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CUBA en la memoria

~ por Derubín Jácome

CUBA en la memoria

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PARQUE CENTRAL – ACERA DE NEPTUNO

18 viernes Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, edificios, habana, Parques cubanos

Publicado por Derubín Jácome

Un lector me pide comente sobre los edificios que se encontraban en esta acera del parque Central antes de existir el nuevo hotel “Parque Central”, la de la calle Neptuno entre el Paseo del Prado y la calle Zulueta. Las fotos corresponden a varias épocas, ya que en esa acera existieron diferentes negocios y sobre ello les comentaré en esta publicación.

Al parecer el primer uso destacado que ocupó esta área, que ya antes había sido una estancia o finca extramuros, fue un taller, el Taller de José Albazzi, donde se fabricaban estatuas con la suficiente calidad como para participar en la “Exposición Universal de 1887”, celebrada en París. Albazzi fue uno de los seleccionados para representar a las “provincias de ultramar” en dicha exposición, por ser el inventor un procedimiento artístico industrial que le permitía hacer esculturas con granito artificial de todos los colores.

Técnica que es seguro que influyera en que aún hoy día tengamos, en casi perfecto estado de conservación, esos impresionantes suelos multicolores de granito con sus logos, o distintivos, a la entrada de hoteles, bancos, centros comerciales, etc., tema al que uno de nuestros lectores, Gonzalo Moran, le dedica una página que les recomiendo.

En el Catálogo general de la sección española, para la citada exposición editado por la Imprenta General de Ch. Lahure, París, 1867, aparece:
JOSE ALVAZZI; Habana.


“…Objetos de piedra artificial. El expositor, dueño del Museo estatuario situado en la calle del Prado, núm. 25, en la Habana, es inventor de un procedimiento artístico industrial para hacer objetos de escultura con granito artificial de todos colores. Al presentar en la Exposición el método de que se sirve para realizar su invento, el Sr. Alvazzi expone como muestras: un jarrón grande, dos bustos pequeños, dos repisas y en un cuadrito dorado la vista fotográfica de su museo estatuario…”

Los inicios del Parque Central de La Habana comienzan más de 200 años después de fundada la ciudad y originalmente estaba situado fuera del recinto que encerraron las Murallas que se encargaban de asegurar la ciudad del ataque de los piratas y corsarios que frecuentaban la época.

Durante la época colonial, los parques y plazas fueron una constante en nuestra Isla al iniciar la urbanización de ciudades y pueblos. Casi es posible asegurar que no existe alguno fundado que no cuente con un parque y una iglesia, que no marque además el centro de la localidad. En La Habana, principal ciudad de la isla, no ocurrió de otra manera, aunque este parque no fue el primero en construirse, ni tampoco marcó en el momento de su surgimiento, el punto más céntrico de la ciudad.

El Parque Central marcaba el inicio del paseo de extramuros, construido en 1772 bajo el gobierno colonial del Marqués de la Torre, Capitán General de la Isla, siendo su primer nombre el de “Alameda de Extramuros o de Isabel II”. Después del cese del régimen colonial se le dio el nombre de “Paseo de Martí” en homenaje a nuestro apóstol, aunque todos lo conocemos como “Paseo del Prado”.

Con el crecimiento de la ciudad, para la segunda mitad del siguiente siglo, el Prado comenzó a flanquearse de elegantes mansiones y grandes edificios de sociedades. La demolición de las murallas, en 1863, había dejado una gran faja de terreno que pronto fue urbanizada según el trazado del arquitecto Juan Bautista Orduña. En su proyecto destaca la propuesta de construir una gran plazoleta que reuniera las tres plazoletas menores existentes y conformar lo que es hoy el Parque Central de La Habana.

A partir de entonces comenzaron a erigirse obras de importancia en aquellos terrenos. Bajo el Gobierno de Miguel Tacón (1834-38) se inauguró el “Teatro Tacón”. El “Hotel Telégrafo” se inaugura entre 1858 y 1863, siendo uno de los más lujosos de Cuba y América durante el siglo XIX. En 1843 aparece el conocido por “Café y Salón Escauriza”, rebautizado “Le Louvre”, que le da nombre a toda la acera y que será antecedente de del “Hotel Inglaterra”.

En 1850 frente al Teatro Tacón, en una las plazoletas antes citadas, se coloca la primera estatua de Isabel II. En 1870 se inaugura el “Teatro Albisu”, que será sede de la zarzuela hasta su desaparición en 1918 para levantar el “Centro Asturiano”. En 1877 abre sus puertas del Teatro Payret y a finales de este siglo se construye el edificio de viviendas de la familia Pedroso, que posteriormente fue utilizado por las oficinas del “Diario de la Marina” y finalmente como “Hotel Plaza”…

PARQUE CENTRAL - ACERA DE NEPTUNO

Pero resulta Imposible resumir, en el breve espacio de una publicación, toda la evolución y el desarrollo de este importante emplazamiento. Ya con lo que les he comentado creo pueden hacerse una idea de esta progresión que lo convierten en el centro de la ciudad.

