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CUBA en la memoria

~ por Derubín Jácome

CUBA en la memoria

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PARQUE CENTRAL – ACERA DE NEPTUNO

18 viernes Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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calles Cuba, edificios, habana, Parques cubanos

Publicado por Derubín Jácome

Un lector me pide comente sobre los edificios que se encontraban en esta acera del parque Central antes de existir el nuevo hotel “Parque Central”, la de la calle Neptuno entre el Paseo del Prado y la calle Zulueta. Las fotos corresponden a varias épocas, ya que en esa acera existieron diferentes negocios y sobre ello les comentaré en esta publicación.

Al parecer el primer uso destacado que ocupó esta área, que ya antes había sido una estancia o finca extramuros, fue un taller, el Taller de José Albazzi, donde se fabricaban estatuas con la suficiente calidad como para participar en la “Exposición Universal de 1887”, celebrada en París. Albazzi fue uno de los seleccionados para representar a las “provincias de ultramar” en dicha exposición, por ser el inventor un procedimiento artístico industrial que le permitía hacer esculturas con granito artificial de todos los colores.

Técnica que es seguro que influyera en que aún hoy día tengamos, en casi perfecto estado de conservación, esos impresionantes suelos multicolores de granito con sus logos, o distintivos, a la entrada de hoteles, bancos, centros comerciales, etc., tema al que uno de nuestros lectores, Gonzalo Moran, le dedica una página que les recomiendo.

En el Catálogo general de la sección española, para la citada exposición editado por la Imprenta General de Ch. Lahure, París, 1867, aparece:
JOSE ALVAZZI; Habana.


“…Objetos de piedra artificial. El expositor, dueño del Museo estatuario situado en la calle del Prado, núm. 25, en la Habana, es inventor de un procedimiento artístico industrial para hacer objetos de escultura con granito artificial de todos colores. Al presentar en la Exposición el método de que se sirve para realizar su invento, el Sr. Alvazzi expone como muestras: un jarrón grande, dos bustos pequeños, dos repisas y en un cuadrito dorado la vista fotográfica de su museo estatuario…”

Los inicios del Parque Central de La Habana comienzan más de 200 años después de fundada la ciudad y originalmente estaba situado fuera del recinto que encerraron las Murallas que se encargaban de asegurar la ciudad del ataque de los piratas y corsarios que frecuentaban la época.

Durante la época colonial, los parques y plazas fueron una constante en nuestra Isla al iniciar la urbanización de ciudades y pueblos. Casi es posible asegurar que no existe alguno fundado que no cuente con un parque y una iglesia, que no marque además el centro de la localidad. En La Habana, principal ciudad de la isla, no ocurrió de otra manera, aunque este parque no fue el primero en construirse, ni tampoco marcó en el momento de su surgimiento, el punto más céntrico de la ciudad.

El Parque Central marcaba el inicio del paseo de extramuros, construido en 1772 bajo el gobierno colonial del Marqués de la Torre, Capitán General de la Isla, siendo su primer nombre el de “Alameda de Extramuros o de Isabel II”. Después del cese del régimen colonial se le dio el nombre de “Paseo de Martí” en homenaje a nuestro apóstol, aunque todos lo conocemos como “Paseo del Prado”.

Con el crecimiento de la ciudad, para la segunda mitad del siguiente siglo, el Prado comenzó a flanquearse de elegantes mansiones y grandes edificios de sociedades. La demolición de las murallas, en 1863, había dejado una gran faja de terreno que pronto fue urbanizada según el trazado del arquitecto Juan Bautista Orduña. En su proyecto destaca la propuesta de construir una gran plazoleta que reuniera las tres plazoletas menores existentes y conformar lo que es hoy el Parque Central de La Habana.

A partir de entonces comenzaron a erigirse obras de importancia en aquellos terrenos. Bajo el Gobierno de Miguel Tacón (1834-38) se inauguró el “Teatro Tacón”. El “Hotel Telégrafo” se inaugura entre 1858 y 1863, siendo uno de los más lujosos de Cuba y América durante el siglo XIX. En 1843 aparece el conocido por “Café y Salón Escauriza”, rebautizado “Le Louvre”, que le da nombre a toda la acera y que será antecedente de del “Hotel Inglaterra”.

En 1850 frente al Teatro Tacón, en una las plazoletas antes citadas, se coloca la primera estatua de Isabel II. En 1870 se inaugura el “Teatro Albisu”, que será sede de la zarzuela hasta su desaparición en 1918 para levantar el “Centro Asturiano”. En 1877 abre sus puertas del Teatro Payret y a finales de este siglo se construye el edificio de viviendas de la familia Pedroso, que posteriormente fue utilizado por las oficinas del “Diario de la Marina” y finalmente como “Hotel Plaza”…

PARQUE CENTRAL - ACERA DE NEPTUNO

Pero resulta Imposible resumir, en el breve espacio de una publicación, toda la evolución y el desarrollo de este importante emplazamiento. Ya con lo que les he comentado creo pueden hacerse una idea de esta progresión que lo convierten en el centro de la ciudad.

No es hasta 1877 que se terminan los trabajos de construcción del parque y es dotado de un “moderno” equipamiento de farolas, bancos y otros elementos para su embellecimiento. El nuevo siglo XX comienza con un “Parque Central” ya delimitado por edificaciones unificadas por una arquitectura que tiene como base el patrón clásico criollo de hermosas arcadas de columnas solidas a nivel de la calle, con diferentes detalles que les diferencian de los de los edificios aledaños, pero respetando el patrón cubano de ventanales y columnas detalladas..

Como lugar de encuentro y reunión y como lugar de paseo, el Parque Central quitó protagonismo a la Alameda de Paula y a la Plaza de Armas, que habían sido de la preferencia de los habaneros manteniendo esa primacía durante las últimas décadas de la colonia y las primeras de la República, lo que sin dudas hace que sean construidos en esta zona más sitios de esparcimiento y encuentro de los pobladores de la ciudad.

Es en este período al que corresponde el edificio del Café y Billares “El Central” de la foto al centro de la publicación. Por ser quizás un edificio de menor importancia no tengo referencias exactas de su construcción, pero si puedo comentarles que en las estadísticas de la Isla de Cuba en 1862, se refleja la existencia, en ese año, de ciento ochenta y ocho billares, que contabilizaban más de dos millones de pesos en rentas.

