpora a la empresa otro familiar, el también científico y negociante José Sarrá y Valldejulí, sobrino del cofundador. Siete años después, Valentín les venderá su parte para establecerse por su cuenta en Barcelona. La antigua Sociedad es disuelta y se constituye la “Sarrá y Co.”

Sarrá Valldejulí, el nuevo socio, realizaría grandes cambios en la empresa, comprando algunas propiedades en la manzana donde se encontraba la farmacia y mejorando la botica, a la que le agregó oficinas, almacén y un laboratorio aún mayor, adquiriendo nuevos equipos, como una máquina de vapor para hacer pulverizaciones o presas para extraer aceite de ricino. Sacaría al mercado nuevos productos propios de gran éxito, como la “Magnesia Sarrá”. También destaca la formación de más de cien farmacéuticos en estos laboratorios.

Fue tal la importancia de esta droguería, que en el año 1881 su Majestad Alfonso XII de España le concedió al Dr. José Sarrá el título honorífico de «Farmacéutico y Droguero de la Real Casa» y otorgándole el uso del Escudo de Armas Reales en las muestras, facturas y etiquetas de sus productos. Para 1883 se instalará la Droguería y Farmacia «La Reunión» en su edificio de Teniente Rey y Compostela.

En el nuevo edificio, la importancia del negocio crecerá en proporción a su amplitud, manteniendo el primer lugar entre las de su clase. En 1898 muere su dueño fundador y la dirección de la casa pasa a ser propiedad de la firma “Viuda de José Sarrá e Hijo”, conformada por la señora Doña Celia Hernández y Buchó, viuda de Sarrá y su hijo Ernesto, que aunque solo contaba con 19 años, ya se distinguía en sus estudios de la carrera de Farmacia. En manos de ambos la casa mantuvo siempre su lugar prominente, hasta quedar finalmente como único propietario su hijo.

Es precisamente esta tercera generación de propietarios, con Ernesto Sarrá Hernández a la cabeza, la que en las primeras décadas del siglo XX transforma el prestigioso negocio en uno de los emporios más importantes de Cuba.

En 1912 será Ernesto quien adquiere varias casas en la esquina de Teniente Rey, Habana y Compostela, que unido a los anteriores edificios forma un conjunto de 18 nuevos inmuebles con una superficie de 13,000 m2. El prestigioso negocio se transforma en uno de los emporios más importantes de Cuba, con 46 edificios, 600 empleados y más de 500 productos, llegando a ocupar más de 45 edificios con 40,000 metros cuadrados de área.

Para tener una idea del crecimiento del negocio, se adquieren las casas de la calle Compostela nº 87, 89, 91, 93, 95, 97, 99, 101, 103 y 105; en Teniente Rey la nº 35, 39, 52, 54, 56, 58 y 60 y en la calle Habana las nº 126, 128, 130, 132, 134 y 136. Ocupando casi completamente los tres frentes de una manzana, lo que le permitía tener 33 vidrieras de exposición hacia la calle. En la calle Buenos Aires nº 21 se encontraban los garajes para guardar los camiones que hacían el servicio de la casa.

DROGUERIA SARRÁ
La Droguería llegó a ser más que una farmacia y un laboratorio de especialidades farmacéutica, biológicas y opoterápicas, sino también una Tienda por departamentos, una fábrica de jabón, de perfumes, insecticidas y desinfectantes, locería, cristalería, juguetería y un almacén de suministros para lecherías de materias primas para dulcerías y panaderías.

También introdujo técnicas de marketing moderno, como regalar perfumes e invitar a merendar a los mejores compradores en la tienda de la droguería, sección “Atracciones Sarrá”. La “Droguería Sarrá” no solo llegó a ser la droguería más grande de Cuba y de Latinoamérica, sino incluso la segunda del mundo tras la norteamericana “Johnson”.

Por su excelencia y méritos alcanzados, en 1934 el “Congreso de la República de Cuba” le concede a la “Droguería Sarrá” el uso del Escudo de la República para que apareciera también en las muestras, facturas y etiquetas. En la Universidad de la Habana y la Universidad de Villanueva se establece el “Premio Sarrá”, que se otorgaba anualmente a los mejores estudiantes de farmacia.

El imperio Sarrá tuvo un largo siglo de vida en Cuba y además del prestigio alcanzado en sus negocios, como evidencia del esplendor alcanzado por esta familia, puedo citarles las residencias de dos miembros de esta familia:

La de su fundador, ocupada actualmente por el Ministerio de Cultura, es la espectacular mansión enclavada en la calle 2 esquina a 13 en el Vedado y la de una de sus hermanas es el llamado “Palacete Velasco Sarrá”, erigido en 1912 en el destacado emplazamiento de La Habana Vieja, que actualmente ocupa la sede de la “Embajada de España” en Cuba, que recibe el edificio en 1984, después de muchos años de abandono tras su expropiación a la familia a comienzos de la década del 60.

En 1999, un grupo de nietos y de bisnietos del Dr. Ernesto José Sarrá establecieron en el Estado de la Florida la corporación “Sarra Natural Products”, para ofrecerle al público la misma calidad, confianza y excelencia que prestigia el nombre Sarrá. Los Productos Naturales Sarrá se venden en farmacias y droguerías en la Florida, New York y New Jersey.

El edificio principal de la “Droguería Sarrá” está considerado como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Actualmente es Museo de Farmacia.

CUBA EN LA MEMORIA 04/02/2016

EL CERRO

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Publicado por Derubín Jácome

El Cerro, fundado en el año 1803, surge como un barrio extramural. Comenzó siendo una estancia, luego un ingenio hidráulico azucarero, y más tarde una capitanía de partido que devino barrio de la ciudad. Su fundación data hacia 1840, cuando se traza la Calzada del Cerro y con el florecimiento de sus palacetes y quintas alrededor de la Calzada, ya comienza considerarse como parte de la Habana.