No es hasta 1877 que se terminan los trabajos de construcción del parque y es dotado de un “moderno” equipamiento de farolas, bancos y otros elementos para su embellecimiento. El nuevo siglo XX comienza con un “Parque Central” ya delimitado por edificaciones unificadas por una arquitectura que tiene como base el patrón clásico criollo de hermosas arcadas de columnas solidas a nivel de la calle, con diferentes detalles que les diferencian de los de los edificios aledaños, pero respetando el patrón cubano de ventanales y columnas detalladas..

Como lugar de encuentro y reunión y como lugar de paseo, el Parque Central quitó protagonismo a la Alameda de Paula y a la Plaza de Armas, que habían sido de la preferencia de los habaneros manteniendo esa primacía durante las últimas décadas de la colonia y las primeras de la República, lo que sin dudas hace que sean construidos en esta zona más sitios de esparcimiento y encuentro de los pobladores de la ciudad.

Es en este período al que corresponde el edificio del Café y Billares “El Central” de la foto al centro de la publicación. Por ser quizás un edificio de menor importancia no tengo referencias exactas de su construcción, pero si puedo comentarles que en las estadísticas de la Isla de Cuba en 1862, se refleja la existencia, en ese año, de ciento ochenta y ocho billares, que contabilizaban más de dos millones de pesos en rentas.

Incluso mucho antes, en 1805, ya existía una contribución sobre el juego de Billar que se utilizaba para la manutención de presos. En 1814, había cuatro billares en La Habana, veinte y seis en 1827 ¡y doscientos cuarenta en 1899! El de la foto era de los más importantes y frecuentados.

Posteriormente el edificio sufrirá algunas remodelaciones y cambios para ser ocupado por diferentes propietarios que instalarán múltiples servicios comerciales como bares, cafeterías, reposterías y venta de tabacos, revistas, helados, etc. Con el tiempo, y por falta de cuidado y mantenimiento, el edificio se fue destruyendo, incluso derrumbando, hasta llegar a un estado ruinoso.

El hotel “Parque Central” se inaugura en mayo de 1999, conservando de algún modo en su fachada el aspecto de las antiguas construcciones de principios de siglo. No obstante, es una pena que el edificio original se haya perdido.

CUBA EN LA MEMORIA 18/03/2016

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MARIANAO

01 martes Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, Cuba, habana

Publicado por Derubín Jácome

En la publicación anterior les comenté del origen del nombre Alamar y eso me ha motivado para hacerlo sobre este otro municipio de La Habana, y descubro que existen numerosas interpretaciones sobre el tema.

Para algunos, tomó el nombre de una nave naufragada en su costa, ya saben que “nao”, aunque es un término de la lengua portuguesa, en ocasiones, en lenguaje culto, se utiliza para designar una embarcación o nave. La palabra “nao” (del latín navis, ‘barco’) tuvo en el castellano de siglos pasados, sobre todo los siglos XIV al XVII, la acepción genérica de “nave” o “barco”, especialmente para aquellas embarcaciones dotadas de cubierta y velas, pero no dotadas de remos.

Entre otras especulaciones sobre el origen del nombre, hay una en que se afirma que le fue dado por una señora de nación portuguesa, llamada María y de apellido Navo. Más de una broma hubiera generado si se llamase Maria-navo…

Ante tales propuestas, no queda otra que irse a la búsqueda de información en las referencias de documentos oficiales:

En los primeros encontrados, del siglo XVI, en que se nombra esta localidad, se le dice “Mayanabo”. Al parecer, Marya, en árabe es pantano y Abo, Río. La podríamos considerar lógica si tenemos en cuenta las características de aquella localidad, donde a la salida del rio al mar, se forma un extenso pantano, en donde abunda el mangle. La voz “Marya” y la terminación en “Abo”, río, aparecen en infinidad de textos, siendo incluso señalada por Esteban Pichardo como significativa de aguas.

A esta zona pantanosa se le llama “patabanal”, así como a las ciénagas inmediatas, por encontrarse prácticamente cubiertos por mangle de la especie llamada “Pataban”. Supongo que estas áreas serían desbrozadas y desaparecidas al desarrollarse este territorio, ya que actualmente no son abundantes

En algunos documentos antiguos, al río le llaman “Maxaguan” y a la laguna: “del Junco”, aunque desconozco porque fueran así nombrados. Hoy les conocemos como “Quibú” o de Quibus, a la laguna y al rio, que aún existe, nombre que al parecer fue dado por algún propietario de la zona. Quibús es un apellido de origen español.

En el cabildo de 29 de Junio de 1675, aparece la solicitud de Don Jacinto de Pedroso y el Alférez Mayor, Don Nicolás Castellón, para que le hicieran merced de un pedazo de tierra y monte, entre el arroyo “Mayanabo”, lindando con estancia del dicho alférez mayor y estancias de Jaimanita, la vuelta del Norte del realengo, para reparo de sus corrales Guatao y el Cano. A cambio, por esta concesión se comprometían a hacer las “Fiestas de San Marzal”, y pagar los derechos.