Incluso mucho antes, en 1805, ya existía una contribución sobre el juego de Billar que se utilizaba para la manutención de presos. En 1814, había cuatro billares en La Habana, veinte y seis en 1827 ¡y doscientos cuarenta en 1899! El de la foto era de los más importantes y frecuentados.

Posteriormente el edificio sufrirá algunas remodelaciones y cambios para ser ocupado por diferentes propietarios que instalarán múltiples servicios comerciales como bares, cafeterías, reposterías y venta de tabacos, revistas, helados, etc. Con el tiempo, y por falta de cuidado y mantenimiento, el edificio se fue destruyendo, incluso derrumbando, hasta llegar a un estado ruinoso.

El hotel “Parque Central” se inaugura en mayo de 1999, conservando de algún modo en su fachada el aspecto de las antiguas construcciones de principios de siglo. No obstante, es una pena que el edificio original se haya perdido.

CUBA EN LA MEMORIA 18/03/2016

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FRONTONES DE CUBA

10 jueves Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Costumbres, Cultura cubana, Deportes

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Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

La pelota vasca (en euskera: pilota) fue llevada a Cuba por los vascos en el año 1898. Comenzó a jugarse en La Habana y se le atribuye a Tomás Mazzantini el proyecto de establecerla en Cuba. Sin olvidar la importancia de Rufino Osoro, que sería quien solicitara el permiso para oficializarla en la isla, ni a Basilio Zarrasqueta, que sustituyó a Rufino Osoro y fue el promotor más entusiasta de este deporte en nuestra isla .

A estos tres hombres, debemos el conocimiento de este deporte, perfeccionado en las provincias vascongadas, pero cuya historia y nombre data desde épocas muy remotas.
Ellos, no sin esfuerzo, consiguen la concesión de la manzana de terreno comprendida entre las calles de Concordia, Lucena, Virtudes y Marqués González, propiedad del Municipio que tenía destinada a depósito de materiales. La obra que se proponían requería para su construcción de un presupuesto muy alto, pero con sus esfuerzos lograron que muchos le dieran apoyo.

Entre ellos, D. Ignacio Nazábal, D. Segundo Méndez, D. Augusto Lezama y D. Juan Francisco Uribarri, que unidos a Zarrasqueta lograron que pocos meses después, el 7 de mayo de 1901, naciera el primer templo de pelota vasca destinado al juego, a la usanza vasca, de cesta a punta: el “Frontón Jai-Alai de la Habana”. En su inauguración se escuchó, por vez primera en la isla, las notas del himno inmortal de José María Iparraguirre “Gernikako arbola”, junto a las de nuestro Himno Nacional. La obra no tardó mucho tiempo en ganarse el nombre de »El Palacio de los Gritos».

La primera directiva del Fronton Jai Alai fue seleccionada entre representantes de la banca y el comercio. El primer cuadro de pelotaris que inauguró la cancha del “Frontón Jai-Alai de la Habana” fué contratado por el señor Rufino Osoro. Por primera vez pisaron la cancha habanera los delanteros y “zagueros” San Juan, Lavaca, Juan Rincón (Navarrete), Oyarzun y Elícegui. Zagueros son los jugadores que se colocan detrás.

En Cuba este deporte se arraigó con firmeza, aunque tuvo momentos de alza y de bajas. En 1912 vence el plazo concedido por el Municipio de la Habana a la “Empresa Frontón Jai-Alai” y el edificio de Concordia y Lucena enmudeció por largos años, aunque durante ese tiempo no faltaron gestiones y muchos esfuerzos porque abriera nuevamente sus puertas.

El semanario «La Cancha Habanera» fue la primera revista que se publicó en defensa del deporte vasco. Su primer número vio la luz el domingo 16 de noviembre de 1902. Fundada por los señores Domingo Asencio y Mirelles y Manuel Roces. Muy poco después surgieron otras revistas sobre pelota vasca, tales como «El Beti-Jai», «El Pelotari», «La Pelota de la Habana» y «Fiesta Alegre», estas últimas de los periodistas Atanasio Rivero, Eulogio Diaz Miranda y Fernando Rivero.

A los asistentes a los juegos, en aquella época, le llamaban la atención no solo los pelotaris con su indumentaria compuesta por boina roja, saco blanco y pantalón negro, sino también los “corredores” de apuestas que se destacaban con sus movimientos en la contracancha, por su ir y venir, por su vocear continuo y por su agilidad y mente despejada en hacer las apuestas cruzadas. Los corredores eran necesarios para la defensa del dinero público, pues ellos representan las garantías por respaldados por las empresas que los había nombrado. En una época en que el transporte público era aún tirado por caballos, La Habana comenzó a ser el centro de un deporte cada vez más lucrativo, gracias a las crecientes apuestas.

Finalmente el día 12 de Agosto de 1919, se aprueba la llamada “Ley del Fomento del Turismo”, votada por el Congreso y firmada por el entonces Presidente de la República, el Mayor General Mario G. Menocal. Gracias al amparo de esta ley, Elicio Arguelles vuelve a establecer el juego vasco de pelota en Cuba.

Por tal motivo se erigen dos nuevos frontones. Uno en Cienfuegos, el 13 de noviembre de 1920, también con el nombre de “Jai-alai”, que significa “fiesta alegre”, y otro en la Habana con el nombre de «Frontón Nuevo», inaugurado el 28 de enero de 1921. Basilio Zarrasqueta es nombrado administrador de la “Empresa Frontón Jai-Alai”.

En la noche del sábado 11 de Mayo quedó inaugurada la primera temporada del deporte vasco en su segunda etapa en La Habana. Esa noche jugaron el primer partido Higinio y Egozcue. El segundo partido, Eguiluz y Altamira teniendo de contrarios a Cazali mayor y Arnedillo. Eguiluz, cubano de nacimiento, era la estrella, que en la nueva constelación deportiva, se presentaba al público habanero.

FRONTONES DE CUBA
En poco tiempo, por el Palacio de los Gritos comenzaron a desfilar jugadores de fama mundial. Las temporadas comenzaban el primer domingo de octubre y terminaban el 20 de junio. Después de esa fecha todos los pelotaris, corredores de apuestas y catedráticos de tan fascinante juego, regresaban a la península con los bolsillos llenos de dinero.

Pero otro frontón fue considerado también como uno de los atractivos que contaba La Habana en aquella misma época: el Frontón «Habana-Madrid». Construido para el juego de otro deporte y además con la diferencia de que era practicado por mujeres perfectamente entrenadas, en el manejo de la raqueta.