El Cerro es la zona urbana de La Habana que ha tenido más variaciones en sus límites. Se le atribuyó a El Cerro desde la Avenida de Santa Catalina hasta la Calzada de Palatino, continuando a Agua Dulce a Infanta, Carlos III y Rancho Boyeros de vuelta hasta la Avenida de Santa Catalina. El Gobierno del Dr. Ramón Grau San Martín extendió sus límites hasta la Calzada de Puentes Grandes, incluyendo el área hasta las avenidas de Manglar y Cristina. Comprendía las zonas urbanas de Palatino, Las Cañas, Ayestarán y Buenos Aires. Desconozco actualmente cuáles son sus límites.

Pero su historia se inicia con la presencia aborigen, pues existieron comunidades de tradición mesolítica, asentadas en el entorno del Río Almendares, cuyo nombre de “Casiguaya” respondía al de una mujer de esa comunidad que prefirió en acto de rebeldía, suicidarse con los hijos en el río, antes que someterse al conquistador.

El 8 de mayo de 1589, Hernán Manrique de Rojas solicita al cabildo de La Habana establecer una estancia y así se convierte en la primera unidad territorial que tuvo el nombre de “El Cerro”. Entre los siglos XVI al XIX, se construyen los acueductos abastecedores de la ciudad: la Zanja Real (1592), Fernando VII (1835) y Albear (1893). La Zanja Real, permitió el surgimiento de las primeras prensas o ingenios de azúcar, los molinos de rapé y otras ramas de la incipiente economía.

En 1754 era un paraje semiurbano con una mayoría de casas de paja. A finales de ese siglo se mejoró el camino que conducía de la “Puerta de Tierra” hacia la esquina de Tejas y de allí hacia el oeste a Marianao y Vuelta Abajo, lo que facilitó las comunicaciones a esta zona.

En torno a esas nuevas vías de acceso a la ciudad, comenzarán a poblarse las zonas exteriores a la muralla surgiendo nuevos poblados en esta zona, que ya para entonces era conocida como El Cerro. Surgen los barrios de Jesús del Monte, Jesús María, Guadalupe, etc. El Cerro fue la primera opción de escapar de la congestionada y ruidosa ciudad intramuros.

Esto propició que dos acaudalados propietarios que poseían grandes extensiones de terreno, José María Rodríguez y Francisco Betancourt, decidieran construir sus casas, en el año 1803, y fomentar un reparto residencial. La finca fue dividida en lotes y vendidas en poco tiempo por la belleza del entorno. No tardaron en aparecer las residencias veraniegas.

Pronto se llenó de de suntuosos palacios rodeados de jardines y casas quintas que hicieron fuera el barrio residencial de moda del siglo XlX habanero. Allí construyeron sus casas aisladas, rodeadas de jardines y precedidas por amplios portales de columnas, verdaderos palacetes al estilo neoclásico. Para edificarlos utilizaron materiales de gran riqueza ornamental, maderas preciosas, mármoles policromados, bronces, vidrios de colores y rejas, que todavía hoy deslumbran por su originalidad.

En su conjunto arquitectónico podemos destacar: La casa quinta del Marqués de San Miguel de Carvajal, la del Conde de Fernandina, conde de Santovenia, Marqués de Pinar del Río y la de Doña Leonor de Herrera. La barriada residencial que surge a lo largo de La Calzada del Cerro, alcanzó relevancia nacional por sus valores artísticos y arquitectónicos.

Según las estadísticas, para 1810 ya El Cerro contaba con 2000 habitantes, siendo el 54% de la raza blanca y el resto negros o mulatos, tanto libres como esclavos.

Ya desde 1807 estaba lo suficientemente habitado para que se construyera una pequeña iglesia, de tablas y guano, en Santo Tomás entre Peñón y Arzobispo. En 1843 es reemplazada por otra, de una sola nave, a la que se le dio el nombre de “San Salvador del Cerro”, en honor del Capitán General Don Salvador del Muro y Salazar, Marqués de Someruelos, quien no solo ayudó económicamente a la construcción de la iglesia, sino también favoreció el fomento urbano de la barriada.

Como dato curioso, en esta pequeña parroquia, a mediados de los años 40, del siglo XX, el astro del cine mexicano, Jorge Negrete, concurrió como padrino en un bautizo, lo que provocó un gran revuelo entre los habitantes del barrio.

A partir del Siglo XIX aparecen las primeras fábricas de fósforos y posteriormente las “grandes” del jabón y perfumería: Sabatés y Crusellas. Poco después se constituye la compañía “Nueva Fábrica de Hielo” que produjo las marcas de cerveza “Tívoli” y “La Tropical”, de lo que ya he comentado.

Durante el Siglo XX el Cerro se convierte en una de las principales zonas de la industria habanera. Crece la industria del calzado, se establecen, entre otras, fábricas de refrescos y bebidas. El Cerro concentró en su territorio la mayor cantidad de fábricas de fósforos del país. Atendiendo al peligro de los incendios para las comunidades del territorio, entre otras razones, actualmente ya sólo queda una, la “Unión de Empresas Productoras de Fósforo”.

EL CERROTambién destacable la cantidad de centros médicos, “quintas” como se les decía, que surgieron en este municipio. En la “Dependientes” (hoy, hospital Diez de Octubre), en 1907, se realizó por primera vez en Cuba y por segunda vez en América una sutura de corazón. El doctor Bernardo Moas, primer cirujano de la clínica, la practicó a un paciente que aunque solo sobrevivió 18 días tras la operación.