En 1730 el Licenciado Don Lucas Franco y Don Francisco Castellón Alguacil del Santo Oficio, dueños por mitad del Corral Guatao cinco leguas de este puerto, “…hicieron gracia y donación a Don Juan Florez Rubio, del pedazo de arroyo, que les pertenecía en el “Marianabo”, que va a la mar, desde el lindero de la tierra del tejar que fue de Don Juan Recio Sotolongo; con su margen y derrames del de Maxaguan, hacia la parte de arriba que llaman Jaimanita…”

La historia nos presenta a “Mayanabo” como una fructífera área boscosa a principios del siglo XVII, la cual durante muchísimos años surtiría de madera y leña a todo el vecindario de la otrora villa de San Cristóbal de La Habana.

Sabemos que desde recién fundada la ciudad de La Habana algunas familias fueron atraídas por aquellos parajes de lagunatos salobres y enmarañados manglares, y allí levantaron sus bohíos. Se asegura que entre estos pobladores figuraba una mujer llamada María Navo, o Nabo, que recibió en merced, del Cabildo, la mayor parte de ese territorio. Esta mujer, con firme resolución, se proclamó guía y mentora de aquella agrupación de hombres, formando así el primitivo pueblo rodeado por las lagunas Caimán, Guabinas y Quibú, esta última desaguando por el río del mismo nombre.
MARIANAOEn aquella época, los piratas franceses no conformes con lo obtenido con sus ataques en alta mar, también asaltaban los poblados de las costas y el “caserío de María Navo”, al que así llamaban en nombre de su dueña, fue atacado y saqueado varias veces, obligando a sus moradores a ocultarse en la manigua y a contemplar como el incendio devoraba implacable sus humildes hogares.

Según se asegura, María Navo, de carácter fuerte y ya cansada con esta situación, se rebeló y mandó a construir en la costa, un fuerte torreón donde poder montar una guardia permanente, con la colaboración de sus vecinos, y poder vigilar durante día y noche. El citado fortín motivó la fomentación de un asentamiento poblacional, que es la génesis del actual Marianao, uno de los 15 municipios que integran la capital cubana.

En un saliente de la costa, entre el rio Quibú y la Playa de Marianao, todavía pueden contemplarse los restos de un viejo torreón a cuyo alrededor gira la historia del lugar. El Torreón de Marianao llegó a ser una construcción militar defensiva, que complementaba el sistema de vigilancia en La Habana a finales del siglo XVII. Fue construido durante el mandato del Gobernador José Fernández de Córdoba y autorizado por Real Cédula de 15 de junio de 1684.

Producto del inevitable desarrollo de la zona, se cegaron las lagunas, encauzando el rio, rellenando los bajos, nivelando el terreno, “perfeccionando” la obra de la naturaleza, y comenzaron a levantarse modernos balnearios y preciosas residencias entre avenidas de pinos.

Encuentro en “El Libro de Cuba” de 1925…

“….Un porvenir fabuloso espera a estos lugares vecinos de la capital de la República a juzgar por su rápido crecimiento y por el derroche de lujo con que se instalan allí los potentados cubanos entre los cuales algunos extranjeros construyen sus moradas y se aprestan a contribuir a su mayor embellecimiento. El Hipódromo, el Aeródromo, el Diamante del Base Ball y la Cancha de la Pelota Vasca, el Gran Casino de la Playa ocupan los alrededores llenando la rada los barcos de sport y las canoas de regata, por lo cual no es aventurado predecir que este lugar será cada día más visitado por propios y extraños y ofrecerá al turista americano mayores atractivos…”

Lo cierto es que el nombre de este territorio habanero, sin dudas surgió gracias a aquella emigrante, posiblemente portuguesa, que un buen día arribó a esta zona atraída por los verdes de la vegetación y el canto de las aves. Resultado de su nombre y su empeño surgirá Marianao, nombre que tomará también el río, la playa y otro pueblo, Quemados de Marianao. En Matanzas, lo ostenta una laguna, o albufera, y una punta de tierra inmediata, y en Nuevitas existen un barrio y un estero, denominados de Mayanabo.

De seguro María no esperaba tanto… pero algunos lectores seguro que si esperan que les comente un poco más de Marianao…

CUBA EN LA MEMORIA 01/03/2016

ALAMAR

29 lunes Feb 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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barrios habaneros, calles Cuba, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

El origen de este nombre no tiene relación alguna con cascos blancos o constructores proletarios, tampoco con la ciudad dormitorio, repleta de bloques prefabricados, que conocemos. Por el contrario, su denominación está vinculada quizás al ingenio o capricho de un representante de la burguesía cubana, el abogado Guillermo Alamilla Gutiérrez, propulsor de la primera urbanización de esta zona, “Constructora Alamar S.A”, constituida el 2 de setiembre de 1957.

Alamilla era propietario y presidente de dicha constructora, contratista responsable de obras de las urbanizaciones de los cinco repartos en La Habana del Este. Además era también Presidente del “Residencial Alamar”, propietario de los terrenos de este reparto, uno de los fomentados en la llamada “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”.