La acertada iniciativa que dio lugar a implantar este nuevo deporte en Cuba, se debió en primer término al señor Panchito del Barrio, que en unión de los señores Aurelio Vázquez, Fernando Serafín y Ángel del Cerro obtuvieron la autorización correspondiente para su implantación y funcionamiento.

La inauguración del “Habana Madrid” tuvo lugar el 13 de Octubre de 1922, una vez concluida la construcción de un edificio apropiado, con armazón de acero y ladrillos, y con una cancha de treinta y cuatro metros de largo por nueve y medio de ancho.

En dicha inauguración figuraron diez y siete “señoritas pelotaris”, que…“viven dentro del mismo edificio bajo el cuidado de familiares de respetabilidad, y sólo salen de paseo o a diligencias acompañadas de señoras que están a su cuidado, evitándose de esta suerte se maleen con tratos que a su buen nombre y al de la empresa pudiesen ser perjudiciales”… Ante todo el honor y la moral.

Pero el Jai Alai, por su entorno marcado por las apuestas, fue eliminado después de 1959. Desapareció la tradición… y la mayoría de los pelotaris, corredores de apuestas y se trasladaron a la Florida para darle continuidad a una tradición que, sin dudas, había sido patrimonio de la República.

No quiero concluir sin nombrar al famoso cestapuntista cubano José Antonio Martínez Díaz (“Frias”). Nacido el 5 de noviembre de 1927 en La Habana y fallecido este mismo año. Jugó en los mejores frontones del mundo, y consiguió varios premios durante su larga trayectoria, como el del Torneo Diamond Doubles, con Isasa; el de World Doubles, con Careaga, Egurbide y Javier…

Sin dudas fue uno de los mejores pelotaris de su época y muchos aficionados del País Vasco aún recuerdan a «aquel cubano, alto y moreno que jugaba los grandes partidos de la época junto a Txutxo Larrañaga, Txurruka y todo el elenco de grandes puntistas de la época…»
En este deporte también tuvimos nuestras estrellas.

CUBA EN LA MEMORIA 10/03/2016

DROGUERIA SARRÁ

04 viernes Mar 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in CUBA EN LA MEMORIA, Personajes, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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Cuba, edificios, habana, migraciones en Cuba

Publicado por Derubín Jácome

Los catalanes José Sarrá y su tío Valentín Catalá, boticarios, llegaron a Cuba a mediados del siglo XIX para hacer carrera y probar fortuna en los negocios. Pero lograron mucho más, porque los Sarrá conquistaron La Habana y aunque en 1885 existían más de 65 farmacias que vendían tanto patentes nacionales como extranjeras, poco después, la fundada por ellos será la más importante.

Estos catalanes crean la “Sociedad Catalá, Sarrá y Co.”, y fundan en 1853, en una pequeña casa de la calle de Teniente Rey, la farmacia “La Reunión”, con la estrategia de proveer no solo productos farmacéuticos de alta calidad, sino hacerlo a precios razonables. Para ello invierten 50.000 pesos en la fundación de esta farmacia y droguería, en La Habana Vieja, junto a un pozo de agua pura, que resultaba idónea para la elaboración de sus medicamentos.

El establecimiento, orientado a la venta al por mayor, se llamó “La Reunión” ya que unificaba las farmacias tradicional y homeopática. La primera quedaría a cargo de José y la segunda por su tío, quien también asumiría la contabilidad. Montaron un laboratorio que poco tiempo después ya surtía de ungüentos, sales, jarabes, extractos y otros productos a farmacéuticos y hospitales de toda Cuba.

En 1858 se incorpora a la empresa otro familiar, el también científico y negociante José Sarrá y Valldejulí, sobrino del cofundador. Siete años después, Valentín les venderá su parte para establecerse por su cuenta en Barcelona. La antigua Sociedad es disuelta y se constituye la “Sarrá y Co.”

Sarrá Valldejulí, el nuevo socio, realizaría grandes cambios en la empresa, comprando algunas propiedades en la manzana donde se encontraba la farmacia y mejorando la botica, a la que le agregó oficinas, almacén y un laboratorio aún mayor, adquiriendo nuevos equipos, como una máquina de vapor para hacer pulverizaciones o presas para extraer aceite de ricino. Sacaría al mercado nuevos productos propios de gran éxito, como la “Magnesia Sarrá”. También destaca la formación de más de cien farmacéuticos en estos laboratorios.

Fue tal la importancia de esta droguería, que en el año 1881 su Majestad Alfonso XII de España le concedió al Dr. José Sarrá el título honorífico de «Farmacéutico y Droguero de la Real Casa» y otorgándole el uso del Escudo de Armas Reales en las muestras, facturas y etiquetas de sus productos. Para 1883 se instalará la Droguería y Farmacia «La Reunión» en su edificio de Teniente Rey y Compostela.

En el nuevo edificio, la importancia del negocio crecerá en proporción a su amplitud, manteniendo el primer lugar entre las de su clase. En 1898 muere su dueño fundador y la dirección de la casa pasa a ser propiedad de la firma “Viuda de José Sarrá e Hijo”, conformada por la señora Doña Celia Hernández y Buchó, viuda de Sarrá y su hijo Ernesto, que aunque solo contaba con 19 años, ya se distinguía en sus estudios de la carrera de Farmacia. En manos de ambos la casa mantuvo siempre su lugar prominente, hasta quedar finalmente como único propietario su hijo.

Es precisamente esta tercera generación de propietarios, con Ernesto Sarrá Hernández a la cabeza, la que en las primeras décadas del siglo XX transforma el prestigioso negocio en uno de los emporios más importantes de Cuba.

En 1912 será Ernesto quien adquiere varias casas en la esquina de Teniente Rey, Habana y Compostela, que unido a los anteriores edificios forma un conjunto de 18 nuevos inmuebles con una superficie de 13,000 m2. El prestigioso negocio se transforma en uno de los emporios más importantes de Cuba, con 46 edificios, 600 empleados y más de 500 productos, llegando a ocupar más de 45 edificios con 40,000 metros cuadrados de área.