Se consideró todo un éxito dado el desarrollo de la medicina en esa época y los recursos de que disponía el centro. Fueron muy elogiados por los doctores Joaquín Albarrán y Carlos J. Finlay, quien tenía un laboratorio en la calle Tulipán. Fue también en este centro donde funcionó, en 1958, el primer servicio de parto sin dolor que existió en Cuba.

Imposible no mencionar en este resumen al “coloso del Cerro”, el más grande estadio de béisbol de Cuba. Inicialmente se le llamó “Gran Stadium de La Habana” o “Estadio del Cerro” (hoy Latinoamericano”). Su construcción se desarrolló en 1946 y fue inaugurado el 26 de octubre, de ese mismo año, ante una multitud de 31 000 aficionados. Con su inauguración desplazó al de “La Tropical”, anteriormente el mejor estadio de La Habana.

Por solo mencionar algunos personajes destacados nacidos en este municipio, recordemos a nuestro primer campeón mundial de Boxeo, Eligio Sardiñas «Kid Chocolate», y a René Portocarrero, una de las más destacadas figuras de la plástica cubana y uno de nuestros principales artistas del siglo XX .

Y, para concluir, la ya famosa la frase «El Cerro tiene la llave«, hecha popular por una contagiosa melodía de la Orquesta “Van Van”, de Juan Formell, tiene vínculos con un hecho real. Era en el Cerro donde estaba ubicada la entrada de agua a la ciudad y la sede del acueducto que aún existe hasta nuestros días. Se encuentra en El Cerro el Canal de entrada de La Zanja Real, primer acueducto habanero, que llevó el agua a la ciudad desde 1592 hasta el siglo XIX.

Por tanto, es cierto, el Cerro tiene la llave…

CUBA EN LA MEMORIA 02/03/2016

MARIANAO

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Publicado por Derubín Jácome

En la publicación anterior les comenté del origen del nombre Alamar y eso me ha motivado para hacerlo sobre este otro municipio de La Habana, y descubro que existen numerosas interpretaciones sobre el tema.

Para algunos, tomó el nombre de una nave naufragada en su costa, ya saben que “nao”, aunque es un término de la lengua portuguesa, en ocasiones, en lenguaje culto, se utiliza para designar una embarcación o nave. La palabra “nao” (del latín navis, ‘barco’) tuvo en el castellano de siglos pasados, sobre todo los siglos XIV al XVII, la acepción genérica de “nave” o “barco”, especialmente para aquellas embarcaciones dotadas de cubierta y velas, pero no dotadas de remos.

Entre otras especulaciones sobre el origen del nombre, hay una en que se afirma que le fue dado por una señora de nación portuguesa, llamada María y de apellido Navo. Más de una broma hubiera generado si se llamase Maria-navo…

Ante tales propuestas, no queda otra que irse a la búsqueda de información en las referencias de documentos oficiales:

En los primeros encontrados, del siglo XVI, en que se nombra esta localidad, se le dice “Mayanabo”. Al parecer, Marya, en árabe es pantano y Abo, Río. La podríamos considerar lógica si tenemos en cuenta las características de aquella localidad, donde a la salida del rio al mar, se forma un extenso pantano, en donde abunda el mangle. La voz “Marya” y la terminación en “Abo”, río, aparecen en infinidad de textos, siendo incluso señalada por Esteban Pichardo como significativa de aguas.

A esta zona pantanosa se le llama “patabanal”, así como a las ciénagas inmediatas, por encontrarse prácticamente cubiertos por mangle de la especie llamada “Pataban”. Supongo que estas áreas serían desbrozadas y desaparecidas al desarrollarse este territorio, ya que actualmente no son abundantes

En algunos documentos antiguos, al río le llaman “Maxaguan” y a la laguna: “del Junco”, aunque desconozco porque fueran así nombrados. Hoy les conocemos como “Quibú” o de Quibus, a la laguna y al rio, que aún existe, nombre que al parecer fue dado por algún propietario de la zona. Quibús es un apellido de origen español.

En el cabildo de 29 de Junio de 1675, aparece la solicitud de Don Jacinto de Pedroso y el Alférez Mayor, Don Nicolás Castellón, para que le hicieran merced de un pedazo de tierra y monte, entre el arroyo “Mayanabo”, lindando con estancia del dicho alférez mayor y estancias de Jaimanita, la vuelta del Norte del realengo, para reparo de sus corrales Guatao y el Cano. A cambio, por esta concesión se comprometían a hacer las “Fiestas de San Marzal”, y pagar los derechos.

En 1730 el Licenciado Don Lucas Franco y Don Francisco Castellón Alguacil del Santo Oficio, dueños por mitad del Corral Guatao cinco leguas de este puerto, “…hicieron gracia y donación a Don Juan Florez Rubio, del pedazo de arroyo, que les pertenecía en el “Marianabo”, que va a la mar, desde el lindero de la tierra del tejar que fue de Don Juan Recio Sotolongo; con su margen y derrames del de Maxaguan, hacia la parte de arriba que llaman Jaimanita…

La historia nos presenta a “Mayanabo” como una fructífera área boscosa a principios del siglo XVII, la cual durante muchísimos años surtiría de madera y leña a todo el vecindario de la otrora villa de San Cristóbal de La Habana.