¿Por qué entonces el nombre “Alamar”? Al parecer surge de la unión de las dos primeras filas de su apellido paterno, del que toma las dos primeras sílabas, a lo que le añade las primeras letras del nombre de su madre, llamada María. Esto da nombre al reparto: ALAmilla + MARía: ALAMAR. Existe otra versión en la red que relaciona la últimas letras con el nombre de “su esposa” Margarita, pero vale aclarar que Guillermo nunca estuvo casado, al menos según consta en su biografía.

Esta región al este de La Habana, en su origen estaba poblada de tupidos bosques los que serían sometidos a una tala tan indiscriminada, que en 1775 el Gobernador y Capitán General de la Isla, Don Felipe Fonsdeviela y Ondeano, Marqués de la Torre, tendría que emitir una orden para prohibirlo, de lo que tenemos constancia en documentos de la época. Recordemos que dicho Capitán General desde su llegada a Cuba reconoció el estado deplorable en que se encontraba. A él le debemos, entre otras, el primer empedrado de las calles, la ampliación del muelle, la construcción del Teatro Principal, la Plaza de Armas, la Alameda de Paula y la Alameda Nueva. Al parecer su orden de prohibición de la tala en esta zona, resulto tardía.

También podemos asegurar que por esta zona pasaron los ingleses durante la conocida toma de La Habana ocurrida en 1762, ya que existen anotaciones en sus “libros de bitácora”, relacionadas con los desembarcos producidos por tierra, pues era costumbre que los marinos, en sus respectivas guardias, registraran todos los datos de lo que acontecía. Pero aún esta zona no se llamaba Alamar.

La mayor parte del territorio que hoy conocemos por Alamar correspondía hasta finales de la década del 1950 a la finca “La Noria”, propiedad de la familia Velazco, dueña de grandes extensiones de terreno desde el Morro hasta Bacuranao.

Otras fincas, también propiedad de los Velazco y arrendadas a otras familias, completaron el territorio. Los Hernández eran los arrendatarios de los terrenos que bordeaban la Vía Blanca hasta Cojímar y que abarcaban la cima de la loma que hoy conocemos por “El Mirador”. Esta finca se dedicaba principalmente a la cría de ganado vacuno lechero. En “La Noria” también había un picadero de caballos. Como restos de estas fincas aún se conservan una casa de tejas y una torre cercana a la avenida Neptuno.

Su hermano Gustavo era médico cirujano y oftalmólogo graduado de la Universidad de la Habana, tenía un gran capital financiero y se convirtió en una de las primeras figuras del próspero negocio de la urbanización de La Habana del Este, del que poseía 3 785 acciones de la “Constructora Alamar S.A.”.

ALAMARLas urbanizaciones de Alamar nacieron como parte de un gigantesco plan de la Ciudad de la Habana del Este, “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”, con las perspectivas y beneficios que ofrecía como nueva ciudad que se construía favorecida por la construcción del Túnel bajo la bahía, lo que la unía a la Capital posibilitando una rápida comunicación y por tanto se revalorizarían los terrenos de la región.

El 7 de marzo de 1956 el ayuntamiento de Guanabacoa aprueba los planos y memoria de la sección de Alamar “El Olimpo” a favor de la residencial “Alamar S.A.” de Guillermo Alamilla Gutiérrez y otros. El ayuntamiento de La Habana aprobaría, el 26 de junio de 1957, el llamado “Costa Azul” de Alamar, ambos pertenecientes a la Territorial “Alturas del Olimpo” S.A.

Después de sucesivos cambios, modificaciones y ampliaciones, Alamilla presentó al ayuntamiento el 5 de abril de 1958 el proyecto de reglamento urbanístico. Las oficinas de urbanización y ventas de terreno, estaban situadas en el edificio “Hoster” sito en Obrapía nº 61, 4to piso, en La Habana. La edificación de almacenes y alguna otra construcción, constituyeron el verdadero centro de la urbanización y se le conocía como “Batey de Alamilla”, hoy el área ocupada por el parque “Hanoi”.

La sección Alamar “El Olimpo”, que corresponde con el actual “Alturas de Alamar”, fue la primera en urbanizarse. Originalmente la entrada se situó donde se encuentra el tanque del agua, y más tarde se trasladó para donde ese encuentra el Servicentro. Después se urbanizaría el “Residencial Alamar”, hacia el centro y finalmente la llamada “Costa Azul” de Alamar, zona que se contemplaba para el turismo y ocio.

En total se urbanizaron 36 caballerías, desde río Cojímar hasta la Ave. “La Noria”. Alamar se parceló con precios oscilantes entre 6 y l5 pesos la vara cuadrada, pagando una entrada y el resto en 60 meses sin interés. Se construyen las calles con rajón del propio lugar, aceras, cunetas, cunetillas y redes técnicas, es decir la infraestructura urbana. De la electrificación se encargarían la “Compañía de Eléctricidad” de La Habana del Este y del abasto de agua el acueducto propio.

El 1 de enero de 1959, Alamar contaba con la infraestructura urbana creada, pero con muy pocas casas construidas, ya que algunos propietarios de terrenos habían esperado a la finalización del proyecto del túnel de la bahía para construir y otros abandonaron muy pronto el país. Solamente se habían construido un total de 31 casas, aisladas entre sí, 14 de ellas en “El Mirador”. Sus habitantes eran fundamentalmente empleados bancarios y de oficinas, pequeña burguesía o clase media.