Para tener una idea del crecimiento del negocio, se adquieren las casas de la calle Compostela nº 87, 89, 91, 93, 95, 97, 99, 101, 103 y 105; en Teniente Rey la nº 35, 39, 52, 54, 56, 58 y 60 y en la calle Habana las nº 126, 128, 130, 132, 134 y 136. Ocupando casi completamente los tres frentes de una manzana, lo que le permitía tener 33 vidrieras de exposición hacia la calle. En la calle Buenos Aires nº 21 se encontraban los garajes para guardar los camiones que hacían el servicio de la casa.

DROGUERIA SARRÁ
La Droguería llegó a ser más que una farmacia y un laboratorio de especialidades farmacéutica, biológicas y opoterápicas, sino también una Tienda por departamentos, una fábrica de jabón, de perfumes, insecticidas y desinfectantes, locería, cristalería, juguetería y un almacén de suministros para lecherías de materias primas para dulcerías y panaderías.

También introdujo técnicas de marketing moderno, como regalar perfumes e invitar a merendar a los mejores compradores en la tienda de la droguería, sección “Atracciones Sarrá”. La “Droguería Sarrá” no solo llegó a ser la droguería más grande de Cuba y de Latinoamérica, sino incluso la segunda del mundo tras la norteamericana “Johnson”.

Por su excelencia y méritos alcanzados, en 1934 el “Congreso de la República de Cuba” le concede a la “Droguería Sarrá” el uso del Escudo de la República para que apareciera también en las muestras, facturas y etiquetas. En la Universidad de la Habana y la Universidad de Villanueva se establece el “Premio Sarrá”, que se otorgaba anualmente a los mejores estudiantes de farmacia.

El imperio Sarrá tuvo un largo siglo de vida en Cuba y además del prestigio alcanzado en sus negocios, como evidencia del esplendor alcanzado por esta familia, puedo citarles las residencias de dos miembros de esta familia:

La de su fundador, ocupada actualmente por el Ministerio de Cultura, es la espectacular mansión enclavada en la calle 2 esquina a 13 en el Vedado y la de una de sus hermanas es el llamado “Palacete Velasco Sarrá”, erigido en 1912 en el destacado emplazamiento de La Habana Vieja, que actualmente ocupa la sede de la “Embajada de España” en Cuba, que recibe el edificio en 1984, después de muchos años de abandono tras su expropiación a la familia a comienzos de la década del 60.

En 1999, un grupo de nietos y de bisnietos del Dr. Ernesto José Sarrá establecieron en el Estado de la Florida la corporación “Sarra Natural Products”, para ofrecerle al público la misma calidad, confianza y excelencia que prestigia el nombre Sarrá. Los Productos Naturales Sarrá se venden en farmacias y droguerías en la Florida, New York y New Jersey.

El edificio principal de la “Droguería Sarrá” está considerado como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Actualmente es Museo de Farmacia.

CUBA EN LA MEMORIA 04/02/2016

ALAMAR

29 lunes Feb 2016

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Sociedad, Urbanismo y Arquitectura

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barrios habaneros, calles Cuba, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

El origen de este nombre no tiene relación alguna con cascos blancos o constructores proletarios, tampoco con la ciudad dormitorio, repleta de bloques prefabricados, que conocemos. Por el contrario, su denominación está vinculada quizás al ingenio o capricho de un representante de la burguesía cubana, el abogado Guillermo Alamilla Gutiérrez, propulsor de la primera urbanización de esta zona, “Constructora Alamar S.A”, constituida el 2 de setiembre de 1957.

Alamilla era propietario y presidente de dicha constructora, contratista responsable de obras de las urbanizaciones de los cinco repartos en La Habana del Este. Además era también Presidente del “Residencial Alamar”, propietario de los terrenos de este reparto, uno de los fomentados en la llamada “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”.

¿Por qué entonces el nombre “Alamar”? Al parecer surge de la unión de las dos primeras filas de su apellido paterno, del que toma las dos primeras sílabas, a lo que le añade las primeras letras del nombre de su madre, llamada María. Esto da nombre al reparto: ALAmilla + MARía: ALAMAR. Existe otra versión en la red que relaciona la últimas letras con el nombre de “su esposa” Margarita, pero vale aclarar que Guillermo nunca estuvo casado, al menos según consta en su biografía.

Esta región al este de La Habana, en su origen estaba poblada de tupidos bosques los que serían sometidos a una tala tan indiscriminada, que en 1775 el Gobernador y Capitán General de la Isla, Don Felipe Fonsdeviela y Ondeano, Marqués de la Torre, tendría que emitir una orden para prohibirlo, de lo que tenemos constancia en documentos de la época. Recordemos que dicho Capitán General desde su llegada a Cuba reconoció el estado deplorable en que se encontraba. A él le debemos, entre otras, el primer empedrado de las calles, la ampliación del muelle, la construcción del Teatro Principal, la Plaza de Armas, la Alameda de Paula y la Alameda Nueva. Al parecer su orden de prohibición de la tala en esta zona, resulto tardía.

También podemos asegurar que por esta zona pasaron los ingleses durante la conocida toma de La Habana ocurrida en 1762, ya que existen anotaciones en sus “libros de bitácora”, relacionadas con los desembarcos producidos por tierra, pues era costumbre que los marinos, en sus respectivas guardias, registraran todos los datos de lo que acontecía. Pero aún esta zona no se llamaba Alamar.

La mayor parte del territorio que hoy conocemos por Alamar correspondía hasta finales de la década del 1950 a la finca “La Noria”, propiedad de la familia Velazco, dueña de grandes extensiones de terreno desde el Morro hasta Bacuranao.

Otras fincas, también propiedad de los Velazco y arrendadas a otras familias, completaron el territorio. Los Hernández eran los arrendatarios de los terrenos que bordeaban la Vía Blanca hasta Cojímar y que abarcaban la cima de la loma que hoy conocemos por “El Mirador”. Esta finca se dedicaba principalmente a la cría de ganado vacuno lechero. En “La Noria” también había un picadero de caballos. Como restos de estas fincas aún se conservan una casa de tejas y una torre cercana a la avenida Neptuno.

Su hermano Gustavo era médico cirujano y oftalmólogo graduado de la Universidad de la Habana, tenía un gran capital financiero y se convirtió en una de las primeras figuras del próspero negocio de la urbanización de La Habana del Este, del que poseía 3 785 acciones de la “Constructora Alamar S.A.”.

ALAMARLas urbanizaciones de Alamar nacieron como parte de un gigantesco plan de la Ciudad de la Habana del Este, “Zona General de influencia del Túnel de La Habana”, con las perspectivas y beneficios que ofrecía como nueva ciudad que se construía favorecida por la construcción del Túnel bajo la bahía, lo que la unía a la Capital posibilitando una rápida comunicación y por tanto se revalorizarían los terrenos de la región.