Sabemos que desde recién fundada la ciudad de La Habana algunas familias fueron atraídas por aquellos parajes de lagunatos salobres y enmarañados manglares, y allí levantaron sus bohíos. Se asegura que entre estos pobladores figuraba una mujer llamada María Navo, o Nabo, que recibió en merced, del Cabildo, la mayor parte de ese territorio. Esta mujer, con firme resolución, se proclamó guía y mentora de aquella agrupación de hombres, formando así el primitivo pueblo rodeado por las lagunas Caimán, Guabinas y Quibú, esta última desaguando por el río del mismo nombre.
MARIANAOEn aquella época, los piratas franceses no conformes con lo obtenido con sus ataques en alta mar, también asaltaban los poblados de las costas y el “caserío de María Navo”, al que así llamaban en nombre de su dueña, fue atacado y saqueado varias veces, obligando a sus moradores a ocultarse en la manigua y a contemplar como el incendio devoraba implacable sus humildes hogares.

Según se asegura, María Navo, de carácter fuerte y ya cansada con esta situación, se rebeló y mandó a construir en la costa, un fuerte torreón donde poder montar una guardia permanente, con la colaboración de sus vecinos, y poder vigilar durante día y noche. El citado fortín motivó la fomentación de un asentamiento poblacional, que es la génesis del actual Marianao, uno de los 15 municipios que integran la capital cubana.

En un saliente de la costa, entre el rio Quibú y la Playa de Marianao, todavía pueden contemplarse los restos de un viejo torreón a cuyo alrededor gira la historia del lugar. El Torreón de Marianao llegó a ser una construcción militar defensiva, que complementaba el sistema de vigilancia en La Habana a finales del siglo XVII. Fue construido durante el mandato del Gobernador José Fernández de Córdoba y autorizado por Real Cédula de 15 de junio de 1684.

Producto del inevitable desarrollo de la zona, se cegaron las lagunas, encauzando el rio, rellenando los bajos, nivelando el terreno, “perfeccionando” la obra de la naturaleza, y comenzaron a levantarse modernos balnearios y preciosas residencias entre avenidas de pinos.

Encuentro en “El Libro de Cuba” de 1925…

“….Un porvenir fabuloso espera a estos lugares vecinos de la capital de la República a juzgar por su rápido crecimiento y por el derroche de lujo con que se instalan allí los potentados cubanos entre los cuales algunos extranjeros construyen sus moradas y se aprestan a contribuir a su mayor embellecimiento. El Hipódromo, el Aeródromo, el Diamante del Base Ball y la Cancha de la Pelota Vasca, el Gran Casino de la Playa ocupan los alrededores llenando la rada los barcos de sport y las canoas de regata, por lo cual no es aventurado predecir que este lugar será cada día más visitado por propios y extraños y ofrecerá al turista americano mayores atractivos…”

Lo cierto es que el nombre de este territorio habanero, sin dudas surgió gracias a aquella emigrante, posiblemente portuguesa, que un buen día arribó a esta zona atraída por los verdes de la vegetación y el canto de las aves. Resultado de su nombre y su empeño surgirá Marianao, nombre que tomará también el río, la playa y otro pueblo, Quemados de Marianao. En Matanzas, lo ostenta una laguna, o albufera, y una punta de tierra inmediata, y en Nuevitas existen un barrio y un estero, denominados de Mayanabo.

De seguro María no esperaba tanto… pero algunos lectores seguro que si esperan que les comente un poco más de Marianao…

CUBA EN LA MEMORIA 01/03/2016

ALAMAR

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Publicado por Derubín Jácome

El origen de este nombre no tiene relación alguna con cascos blancos o constructores proletarios, tampoco con la ciudad dormitorio, repleta de bloques prefabricados, que conocemos. Por el contrario, su denominación está vinculada quizás al ingenio o capricho de un representante de la burguesía cubana, el abogado Guillermo Alamilla Gutiérrez, propulsor de la primera urbanización de esta zona, “Constructora Alamar S.A”, constituida el 2 de setiembre de 1957.

Alamilla era propietario y presidente de dicha constructora, contratista responsable de obras de las urbanizaciones de los cinco repartos en La Habana del Este. Además era también Presidente del “Residencial Alamar”, propietario de los terrenos de este reparto, uno de los fomentados en la llamada “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”.

¿Por qué entonces el nombre “Alamar”? Al parecer surge de la unión de las dos primeras filas de su apellido paterno, del que toma las dos primeras sílabas, a lo que le añade las primeras letras del nombre de su madre, llamada María. Esto da nombre al reparto: ALAmilla + MARía: ALAMAR. Existe otra versión en la red que relaciona la últimas letras con el nombre de “su esposa” Margarita, pero vale aclarar que Guillermo nunca estuvo casado, al menos según consta en su biografía.

Esta región al este de La Habana, en su origen estaba poblada de tupidos bosques los que serían sometidos a una tala tan indiscriminada, que en 1775 el Gobernador y Capitán General de la Isla, Don Felipe Fonsdeviela y Ondeano, Marqués de la Torre, tendría que emitir una orden para prohibirlo, de lo que tenemos constancia en documentos de la época. Recordemos que dicho Capitán General desde su llegada a Cuba reconoció el estado deplorable en que se encontraba. A él le debemos, entre otras, el primer empedrado de las calles, la ampliación del muelle, la construcción del Teatro Principal, la Plaza de Armas, la Alameda de Paula y la Alameda Nueva. Al parecer su orden de prohibición de la tala en esta zona, resulto tardía.

También podemos asegurar que por esta zona pasaron los ingleses durante la conocida toma de La Habana ocurrida en 1762, ya que existen anotaciones en sus “libros de bitácora”, relacionadas con los desembarcos producidos por tierra, pues era costumbre que los marinos, en sus respectivas guardias, registraran todos los datos de lo que acontecía. Pero aún esta zona no se llamaba Alamar.