A principios de los años 60 se construyó el restaurant “El Golfito”, el Servicentro y otras pocas instalaciones y 401 nuevas casas, de modesto tamaño, en la “Costa Azul”. Estas casas inicialmente fueron proyectadas como viviendas para obreros de la construcción, aunque solo 5 familias de ese sector llegaron a mudarse ya que después serían designadas para el uso de técnicos extranjeros, su mayoría rusos.

Y aunque la historia de Alamar continúa, ya conocen que no me ocupo de comentar sobre temas actuales. Sobre ellos que cada cual haga su propia historia…

CUBA EN LA MEMORIA 29/02/2016

¿LA IDENTIFICAS?

20 sábado Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, Cuba, edificios Cuba, habana

Publicado por Derubín Jácome

Por diferentes motivos, hace ya varios días que no publico esta sección y ya sé que es del gusto de muchos. Así que hoy tienen una nueva foto y espero por sus comentarios.

LA IDENTIFICAS (30)

CUBA EN LA MEMORIA 20/12/2014

LIMPIEZA DE CALLES EN CUBA

18 jueves Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Costumbres, Curiosidades, Municipios y ciudades

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calles Cuba, Cuba, ordenanzas Cuba

Publicado por Derubín Jácome

Pasaron más de dos siglos desde que llegaron a Cuba los colonizadores españoles, para que se percataran por primera vez de la necesidad de aplicar medidas de carácter higiénico en la Isla. Las primeras y mas antiguas medidas que se conocen, se atribuyen a los Capitanes Generales Juan F. Güemes y José de Espeleta. Ambas del sigo XVIII.

Güemes, en 1735, fue el primero que ordenó la limpieza de las calles habaneras y parajes públicos, aunque con esto no se resolvieron realmente los problemas, pues eran de alcance muy limitado. No fue hasta más de cincuenta años después, que mediante un edicto ordenado por Espeleta, fechado 30 de octubre de 1786, que las autoridades coloniales no volvieron de nuevo a tener en cuenta los padecimientos de las ciudades por la falta de limpieza de las casas y calles.

Limpiar una ciudad como La Habana, rodeada por la muralla, superpoblada y sin pavimentar, constituyó un problema situado fuera del alcance institucional durante casi dos siglos. Es a finales del XVIII, en un reglamento de policía urbana,queba se plantea el asunto en términos poco menos que utópicos, mezclando ingenuos consejos con severas advertencias o amenazas imposibles de cumplir.

Esta regulación pretendía administrar los desperdicios de una ciudad donde los inquilinos de las casas accesorias lanzaban sus excrementos a las estrechas calles por las que transitaban libremente cerdos y cabras. Los carruajes, tirados por caballos que también aportaban lo suyo, circulaban entre cadáveres de animales, agua de letrinas y cocinas, escombros y basura que decoraban los portales y las plazas.

El reglamento no brindaba ninguna solución realista y viable para cambiar este pestilente panorama, y solo quedaron establecidas unas bases que marcarán incluso los futuros intentos de limpiar la ciudad. Consideraron las calles de uso común a la sociedad, pero quedan entendidas de que son reciprocas las obligaciones de todos. Es decir, las autoridades solo controla su cumplimiento, pero son los vecinos los que tienen que pagar la limpieza.

Durante la década de 1820, el Ayuntamiento habanero discutirá varios proyectos de limpieza basados en la redistribución entre el vecindario de ciertas responsabilidades sanitarias y sus correspondientes cargas económicas.

Pero el problema no se plantea solo en términos puramente higiénicos, sino también en la conservación del puerto, clave para la economía insular. Todos los desechos acumulados en las calles y removido junto el fango, con el paso de las carretas, eran arrastrados por las lluvias hacia la bahía, que podía quedar cegada definitivamente.

Para librarse de este peligro, las autoridades habían lanzado sucesivas y fallidas medidas destinadas a controlar el creciente tráfico interurbano o a financiar operaciones de dragado portuario. Solo como complemento de estos planes se contemplaba la limpieza y el eventual empedrado de las calles.

Con la amenaza del cólera, limpiar la ciudad dejó de ser un problema secundario, y el Ayuntamiento se vio obligado a preparar un estudio sobre la higiene pública que constituyó la base del nuevo reglamento de limpieza de La Habana.

Pero el modelo propuesto seguía las viejas pautas. Se encargaría un contratista de la recogida de basuras y de la limpieza de las plazas, pero para pagar sus servicios se recurría a la recaudación de cuotas fijas mensuales impuestas a cada vivienda o local de negocios. Puedo imaginar todos los comentarios y debates que esto ocasionaría entre los vecinos y comerciantes, tratando de calificar quien generaba más desperdicios y basuras.

La cuota dependería de la “contribución” que cada uno hiciese a la suciedad general de la ciudad. Se creó un complejo sistema de categorías urbano-sanitarias, mediante el cual se distribuía la carga representada por los gastos de limpieza.