El 7 de marzo de 1956 el ayuntamiento de Guanabacoa aprueba los planos y memoria de la sección de Alamar “El Olimpo” a favor de la residencial “Alamar S.A.” de Guillermo Alamilla Gutiérrez y otros. El ayuntamiento de La Habana aprobaría, el 26 de junio de 1957, el llamado “Costa Azul” de Alamar, ambos pertenecientes a la Territorial “Alturas del Olimpo” S.A.

Después de sucesivos cambios, modificaciones y ampliaciones, Alamilla presentó al ayuntamiento el 5 de abril de 1958 el proyecto de reglamento urbanístico. Las oficinas de urbanización y ventas de terreno, estaban situadas en el edificio “Hoster” sito en Obrapía nº 61, 4to piso, en La Habana. La edificación de almacenes y alguna otra construcción, constituyeron el verdadero centro de la urbanización y se le conocía como “Batey de Alamilla”, hoy el área ocupada por el parque “Hanoi”.

La sección Alamar “El Olimpo”, que corresponde con el actual “Alturas de Alamar”, fue la primera en urbanizarse. Originalmente la entrada se situó donde se encuentra el tanque del agua, y más tarde se trasladó para donde ese encuentra el Servicentro. Después se urbanizaría el “Residencial Alamar”, hacia el centro y finalmente la llamada “Costa Azul” de Alamar, zona que se contemplaba para el turismo y ocio.

En total se urbanizaron 36 caballerías, desde río Cojímar hasta la Ave. “La Noria”. Alamar se parceló con precios oscilantes entre 6 y l5 pesos la vara cuadrada, pagando una entrada y el resto en 60 meses sin interés. Se construyen las calles con rajón del propio lugar, aceras, cunetas, cunetillas y redes técnicas, es decir la infraestructura urbana. De la electrificación se encargarían la “Compañía de Eléctricidad” de La Habana del Este y del abasto de agua el acueducto propio.

El 1 de enero de 1959, Alamar contaba con la infraestructura urbana creada, pero con muy pocas casas construidas, ya que algunos propietarios de terrenos habían esperado a la finalización del proyecto del túnel de la bahía para construir y otros abandonaron muy pronto el país. Solamente se habían construido un total de 31 casas, aisladas entre sí, 14 de ellas en “El Mirador”. Sus habitantes eran fundamentalmente empleados bancarios y de oficinas, pequeña burguesía o clase media.

A principios de los años 60 se construyó el restaurant “El Golfito”, el Servicentro y otras pocas instalaciones y 401 nuevas casas, de modesto tamaño, en la “Costa Azul”. Estas casas inicialmente fueron proyectadas como viviendas para obreros de la construcción, aunque solo 5 familias de ese sector llegaron a mudarse ya que después serían designadas para el uso de técnicos extranjeros, su mayoría rusos.

Y aunque la historia de Alamar continúa, ya conocen que no me ocupo de comentar sobre temas actuales. Sobre ellos que cada cual haga su propia historia…

CUBA EN LA MEMORIA 29/02/2016

CUARTEL DE MILICIAS, DE BLANCOS, PARDOS Y MORENOS

21 domingo Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in CUBA EN LA MEMORIA, Municipios y ciudades, Urbanismo y Arquitectura

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calles de Cuba, colonia cubana, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

El edificio, construido como “Cuartel de Milicias” en 1787, se encuentra en la esquina formada por las calles de Empedrado y Monserrate en la Habana Vieja y en su época constituyó el mayor cuartel de toda la ciudad.

Como en muchas ocasiones ya les he comentado, La Habana se configura, a partir de 1763, como una ciudad de extraordinaria pujanza social, económica y artística. En este proceso es indiscutible, y evidente, el papel desempeñado por las autoridades eclesiásticas y civiles para su transformación urbana y arquitectónica.

Los edificios que se construyeron durante el período anterior tuvieron una finalidad benéfica y un carácter eminentemente funcional. Entre los que podemos destacar el proyecto del Ingeniero Militar José Abarca en 1756 para el Hospital de San Lázaro, comentado en una publicación reciente.

Después de 1763, ya entregado por los ingleses a España, de nuevo, el control de La Habana, su arquitectura se diversifica, construyéndose los dos edificios públicos más importantes de la época: La Casa de Gobierno y la de Correos, esta última también proyectada por Silvestre Abarca, “Ingeniero Director de la Plaza de La Habana e Isla de Cuba”, considerándose posible que fuese también autor de la Casa de Gobierno, por su similitud estilística.

En ambos casos, si bien Abarca fue el autor de los planos del proyecto, también es importante el papel que jugó el arquitecto gaditano Pedro Medina, que impulso su personalidad aportando el empleo de elementos decorativos que dotaran a ambos edificios de un aspecto muy particular.

Pedro de Medina llegó a La Habana por solicitud del propio Silvestre Abarca, quien escribió al presidente de la “Contratación de Indias”, rogándole encarecidamente su presencia, por considerarle de suma utilidad para llevar a cabo las obras defensivas proyectadas para la Capital. Es posible que la relación profesional entre ambos comenzara durante las obras de fortificación de la ciudad de Cádiz, dirigidas por Abarca, donde Medina se encontraba como maestro de obra con solo diez y ocho años de edad.

Dentro de las obras de Abarca, con la colaboración de Medina, está el “Cuartel de Milicias”, que resulta particularmente interesante por la originalidad de su planta en que resuelve la separación racial que le imponía la época, sin sacrificar el carácter unitario del edificio.

En 1764, después de la partida de los ingleses, el Conde de O’Reilly, Mariscal de Campo, fue designado por el Rey como “Inspector General de Tropas”, enviándolo a La Habana, junto con el Conde de Ricla, con el objetivo de mejorar el sistema defensivo de la Capital. O’Reilly, entre sus primeras decisiones, ordena construir un edificio en Monserrate y Empedrado para destinarlo a “Cuartel de Milicias”, obra proyectada por el ingeniero Abarca y que construyese el gaditano Pedro de Medina.