La mayor parte del territorio que hoy conocemos por Alamar correspondía hasta finales de la década del 1950 a la finca “La Noria”, propiedad de la familia Velazco, dueña de grandes extensiones de terreno desde el Morro hasta Bacuranao.

Otras fincas, también propiedad de los Velazco y arrendadas a otras familias, completaron el territorio. Los Hernández eran los arrendatarios de los terrenos que bordeaban la Vía Blanca hasta Cojímar y que abarcaban la cima de la loma que hoy conocemos por “El Mirador”. Esta finca se dedicaba principalmente a la cría de ganado vacuno lechero. En “La Noria” también había un picadero de caballos. Como restos de estas fincas aún se conservan una casa de tejas y una torre cercana a la avenida Neptuno.

Su hermano Gustavo era médico cirujano y oftalmólogo graduado de la Universidad de la Habana, tenía un gran capital financiero y se convirtió en una de las primeras figuras del próspero negocio de la urbanización de La Habana del Este, del que poseía 3 785 acciones de la “Constructora Alamar S.A.”.

ALAMARLas urbanizaciones de Alamar nacieron como parte de un gigantesco plan de la Ciudad de la Habana del Este, “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”, con las perspectivas y beneficios que ofrecía como nueva ciudad que se construía favorecida por la construcción del Túnel bajo la bahía, lo que la unía a la Capital posibilitando una rápida comunicación y por tanto se revalorizarían los terrenos de la región.

El 7 de marzo de 1956 el ayuntamiento de Guanabacoa aprueba los planos y memoria de la sección de Alamar “El Olimpo” a favor de la residencial “Alamar S.A.” de Guillermo Alamilla Gutiérrez y otros. El ayuntamiento de La Habana aprobaría, el 26 de junio de 1957, el llamado “Costa Azul” de Alamar, ambos pertenecientes a la Territorial “Alturas del Olimpo” S.A.

Después de sucesivos cambios, modificaciones y ampliaciones, Alamilla presentó al ayuntamiento el 5 de abril de 1958 el proyecto de reglamento urbanístico. Las oficinas de urbanización y ventas de terreno, estaban situadas en el edificio “Hoster” sito en Obrapía nº 61, 4to piso, en La Habana. La edificación de almacenes y alguna otra construcción, constituyeron el verdadero centro de la urbanización y se le conocía como “Batey de Alamilla”, hoy el área ocupada por el parque “Hanoi”.

La sección Alamar “El Olimpo”, que corresponde con el actual “Alturas de Alamar”, fue la primera en urbanizarse. Originalmente la entrada se situó donde se encuentra el tanque del agua, y más tarde se trasladó para donde ese encuentra el Servicentro. Después se urbanizaría el “Residencial Alamar”, hacia el centro y finalmente la llamada “Costa Azul” de Alamar, zona que se contemplaba para el turismo y ocio.

En total se urbanizaron 36 caballerías, desde río Cojímar hasta la Ave. “La Noria”. Alamar se parceló con precios oscilantes entre 6 y l5 pesos la vara cuadrada, pagando una entrada y el resto en 60 meses sin interés. Se construyen las calles con rajón del propio lugar, aceras, cunetas, cunetillas y redes técnicas, es decir la infraestructura urbana. De la electrificación se encargarían la “Compañía de Eléctricidad” de La Habana del Este y del abasto de agua el acueducto propio.

El 1 de enero de 1959, Alamar contaba con la infraestructura urbana creada, pero con muy pocas casas construidas, ya que algunos propietarios de terrenos habían esperado a la finalización del proyecto del túnel de la bahía para construir y otros abandonaron muy pronto el país. Solamente se habían construido un total de 31 casas, aisladas entre sí, 14 de ellas en “El Mirador”. Sus habitantes eran fundamentalmente empleados bancarios y de oficinas, pequeña burguesía o clase media.

A principios de los años 60 se construyó el restaurant “El Golfito”, el Servicentro y otras pocas instalaciones y 401 nuevas casas, de modesto tamaño, en la “Costa Azul”. Estas casas inicialmente fueron proyectadas como viviendas para obreros de la construcción, aunque solo 5 familias de ese sector llegaron a mudarse ya que después serían designadas para el uso de técnicos extranjeros, su mayoría rusos.

Y aunque la historia de Alamar continúa, ya conocen que no me ocupo de comentar sobre temas actuales. Sobre ellos que cada cual haga su propia historia…

CUBA EN LA MEMORIA 29/02/2016

BRINDIS DE SALAS

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Publicado por Derubín Jácome

Claudio José Domingo Brindis de Salas Garrido, llamado merecidamente como “el Paganini negro” o “el rey de las octavas”, nació en La Habana el 4 de agosto de 1852 en la calle Águila No 168, hijo legítimo de Claudio Brindis de profesión músico y de María del Monte Salas y Blanco, creciendo rodeado por una familia musical que desde muy temprana edad, impulsó su gusto por el violín.

Su padre, hijo de militar y también nacido en La Habana, el 30 de octubre de 1800, fue un notable violinista y contrabajista que, no obstante su raza, destacó en particular como director de orquestas, el más alto galardón a que podía aspirar un músico de su clase y de su tiempo en Cuba. Su orquesta de bailes fue, sin dudas, la más popular de su época, comparable y rival solo por la de otro músico negro, Ulpiano Estrada, del que ya les he comentado y al que venció por amplio margen en unas competencias musicales efectuadas en 1825.

Creció dentro de una familia “especial”. Un primo hermano de su padre, Manuel Parreño, era aficionado a la escultura, tenía dominio de los idiomas latín y francés, y ostentaba el grado de teniente del “Batallón de Leales Morenos”. Por la línea materna, no se quedaban atrás, en cuanto a distinción, ya que Manuel Blanco era capitán del “Real Cuerpo de Artillería”.