En enero de 1833 este nuevo contrato ya había entrado en vigor, pero la situación sanitaria real de la ciudad no cambió. Montañas de heces y otros desperdicios se acumulaban frente a las puertas de las casas y esto no solo constituía una amenaza para la salud pública, sino también ponía en peligro la seguridad de la zona, porque estos basureros improvisados eran propensos a incendiarse, poniendo en riesgo las propias viviendas y locales a su alrededor, lo que consta sucedió en muchas ocasiones.

No es hasta finales del siglo, en 1898, con la Intervención norteamericana y el cambio de poderes, que el mayor general John R. Brooke asume la función ejecutiva de la isla, en representación de la Cancillería de Estados Unidos. La regencia temporal de Brooke es quien realmente impulsa la ejecución de obras públicas y de saneamiento en la isla.

LIMPIEZA DE CALLES EN CUBA

Se inicia una era de adelanto y reconstrucción, mejoría sanitaria, económica y en todos los sentidos. De forma oficial, en los años 1898-1902, se establecieron las primeras ordenanzas para la limpieza y recogida de residuos en nuestro país.

A las pocas semanas de iniciada la intervención, en las principales ciudades se organizó y perfeccionó el servicio de recogida de basuras y limpieza de las calles. En la Habana, Santiago de Cuba, Matanzas y otras ciudades presenciaron asombrados como un ejército de barrenderos, medidores, constructores y funcionarios de salud pública invadían las calles y las casas en una gran campaña de higienización.

Durante esos primeros años del siglo, se llevaron a cabo trabajos para el saneamiento del país en el cual, producto de la Guerra de Independencia de 1895, imperaba la destrucción y la insalubridad. La construcción de alcantarillados, la pavimentación de calles y el desarrollo de campañas de higienización con la eliminación de charcos pestilentes y viviendas ruinosas, así como la organización de limpieza de calles y la recogida de basura.

La “higienización civilizadora” promovida por las autoridades militares no se limitó solo a los espacios públicos. Lejos de ello, traspasó los umbrales de las casas para alcanzar incluso los rincones más privados. Hacia 1899, por citar solo algún dato, solo un 10% de las casas, de La Habana y Matanzas, tenían servicios sanitarios. Las piezas sanitarias fueron importadas en gran número de los Estados Unidos y vendidas a precios módicos, a fin de que los habitantes de la ciudad pudieran entrar en la “era moderna” con hábitos higiénicos renovados.

Había llegado el confort y la modernidad…

CUBA EN LA MEMORIA 18/12/2014

EL CLUB ATENAS La más aristocrática de las sociedades para la raza negra

09 martes Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Sociedad

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calles Cuba, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

Los antecedentes históricos de la lucha de las sociedades negras en Cuba los encontramos desde el período colonial, tanto en las “cofradías”, que fueran las primeras asociaciones, instituidas por la iglesia católica, de blancos, morenos y pardos, como en los “cabildos negros”, que inicialmente agruparan a los de esta raza procedentes de África. Terminada la Guerra de los Diez Años, aunque nos pueda sorprender, es a solicitud del Gobierno Español que se crean las “Sociedades de instrucción y Recreo de Pardos y Morenos”.

Juan Gualberto Gómez, a quien nuestro apóstol José Martí, llamara: “…mi hermano querido, mi hermano mulato, mi orgullo…”, es quien se ocupa de agrupar las cofradías, cabildos y centros sociales en el “Directorio Central de las Sociedades de Raza de Color”, para la lucha por la superación cultural, económica, política y social de esa raza frente a los prejuicios raciales y a favor de la unión de todos los cubanos.

Matancero hijo de esclavos, independentista y colaborador junto a José Martí en la organización de la Guerra de Independencia, Gómez comenzó a ejercer el periodismo en la “Revue et Gazette des Tetares”, llegando a ser corresponsal de un periódico en Bruselas y de otro en Ginebra. En México, en 1877, fue representante del violinista cubano Claudio Brindis de Salas. Después de la firma del Pacto del Zanjón fundó en Cuba el periódico “La Fraternidad” en 1879.

Regresa a Cuba en 1890, reanudando la publicación de “La Fraternidad, dando a conocer su artículo «Nuestros propósitos», en el cual defendía la necesidad de unión de las razas blanca y negra para la consecución de la independencia de Cuba

No obstante sus esfuerzos y la activa participación de los negros en la Guerra de 1895, al instaurarse la República los mantuvieron marginados y las “sociedades” continuaron conformándose según el color de la piel y la posición económica de sus miembros. Las sociedades negras lucharon por conseguir la igualdad y erradicar la discriminación racial, pero solo obtuvieron algunas mejoras. A pesar de la Constitución de 1901, los negros siguieron siendo los ciudadanos más despreciados en el sector laboral.

Las sociedades negras no fueron más que la respuesta a la discriminación ejercida por los círculos sociales blancos que les negaban su acceso, pero pese a haber adoptado erróneamente un funcionamiento similar al blanco, el asociacionismo negro adquirió unas funciones muy particulares, siendo su principal objetivo contribuir a la integración de sus miembros a la nación en construcción.