Este edificio, el mayor cuartel de la ciudad en el siglo XVIII, fue concebido para sede de los batallones de milicias, que en aquella época eran clasificados, según el color de la piel de sus integrantes, en “blancos”, “pardos” y “morenos”. Por esta razón, el edificio estaba dividido en tres secciones, con el objetivo que los soldados estuviesen separados según el criterio racial anterior. El área principal, como supondrán, estaba reservada para los de raza blanca, mientras que las del fondo, más pequeñas, correspondían a los pardos y morenos.

CUARTEL DE MILICIAS, DE BLANCOS, PARDOS Y MORENOS
Su planta es trapezoidal, adaptada a la forma del terreno y determinada por el trazado de las calles, con un patio central rodeado por galerías. La obra es de cantería, con dos pisos y con azotea en la cubierta. En la planta baja se albergaban los cuerpos de guardia, los calabozos de oficiales y los de la tropa, cuartos para cabos y sargentos, cocina y lugares comunes. También la sala de armas con capacidad para más de 900 fusiles y los almacenes de vestuario. En el patio central existía una fuente, en la intersección de las áreas, con tres surtidores independientes, destinados al abastecimiento de agua corriente a cada una de las secciones. Supongo que al menos la calidad del agua fuera la misma.

La portada principal, situada en la cara que resulta por un corte en la intersección de las esquinas de Empedrado y Monserrate, está enmarcada por sendas columnas empotradas a ambos lados de la misma y resuelta en su parte superior con una rica solución formal de molduras que le aportan un movimiento del que carecía el proyecto inicial, variación que le aportara Medina con la introducción de elementos barrocos y que pueden ver en las diferentes imágenes superiores de la publicación, lo que hace que destaque esta portada en este edificio caracterizado por la sencillez de su arquitectura. Como pueden suponer, la portada principal correspondía a la entrada del cuartel de blancos.

La decoración de una de las entradas secundarias presenta cierta similitud con la de la Catedral de La Habana, lo que nos puede suponer que la molduras barrocas que enmarca tanto la Catedral como las puertas y ventanas de los edificios públicos de la Plaza de Armas también se debieran a Pedro de Medina, maestro que jugó un papel importante dentro de la arquitectura del último tercio del siglo XVII en Cuba.

Hasta 1844 el edificio cumplió la función para lo que fuera construido, pero a consecuencia de los acontecimientos derivados de la “Conspiración de la Escalera”, por “Real Orden” se suprimieron las milicias de “morenos”, ya que estos resultaban menos confiables para los funcionarios españoles, en la medida que se radicaba la lucha por la emancipación de la Isla. Las de “blancos” y “pardos” fueron trasladadas a dos casas próximas a la villa de Guanabacoa. A partir de este momento el edificio fue destinado para distintos cometidos de tipo militar, sanitario, policial e incluso para alojamiento de varios funcionarios.

Aunque posteriormente surgieron otras edificaciones para fines similares, este cuartel continuó siendo el de mayor tamaño e importancia de la ciudad. Y aunque ha sido transformado, incluso adicionándole una nueva planta, como bien recordaba Gustavo Acosta en su comentario, en general aún conserva sus dos valores máximos: el recinto del patio central con porticado perimetral en ambas plantas y la portada principal con su guarnición mixtilínea, ubicada en el chaflán de la esquina y atribuida a Pedro de Medina.

Como dato curioso, nuestro apóstol, José Martí, permaneció detenido durante dos días en este cuartel, en septiembre de 1879, antes de ser deportado por segunda vez.

CUBA EN LA MEMORIA 21/12/2014

HOSPITAL DE SAN LAZARO –CAMAGUEY

16 martes Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Religión, Urbanismo y Arquitectura

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Cuba, edificios, hospital

Publicado por Derubín Jácome

Quizás algunos desconozcan que también en la ciudad de Camagüey existió un “Hospital de San Lázaro”. Por esta razón y por ser mañana, 17 de diciembre, día de este santo de devoción popular en nuestro país, dedico esta publicación.

Desde 1731, en la sabana del Tínima en Camagüey, existieron dos casas para la atención y cuidado de los “lazarinos”, una para lazarinos blancos en Hato Arriba y otra para negros en Hato Viejo. Estas se encontraban lo más lejos posible del resto de la población, como medida de prevención sanitaria, para evitar el posible contagio de esa enfermedad.

Resultando insuficiente por su capacidad y la calidad de sus servicios, en el año 1734 el Cabildo de la Villa de Puerto Príncipe solicitó al arzobispo de Cuba, Juan Lazo de la Vega y Cancino, la construcción de un asilo para leprosos y una ermita bajo la advocación de San Lázaro. Un año después, el 9 de agosto de 1735, el Cabildo recibió la autorización para ejecutar las obras constructivas.

La ermita, construida en el patio del lugar, quedó definitivamente concluida en el año 1737, no siendo hasta 1746 que terminaran las obras del hospital, construido con paredes de ladrillos, tablas y techo de tejas criollas. Pero esta obra tampoco dispuso de las condiciones necesarias para la adecuada atención y restablecimiento de los enfermos, por lo que en 1776, el edificio se amplía con nuevas celdas y habitaciones.

Ya para 1799, el estado constructivo de las instalaciones era tal, que ponía en riesgo la vida de los lazarinos y empleados, lo que hizo pensar en la necesidad de una nueva instalación. En 1808 su administrador, Gabriel Escobar Socarrás, comunicó al Ayuntamiento no solo el mal estado de la construcción, sino también la difícil situación sanitaria y de salud que atravesaban los enfermos, con deficientes medicamentos y otros cuidados.

El abogado Francisco Pichardo Tapia, residente en la villa, comentaba: «…En una casa ruinosa, asquerosísima, situada entre malezas, distante de la ciudad y de todo vecindario, se recogían por fuerza y hacinaban… padeciendo allí su atribulado espíritu aún más que el cuerpo…».

Con el impulso y apoyo del Reverendo P. Fr. José Espí, en 1815 se comenzó a construir un nuevo hospital en el mismo lugar donde se encontraba el anterior, pero con mucha mayor capacidad y mejores condiciones. Por carecer de financiamiento suficiente, la obra tuvo que ser interrumpida en ese mismo año. Finalmente en 1819 fue concluido el nuevo conjunto arquitectónico, denominado “Hospital de San Lázaro”.