Pero sin dudas lo que más benefició a su padre, dato quizás menos conocido, fue el haber sido “hermano de leche” del que fuera “Conde de Casa Bayona”, a quien su madre amamantara junto a él. Razón suficiente para que creciera protegido por una de las familias cubanas de más alto linaje, la cual no dudó en cuidar de su instrucción.

Toda esta acomodada vida para un negro dentro de una todavía sociedad esclavista, concluyó de forma dramática cuando en 1844 acontece lo que conocemos como la “Conspiración de la Escalera”, donde tantos negros sufrieron los azotes de la “justicia” colonial, siendo llevado a la cárcel, torturado y expulsado de la Isla. Se le amnistió en 1850, pero nunca más pudo recuperar su posición de antaño. Murió ciego y en la mayor pobreza.

En este entorno familiar crece nuestro “Paganini negro”, iniciando sus estudios de música con su padre, posteriormente con José Redondo y completándolos con el belga José Van der Gutch. Con solo 11 años, en 1863 se presenta por vez primera ante el público habanero en el “Liceo de La Habana”, junto a su maestro belga y formando parte de una función en la que también ac¬tuaría Ignacio Cervantes. Para 1864 realizaría una gira con su padre y su hermano José del Rosario, también violi¬nista, por las ciudades de Matanzas, Cárdenas, Santa Clara, Cienfuegos y Güines. Luego viajará a México y se radicará en Veracruz, donde ofrecerá conciertos organiza¬dos por Joaquín Gaztambide.

Desde México se traslada a París para realizar estudios con Hubert Leonard, Charles Dancla y Ernesto Camilo Sivori, quien al parecer dejará huella en su estilo. En una revista de Agosto de 1886, encuentro una crónica cultural sobre una función en la “Sociedad de Conciertos”:

“… ¡Qué fiesta la del domingo! ¡Qué de arte, que de elegancia, cuanta buena voluntad! No sabemos, en verdad, como concentrar en una corta revista todo lo que habría de decirse de este concierto realmente extraordinario. Hubo tanto bueno! …Afirmar que el Sr. Brindis de Salas ha sido el héroe de la fiesta, no es decir nada nuevo. Hablar de las maravillas de su ejecución y del entusiasmo del público, es decir cosa que todo el mundo ya se figura. Nos contentaremos, por consiguiente, con decir que en la primera y última particularmente, de las piezas que nos hizo oir, nos recordó mucho al gran Sivori…”

En 1869 matricula en el prestigioso “Conservatorio de Música de París”, destacándose como ninguno, lo que resulta admirable sabiendo que para mediados del siglo XIX, la capital francesa era el centro musical del mundo. Se gradúa dos años más tarde, para comenzar una meteórica carrera que lo ubica rápidamente en la vanguardia musical del momento, presentándose en las salas de concierto más prestigiosas de toda Europa, en ciudades como París, Berlín, Londres, Madrid, Florencia, Viena, etc.

En 1870 gana un accésit en el concurso del “Conservatorio de París” y un año después obtiene el “Primer Premio” de este mismo concurso. Posteriormente comienza una gira por Europa, actuando en Florencia, Turín y Milán, ciudad donde se presen¬ta en la célebre “Scala de Milán”, recibiendo en todas sus actuaciones el entusiasmo de público y crítica, que unánimemente destaca su extraordinario dominio del auditorio, el fogoso temperamento que caracteri¬zaba su ejecución, su buen gusto y pureza de entona¬ción y virtuosismo, cualida¬des que particularizaron su interpretación y que ya las po¬seía cuando irrumpió en el mundo europeo.

En 1875 regresa a América donde es nombrado director del Conservatorio de Haití. De nuevo en Cuba, entre otras, actúa en el “Teatro Payret” en 1877 acompañado al piano por José Van der Gutch y en 1878 ofrece un concierto en la “Sociedad Filarmónica Cubana de Santiago de Cuba”. Regresa a México y en la capi¬tal mexicana se presenta en el “Teatro Arbeu”. Es en 1880 que viaja a Rusia para actuar en San Petersburgo, siendo el primer cubano en subir a un escenario en la capital de los zares.

En 1884 se traslada a Alemania y en 1886 regresa a La Habana, donde actúa en el “Gran Teatro” y en la “Sociedad de Conciertos”, actuación que antes citara. En 1887 se presentó en Nueva York y en 1889 viajó a Barcelona. En 1895 se presenta de nuevo en La Habana en el “Teatro Albisu”, partiendo después a una gira cuyo destino final sería Europa. Actúa en San¬to Domingo, Puerto Rico, Trinidad¬ Tobago, Jamaica, etc.

En 1902, después del recital ofrecido en Santa Cruz de Tenerife, regresa a Cuba, donde ofrece un concierto en el “Teatro Principal” de La Habana, posteriormente vuelve a Tenerife, viaje que repite en 1903. En 1911 va a Ron¬da, España, donde ofrece su último concierto en el “Teatro Espinel”. De España se traslada a Argentina, donde concluye su exitosa carrera.

BRINDIS DE SALASClaudio Brindis de Salas obtuvo varias condecoraciones y reconocimientos por su destreza interpretativa. Le distinguen con el “Botón de Caballero de la Legión de Honor” en Francia, la “Cruz del Águila Negra”, título de “Barón” del Imperio Alemán y el Emperador Prusiano le concede el título de “Barón”. Entre otros regalos, recibió como obsequio un violín Stradivarius en Argentina.