Pero esas organizaciones conllevaban la paradoja interna de reproducir mecanismos de exclusión y de elitismo con el objetivo de alcanzar un lugar en el panorama social, siendo su existencia reflejo de la propia jerarquización de la sociedad cubana, tal como lo demuestran la existencia de “diferentes” asociaciones de este tipo en una misma ciudad y la selección estricta de su membresía.

De este modo esperaban alejarse de las imágenes peyorativas comúnmente aplicadas a las personas de piel oscura y demostrar su capacidad para integrarse en la sociedad civil. Ya desde las últimas décadas del siglo XIX, los criterios de acceso a ciertas asociaciones reflejaban unas desigualdades crecientes entre esa población ahora libre. La clase media de negros y mulatos no solo se dividieron de acuerdo a sus ingresos, sino incluso por el matiz de la piel, y hubo intentos de dividirlos además por su región de origen, como en los viejos cabildos de nación de la colonia, ya fueran congos, carabalíes, lucumíes, etc.

El “Club Atenas”, sin obviar sus innegables logros y valores, fue también una sociedad clasista, la más exclusiva y aristocrática de las instituciones de este tipo para la raza negra, aunque no excluía a ciertas personas blancas de probada reputación, como Don Fernando Ortiz, o los que tuvieran vínculos matrimoniales con algún socio.

Para organizar esta institución se creó una Junta General, con sus socios fundadores, el 21 de Septiembre de 1917, en el domicilio del industrial General Lauzá, sita en la calle Escobar Nº 78. Allí se eligió la Junta Directiva y a su Director, responsabilidad que recayó en el Dr. Pantaleón J. Valdés.

EL CLUB ATENAS
El “Club Atenas” se funda finalmente el 25 de septiembre de 1917, con 88 socios, negros y mulatos, en su mayoría empleados públicos, aunque también lo integraron abogados, médicos, dentistas, ingenieros, profesores de música, periodistas y de otras profesiones, todos pertenecientes a una pequeña y media burguesía negra. Su primer presidente fue Aquilino Lombart, quedando Juan Gualberto Gómez como Presidente de Honor. Con el tiempo ingresarían un mayor número de intelectuales, militares de graduación y personas de mayor posición económica. Su sede estaba situada en la calle San Miguel Nº 119 (altos) en La Habana.

En 1925, siendo presidente Gerardo Machado, según consta en escritura del Archivo nacional de Cuba, se cede y traspasa a favor de esta institución el solar nº 5 de la manzana nº 22, de los terrenos de la antigua Muralla, para que se construyera el edificio adecuado para el domicilio de este Club. Además se les otorgó cincuenta mil pesos para su construcción. Esta y otras donaciones que Machado hizo a sociedades negras, le garantizaban el apoyo de lo que constituía una fuerza política poderosa.

En Febrero de 1927 se comenzó la obra, según el proyecto del arquitecto Luis Delfín Valdés, que fue terminada el 11 de Mayo de 1929. El edificio se encontraba situado en las calles Ignacio Agramonte y Apodaca, inaugurándose con una recepción en la que participó el Presidente de la República y celebrando en la noche un gran baile de gala para los socios.

Existieron muchas otras sociedades de este tipo en toda la Isla, entre las que se pueden destacar el “Marianao Social Club”, la “Unión Fraternal”, o el conocido “Buena Vista Social Club”. Pero no era lo mismo el aristocrático “Club Atenas” que los populares “Sport Club” o la “Sociedad El Pilar”. En 1949 existian más de 200 sociedades de este tipo.

En el “Club Atenas” las orquestas eran obligadas por una “Comisión de Orden” a tocar foxtrots, valses, danzones o boleros, prohibiéndoseles tocar rumbas, sones o mambos, mientras que en las sociedades “blancas” se bailaba la música “de los negros”, tocada generalmente por orquestas blancas e incluso terminando las fiestas con una conga callejera.

Félix Chapotín, que con el “Septeto Habanero” llevaba el son a sociedades como el “Miramar Yacht Club” o el “Vedado Tennis”, comentó en una entrevista: “…las sociedades negras como la “Unión Fraternal” y el “Club Atenas” nos discriminaban… Entendían que no era decente tocar el son, pensaban que el blanco los despreciaría, les llamaría “negros rumberos”…” La discriminación era tal que las criadas no podían pertenecer al Club Atenas.

Independiente a esto, su actividad era meritoria, pues además de su permanente lucha por la igualdad racial, realizaba actos culturales, veladas, bailes y homenajes a figuras destacadas, como el realizado al reconocido pelotero Orestes Miñoso, por su aporte al base ball en la Grandes Ligas, como miembro del “Chicago White Socks”. También organizaba viajes no solo dentro de Cuba, sino también al exterior, como el realizado en 1954 para entregar a la entonces primera dama Eleanor Roosevelt un busto del patriota cubano Antonio Maceo. Nicolás Guillén, quien frecuentaba esta sociedad, en un acto celebrado a la memoria de Maceo, se refirió al ayudante de Maceo, Lino Dou, como un criollo universal, culto, masón y ñáñigo.