En una de las primeras obras de carácter histórico escrita por los regidores principeños en el año 1844, el abogado Manuel de Jesús Arango Ramírez, José Ignacio de la Cruz y el Lic. Manuel Castellanos, publicaron:


“..El venerable y nunca bien sentido Fr. José de la Cruz Espí, logró al fin levantar y concluir en 1819, el grandioso y hermoso Hospital de Lazarinos que tenemos al O. de la población … cuyo frente presenta una perspectiva hermosa de galería de arquería de mampostería y columnas de orden dórico, en cuyo centro está la puerta principal que da entrada a una galería en que se encuentran 15 celdas espaciosas y bien ventiladas por ventanas de hierro por el costado derecho tiene otras diez habitaciones en el propio orden, y por el fondo seis salones de mucha capacidad …y al costado izquierdo se halla situada la iglesia, es del mejor gusto y suntuosidad, compuesta de una sola nave…”

En el texto se describe que el edificio tenía 80 varas de frente y fondo, con suficiente capacidad para el internamiento de 60 enfermos, divididos en habitaciones separadas para los dos sexos. El área total comprendía 2 caballerías. El edificio era sencillo, solo con algunas discretas formas prebarrocas en su frente, así como en la carpintería general. El área estaba formada por una planta en O y cruzada por pasillos de lozas de barro y con bancos de mampostería.

HOSPITAL DE SAN LAZARO –CAMAGUEY

El Padre Valencia simultáneamente se enfrascó en otras mejoras, como la jardinería, la siembra de árboles frutales y una huerta para la plantación de vegetales y plantas medicinales. También se empeñó en mejorar la ermita de mampostería y techo de tejas del país y el 6 de enero de 1826 inauguraba los dos altares y un dosel.

Vale destacar que la presencia y consagración humanitaria de este sacerdote franciscano, resultó decisiva poder concluir estas y otras obras en la ciudad principeña, sin que por esto abandonara su función de atender a los enfermos, dándole cierta dosis de esperanza de atención de salud y calidad de vida, hasta donde las condiciones y los recursos de la colonia se lo permitían.

Entre muchas de las obras que le debemos al Padre Valencia está la Iglesia del Carmen, el monasterio destinado a las monjas Ursulinas y el Hospital para mujeres, que sería edificado en uno de los barrios históricos de la ciudad. También propuso al Ayuntamiento la realización de un presidio, un hospital para enfermos mentales y planeó el puente sobre el arroyo Las Jatas, cercano al hospital de San Lázaro.

Siguiendo los patrones de las misiones, construyó un tejar, corrales y una hospedería como fuente de ingreso al hospital, entre otras obras de beneficio colectivo. Vale destacar que hacia considerar como un voto de contrición, y de fe, la participación de los creyentes en las construcciones, sustituyéndoles, ante los pecados confesados, los Padres Nuestros y las Ave Marías, por la prestación de servicios en la construcción.

Durante los dos períodos de las Guerras por la independencia de Cuba, las tropas colonialistas se acuartelaron en el hospital y dañaron su jardinería, arboleda y otros elementos constructivos, hechos criticados por la población camagüeyana, lo que consta en la prensa de la época.

El 15 de enero de 1899 el hospital fue declarado Establecimiento Público, según el Decreto del Gobierno General interventor norteamericano. Desde entonces funcionaría como “Asilo Nuestra Señora del Carmen”, para la atención de los ancianos.

En el año 1902, tras algunos años de abandono, se dedica a la atención de enfermos crónicos y ancianos sin amparo familiar. La ciudadanía propone que recobre su nombre original de “Asilo Padre Valencia”, y tres años más tarde se coloca un sencillo busto sobre pedestal de mármol blanco, en el patio interior, como un homenaje permanente al Padre Valencia. Cada aniversario de su muerte, durante mucho tiempo, fue costumbre que gran parte de la población acudiera a observar algunas de las reliquias usadas por él.

La pequeña iglesia, de una sola nave, está consagrada a San Lázaro, por lo que su imagen está colocada en el altar mayor. Sobresale por el espacioso patio la frondosa arboleda que iniciara el Padre Valencia…

CUBA EN LA MEMORIA 16/12/2014

REAL HOSPITAL DE SAN LÁZARO

15 lunes Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Religión, Urbanismo y Arquitectura

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Cuba, edificios, medicina, Religión

Publicado por Derubín Jácome

Los inicios de este servicio a los enfermos de lepra se remontan al siglo XVII, sirviendo de sede algunos bohíos construidos en la Caleta de Juan Guillén, luego conocida como “Caleta de San Lázaro”, situada en la zona extramuros de la ciudad. Área que podemos observar en la foto publicada.

Como podemos suponer, las condiciones en este sitio para los enfermos eran deplorables, por lo que el capellán del hospital, presbítero Juan Pérez de Silva, y el doctor Francisco Teneza se dirigen la solicitud a su Majestad Felipe V, Rey de España, para que se construyese un lugar adecuado donde pudieran mejorarse las condiciones de vida y cuidados a los enfermos.

El aumento de pacientes y la presencia en las calles de estos enfermos pidiendo limosnas para subsistir, unido a las protestas de los vecinos temerosos de ser contagiados, fueron las razones que forzaron a los gobernantes para llevar adelante esta misión.
Por real cédula del 19 de junio de 1714, Su Majestad Felipe V, ordena la fundación oficial del “Real Hospital de San Lázaro”.

En 1781, terminó de construirse el leprosorio en la Caleta de Juan Guillén, que contaba de dos plantas, con un frente monumental que sirvió de fachada a una iglesia, ubicada al centro de la edificación.
Para mayor desgracia, en 1762, cuando la «Toma de La Habana por los ingleses, el Hospital queda totalmente destruido, en una acción de represalia tomada por Inglaterra en su conflicto bélico con España. Pasan más de treinta años hasta que se reconstruye en 1798.

En 1854, el obispo Fleix y Solans encomienda a las religiosas de la orden “Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl” el cuidado de los enfermos del hospital, obra que se ha extendido por más de 150 años. La primera madre superiora fue sor Petra Moya, luego la sucedió sor Ramona Idoate y a esta, sor Antonia Barbero.

A finales de la primera década del siglo XX se pensó en la posibilidad de ubicar el hospital y la iglesia en algún lugar distante del centro de la ciudad. Gracias a la Junta de de Patronos y a las autoridades sanitarias y de beneficencia, se aprobó su instalación en la finca Dos Hermanos, en Rincón, municipio de Santiago de las Vegas, donde se encuentra actualmente.