Sin embargo, después de alcanzar la gloria y los máximos honores posibles, triunfando en los más distinguidos salones de América y Europa, de haber vivido en una fastuosa mansión en Berlín, Alemania, casado con una aristócrata alemana con la que tuvo dos hijos, de haber sido nombrado músico de Cámara del Emperador, muere al igual que su padre, en la miseria y el olvido.

Fallece en Buenos Aires, Argentina, el 2 de junio de 1911, siendo enterrado en una fosa común hasta 1930 en que sus restos son llevados a Cuba para ser depositados en el Panteón de la Solidaridad Musical de La Habana. Actualmente sus restos descansan en una lápida ubicada en la “Sala de conciertos de la Iglesia de Paula”, en La Habana Vieja.

Para concluir una nota extraída de una entrevista que se le realizara después de uno de los conciertos celebrados en Tenerife y que no sería publicada hasta el mes siguiente de su muerte, en la revista “Cuba en Europa” de Julio de 1911.

“…En sus ojos de ébano fulguraba la triple irradiación de su alma de tropical, de artista y de bohemio. Había tocado, en efecto, admirablemente. En él las dos cualidades de su raza, raza música por excelencia, estaban como sublimadas: el oído finísimo y el sentimiento … vivificado por la cultura artística y los viajes. Era músico Brindis de Salas hasta la punta de sus uñas rosadas como las de una mujer. Vibraba como una mujer. Daba la sensación de la inquietud perpetua, al menos cuando yo lo vi. La embriaguez dionisíaca, diría Nietzsche, parecía poseerle…

CUBA EN LA MEMORIA 28/02/2016

PEQUEÑA BURGUESÍA NEGRA EN EL SIGLO XIX

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Publicado por Derubín Jácome

A mediados del siglo XIX, no obstante prevalecer en Cuba un régimen esclavista, ya existían en la Isla un grupo de criollos que formaban parte de la llamada “pequeña burguesía negra”, compuesta por los llamados “pardos” y “morenos”.

A los que habían comprado su libertad se les llamaba “coartados”, y “libertos” los que por diferentes motivos habían sido liberados por sus dueños. A los nacidos de madres que ya eran libres, se les llamaban “ingenuos”. No dispongo de información que justifique la razón de estos términos, pero así constan en los diferentes documentos o publicaciones en que se les referencia. Para los de origen extranjero, ya llegados libres a la Isla, no existía una terminología específica para designarlos.

Se conoce que la mayoría de ellos se desempeñaron como artesanos, oficio que al parecer controlaban. Refiriéndose a éstos en 1830, José Antonio Saco escribía “… así fue que todas las artes vinieron a ser patrimonio exclusivo de la gente de color…

Pero los criollos de origen africano ejercían diferentes ocupaciones, entre las más comunes las de zapateros, sastres, peineteros, funerarios y capataces. Sastres había muchos y de algunos tenemos referencia por la literatura. De la novela “Cecilia Valdés” conocemos a Uribe. Francisco de Paula Uribe fue uno de los más famosos sastres que tuvo La Habana y contaba en su clientela con los más importantes y ricos personajes de la capital. Y aunque parezca increíble, era considerado uno de los más grandes dueños de esclavos, entre los de su clase.

Si Villaverde ubica en la novela a Uribe y a otros destacados negros y mulatos de la época, es evidente que lo hace para conseguir un efecto de verosimilitud en su historia, mezclando la presencia de estos personajes, muy conocidos de la sociedad habanera de principios del XIX, junto a sus personajes de ficción.

El moreno José Agustín Ceballos dirigía la mayor cuadrilla del Muelle de la Contaduría con 160 jornaleros. Ser capataz de muelle era una posición privilegiada que producía ingresos elevados que le permitían comprar casas y esclavos. Llevaba una vida de ostentación, con esposa y varias “amantes”. Llegó a poseer seis casas, un capital de 25,000 pesos y…7 esclavos. Otro moreno libre, Juan Bertaut, considerado el negro más rico de Cuba, poseía 140 casas y un capital de 175,000 pesos.

Una de las mejores agencias funerarias, que contaba con dos locales en la ciudad, era propiedad de un pardo, Félix Barbosa. Sus servicios eran utilizados por toda las capas de la población habanera, incluyendo militares y eclesiásticos, ya que su negocio era considerado “de primera clase”, teniendo inclusive la exclusividad de un modelo de sarcófago de patente norteamericana, para difuntos también de “primera clase”.

Ejemplo del poder económico de esta naciente burguesía negra es el entierro, realizado por Barbosa, para una morena libre, María Josefa Fiera de nación carabalí, la que tuvo un sepelio de “primera clase” acompañado por ocho lacayos. Barbosa era propietario de dieciséis casas y esclavos, valorados en 45,000 pesos. En extramuros, y de no menos importancia, se encontraba otra funeraria, la de Francisco Barroso.

Pero también se destacaron en la literatura, como Juan Francisco Manzano, quien inició su obra aún siendo esclavo; o Gabriel de la Concepción Valdés “Plácido”, del que ya publicamos y que comenté que era de origen humilde y expósito de la casa cuna.

En la pintura encontramos otros ejemplos destacados de la presencia de personas de origen africano: Vicente Escobar y Flores llegó a ser incluso Director de la Academia de Dibujo de San Alejandro. Su familia llegó a acumular una gran fortuna y prestigio por sus acciones en la Milicias Habaneras. Incluso fue nombrado “Pintor de Cámara” por María Cristina, la Reina Regente y se le otorgó el título de alumno de la “Real Academia de Bellas Artes” de Madrid.

En la música destacaron varios compositores e intérpretes, algunos como Tomás Vueltas y Flores que compuso piezas de baile muy populares y otros que con éxito hicieron música de salón y tocaban y componían las mal llamadas “piezas de blancos”. Vueltas destacó por componer contradanzas en el mejor estilo.