La desaparición de estas sociedades después de 1959 no fue aceptada por todos, prueba de ello es que después de tratar de homogeneizar la sociedad cubana durante más de 40 años, surgen grupos que tratan de afirmar su singularidad, como la “Cofradía de la Negritud”, fundada en 1998. Su objetivo es centrarse en la situación de los cubanos negros porque, según ellos, «el gobierno no ha conseguido resolver el problema racial”. Desconozco si aún se mantiene activa.

CUBA EN LA MEMORIA 09/12/2014

PARQUE MONUMENTO ANTONIO MACEO

06 sábado Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Personajes, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, Cuba, Parques cubanos

Publicado por Derubín Jácome

Mañana, 7 de Diciembre, se conmemora un aniversario más de la caída en combate de Antonio Maceo, el “Titán de Bronce”, en la lucha por la liberación de Cuba del yugo español. En esta publicación solo les comentaré sobre uno de los monumentos erigidos en la memoria de este patriota santiaguero, general cubano, segundo Jefe Militar del Ejército Libertador de Cuba y uno de los líderes independentistas más destacados de la segunda mitad del siglo XIX en América Latina.

El monumento se encuentra en el Malecón habanero, en un parque de 400 metros de largo y 60 de ancho, ubicado entre las calles Marina y Belascoaín. Esta zona, hasta que se construye el torreón de San Lázaro a mediados del siglo XVII, era solo una playa desierta, pero con el crecimiento de la ciudad para mediados del siguiente siglo adquiere importancia y se edifica el “Hospital de San Lázaro” y en 1794 se inaugura la “Casa de Beneficiencia”. En 1910, en la esquina de Belascoain y San Lázaro, se construye la “Secretaría de Sanidad y Beneficiencia”, lo que después fuera el “Hotel Manhattan”.

Esta explanada fue sede de la “Batería de la Reina o San Lázaro”, construida entre los años 1856 y 1861. Era una plaza circular de grandes proporciones, con una batería frente al mar y múltiples alojamientos para la guarnición de 250 hombres y 44 piezas.

A principios del siglo XX comienza a extenderse el Malecón hacia esta zona y la Batería es demolida, destinándose esta área para la construcción del parque monumento a nuestro Titán de Bronce, según ley dictada el 26 de febrero de 1910. El 2 de febrero de 1911 se convoca el concurso para seleccionar el mejor proyecto del monumento, siendo otorgada su ejecución al escultor italiano Domenico Boni y el diseño al arquitecto Francisco Centurión.

PARQUE MONUMENTO ANTONIO MACEO

El monumento es un conjunto escultórico de gran belleza. En la superficie de su plataforma aparecen grandes figuras que representan la acción, el pensamiento, la justicia y la ley. Al frente del zócalo un relieve de Mariana Grajales, madre de Maceo, haciendo jurar a sus hijos fidelidad a la Patria y en la posterior se simboliza la Batalla de Peralejo. Alrededor del fuste cuatro grandes relieves alusivos a las hazañas del General Antonio Maceo en Mangos de Mejías, Baragüá, Cacarajícara, y La Indiana. También se distinguen el escudo Nacional y el de la Ciudad de la Habana.

Remata el Monumento la estatua ecuestre en bronce y base de granito de Antonio Maceo, con su uniforme militar y machete en mano en actitud de arengar a sus soldados a lanzarse al combate. Con la otra mano sostiene las bridas del corcel. La figura está de espaldas al mar, atendiendo a una regla escultórica que regula su posición. Se pone de frente al mar si se trata de un extranjero y de frente a la tierra si es alguien nativo del país.

En el proyecto de la escultura original, Antonio Maceo estaba representado a galope sobre un grupo de agresivas bayonetas, pero los miembros de la comisión del concurso, consideraron que esto podría generar una dificultad para la compenetración y el mutuo amor de españoles y cubanos, por lo que propusieron cambiarla. El pedestal sobre el que finalmente fue colocada, tampoco figuraba en el boceto original.

El 20 de mayo de 1916 se inauguró el monumento, pero el parque quedó sin construirse. No es hasta 1925 que, sobre la base del proyecto del arquitecto Francisco Centurión, se decide remediar su estado de abandono, y ante las protestas de muchos, entre ellas la de Emilio Roig, desde las páginas de la revista Carteles se hace un llamado a la conciencia de los gobernantes, en especial al que fuera Secretario de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes, para que se haga un parque como Maceo se merece.

De este modo se consigue eliminar algunos elementos decorativos innecesarios, como tinajones y figuras de ranas, los que son retirados. Se le adiciona una portada funeraria, que había sido realizada para el cementerio de Cienfuegos, pero al no haber sido pagada por el ayuntamiento de dicha ciudad, es cedida al parque por el contratista. Su fuente luminosa, una simple taza de cemento, es sustituida por una de piedra. En 1938, de nuevo Emilio Roig, desde la revista Carteles, reitera su protesta y logra se retire la pérgola construida en el parque.

Es en 1960, que el parque es objeto de una remodelación capital, aumentando además su área a treinta mil metros cuadrados. Más recientemente se realizaron algunas reparaciones y se le rodeó, inexplicablemente, de una cerca de metal que limita el acceso libre al mismo.

CUBA EN LA MEMORIA 06/12/2014

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