Destaca el violinista, compositor y director de orquesta negro Ulpiano Estrada, director de una famosa orquesta de la capital que tocaba magistralmente el “minuet de corte”, aunque ya no estuviese de moda. La cantante negra María Gamboa, actuaba en 1851 en Madrid, París y Londres, donde fue muy aplaudida y elogiada. Se le conocía como la “Malibrán Negra”y estaba casada con un oficial, Mariano Martínez, de Sevilla.

Claudio Brindis de Salas (padre) , autodidacta, era ejecutante de contrabajo y violín, dirigía el conjunto “La Concha de Oro” y además impartía clases de baile en la sociedad habanera. Poseía además una hermosa voz de barítono, lo que hizo que en alguna ocasión su timbre perfecto fuera elogiado por el propio Marqués de Someruelos. Este dato nos confirma que su entorno social no se limitaba solo a los sitios frecuentados por los negros libres. Su hijo, Claudio José, conocido como “el “Paganini de Ébano”, le superó con creces y triunfó en escenarios de Turín, Milán, Florencia, Berlín, San Petersburgo y Londres, aunque falleció en la pobreza en Buenos Aires.

También en “Cecilia Valdés” encontramos el siguiente comentario: “…Uno tras otro, cuantos hombres de cierto viso llenaban el baile aquella noche, … vinieron a saludarla y rendirla homenaje, cual saben rendirlo los negros criollos de Cuba que han recibido alguna educación y se precian de finos y atentos con las damas…”.

Muchos criollos pardos y morenos se destacaron en las milicias, incluso llegando a ser oficiales. José Herrera “Tondá”, protegido por del Gobernador Vives, fue Teniente de Batallón de “Milicias de Morenos Leales de La Habana”.”Tondá” se ocupaba de los problemas de justicia de los “delincuentes “de color”, predominante en algunos barrios de la ciudad. Consecuencia de ello, murió asesinado durante el desempeño de esta labor. Otro pardo, Lorenzo Meléndez, Teniente de Granaderos, llegó a tener ciento veinte alumnos en su Escuela, de los cuales solo la tercera parte eran blancos.

En profesiones como dentistas, flebotomianos y parteras, llegaron a ser numerosos e incluso mayoría. Entre los dentistas podemos destacar, por su éxito y clientela, a Charles Blackely, de origen estadounidense y graduado en Londres, que ejercía en La Habana y Matanzas. En esta última, también con buena clientela, los dentistas Andrés Dodge y Tomás Vargas.

PEQUEÑA BURGUESÍA NEGRA EN EL SIGLO XIXEn La Habana había doce parteras y siete de ellas eran de origen africano. En la Academia de Parteras, donde se cursaban estudios por dos años para la obtención del título, existía un numeroso alumnado “de color”, el cual recibía sus clases los sábados, a diferencia de las de raza blanca que asistían los miércoles. También hubo maestras, como Juana Pastor, parda libre a la que se le autorizó licencia para establecer una Escuela “de su clase y sexo”.

Fueron comunes los enlaces matrimoniales entre familias de “clases de color” con propiedades y un mayor nivel económico. Poseedores de casas, esclavos, dueños de negocios y rangos militares, se unían en matrimonio con quienes favorecían el aumento de sus capitales. Seguían las pautas trazadas por la burguesía colonial para constituir una clase favorecida dentro de su propio grupo. El barrio de Jesús María, donde vivían muchas familias acomodadas de color, se destacó por la celebración de matrimonios y “por ser favorable a los nacimientos legítimos...”

También los hubo herederos de fortunas. Santiago Pimienta, hijo del sacerdote Nicolás González Chávez, heredó, entre otras haciendas, el potrero “La Paciencia” en el hato Canímar. Aún más destacable la actitud del hacendado español Esteban Santa Cruz, que a sus hijos, tenidos con esclavas, los envió a estudiar a los Estados Unidos, acompañados por secretarios para su mejor desenvolvimiento en ese país.

Caso destacado es la negra Rosario Neyra, que en 1762 ya era dueña de un Ingenio, heredado de su padre Juan Gregorio Neyra, considerado como el “moreno” más rico en la primera mitad del siglo XVIII. Una descendiente de esta familia fue una de las primeras parteras graduadas que ejerciera en la ciudad.

La presencia de un gran número de individuos “de color”, en situación económica ascendente, cuya permanencia y crecimiento era cada vez mayor, fue motivo de preocupación para el régimen esclavista. Con la llegada del general O’Donell y su nombramiento como Capitán general y Gobernador de la Isla, todo cambió. Su gobierno, respondiendo a las presiones de terratenientes, traficantes de esclavos y militares, comienza en 1844 una represión sangrienta contra la población “de color”.

Hechos como la “Conspiración de la Escalera” donde murieron más de trescientas personas, encarceladas más de seiscientas y expulsadas de la Isla otras cuatrocientas, demostraba su interés por la continuidad de la trata de esclavos y su actitud respecto a la naciente pequeña burguesía libre de origen africano, la que constituía “un mal ejemplo para los esclavos”. Entre los fusilados estaban el poeta Gabriel de la Concepción Valdés, el dentista Andrés Dodge, el rico propietario Santiago Pimienta y el violinista y Director de orquesta José Miguel Román…

Posteriormente la división entre criollos y peninsulares se hizo más fuerte y prueba de ello es el siguiente texto de un visitante a la Isla: ..”los españoles peninsulares envidiosos de los criollos siempre están burlándose de ellos, principalmente de los nobles a los que llaman aristócratas del azúcar”…

Como dijera Jacinto Benavente…”Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia…

CUBA EN LA MEMORIA 27/02/2016