REAL HOSPITAL DE SAN LÁZARO
El traslado del hospital y el templo supuso varios obstáculos, pues los enfermos preferían vivir dentro de la ciudad, pues les facilitaba las visitas de familiares y amigos, e incluso sus propias salidas, pero también afectaba a los devotos a los que les sería más difícil ir a la iglesia. Todo esto incidía negativamente en la obtención de donativos para el sostenimiento de ambas instituciones, pero no obstante, el proyecto fue aprobado.

La construcción del nuevo hospital fue adjudicada al contratista Orbas-Simón, quien se comprometió a entregar los primeros pabellones en un plazo de cuatros meses, lo que incumplió dando lugar a graves desórdenes entre los desesperados pacientes. El 26 de diciembre de 1916, se comunica a los enfermos que serán trasladados temporalmente para el lazareto de Mariel, lo que también dio lugar a violentas escenas

En 1916 llegó a Cuba el padre Apolinar López y fue designado capellán del Hospital, función que desempeñó durante treinta y seis años. El padre Apolinar, junto a la madre superiora sor Ramona Idoate, tuvieron un papel protagónico en el traslado de los enfermos al Mariel, compartiendo con ellos las vicisitudes sufridas en ese lugar y luego en el asentamiento definitivo en el Rincón.

Ante el compromiso de que serían llevados al Rincón una vez concluidas las obras del nuevo leprosorio, los enfermos aceptan abandonar su antiguo hospital y como garantía del cumplimiento de lo prometido, fueron acompañados por el padre Apolinar López y las consagradas religiosas de la orden Hijas de la Caridad.

El 26 de febrero de 1917, sin contar con medios adecuados de transporte los enfermos fueron trasladados al hospital de Rincón, que aún se encontraba a medio construir y sin recursos de ninguna clase.

En Mariel los enfermos fueron alojados en míseras barracas, que el gobierno español había utilizado para cuarentena de inmigrantes y tropas, las que no tenían ni las mínimas condiciones para la existencia de seres humanos.

Allí encontraron la amarga realidad, ya que solo encontraron unos pocos pabellones aún sin terminar, en un campo cenagoso, sin agua, sin luz eléctrica, sin calles, sin enfermería, y sin alojamiento para las religiosas. Con las donaciones y limosnas de los devotos, el sacerdote Apolinar López y la madre superiora sor Ramona Idoate, lograron mejorar el acondicionamiento del lugar.

Posteriormente arribaron las primeras familias afectadas por la lepra, para establecer allí su residencia y recibir tratamiento médico. Para terminar las obras, por Ley de 31 de julio de 1917, se emitieron treinta millones de pesos en bonos de empréstitos, aunque la existencia del leprosorio siguió dependiendo de la contribución pública y donaciones de los creyentes.

Finalmente los pabellones quedaron terminados y los enfermos, definitivamente alojados. La instalación dispuso de 42 edificaciones, de la cuales 13 estaban destinadas a los pacientes. El resto era para la administración, el hospedaje de las religiosas, la iglesia y otros menesteres.

En la década del treinta, se construyeron nuevos pabellones y a mediados de los 40 fue remodelado y se le adicionaron nuevas edificaciones, entre las que estaba un grupo de viviendas para los enfermos. A pesar de las duras condiciones, en 1951, se construyó un pequeño parque rodeado de un jardín de rosas blancas, donde se instaló un busto de mármol del Apóstol José Martí, donado por el padre Apolinar López y sor Carmen Guijo y una bandera cubana costeada por los enfermos.

Aún es las peores condiciones, estuvo presente el recuerdo de nuestro apóstol José Martí y se le rindió homenaje..

CUBA EN LA MEMORIA 15/12/2014

EL CLUB ATENAS La más aristocrática de las sociedades para la raza negra

09 martes Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Cultura cubana, Sociedad

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calles Cuba, Cuba, edificios, habana

Publicado por Derubín Jácome

Los antecedentes históricos de la lucha de las sociedades negras en Cuba los encontramos desde el período colonial, tanto en las “cofradías”, que fueran las primeras asociaciones, instituidas por la iglesia católica, de blancos, morenos y pardos, como en los “cabildos negros”, que inicialmente agruparan a los de esta raza procedentes de África. Terminada la Guerra de los Diez Años, aunque nos pueda sorprender, es a solicitud del Gobierno Español que se crean las “Sociedades de instrucción y Recreo de Pardos y Morenos”.

Juan Gualberto Gómez, a quien nuestro apóstol José Martí, llamara: “…mi hermano querido, mi hermano mulato, mi orgullo…”, es quien se ocupa de agrupar las cofradías, cabildos y centros sociales en el “Directorio Central de las Sociedades de Raza de Color”, para la lucha por la superación cultural, económica, política y social de esa raza frente a los prejuicios raciales y a favor de la unión de todos los cubanos.

Matancero hijo de esclavos, independentista y colaborador junto a José Martí en la organización de la Guerra de Independencia, Gómez comenzó a ejercer el periodismo en la “Revue et Gazette des Tetares”, llegando a ser corresponsal de un periódico en Bruselas y de otro en Ginebra. En México, en 1877, fue representante del violinista cubano Claudio Brindis de Salas. Después de la firma del Pacto del Zanjón fundó en Cuba el periódico “La Fraternidad” en 1879.

Regresa a Cuba en 1890, reanudando la publicación de “La Fraternidad, dando a conocer su artículo «Nuestros propósitos», en el cual defendía la necesidad de unión de las razas blanca y negra para la consecución de la independencia de Cuba

No obstante sus esfuerzos y la activa participación de los negros en la Guerra de 1895, al instaurarse la República los mantuvieron marginados y las “sociedades” continuaron conformándose según el color de la piel y la posición económica de sus miembros. Las sociedades negras lucharon por conseguir la igualdad y erradicar la discriminación racial, pero solo obtuvieron algunas mejoras. A pesar de la Constitución de 1901, los negros siguieron siendo los ciudadanos más despreciados en el sector laboral.

Las sociedades negras no fueron más que la respuesta a la discriminación ejercida por los círculos sociales blancos que les negaban su acceso, pero pese a haber adoptado erróneamente un funcionamiento similar al blanco, el asociacionismo negro adquirió unas funciones muy particulares, siendo su principal objetivo contribuir a la integración de sus miembros a la nación en construcción.

Pero esas organizaciones conllevaban la paradoja interna de reproducir mecanismos de exclusión y de elitismo con el objetivo de alcanzar un lugar en el panorama social, siendo su existencia reflejo de la propia jerarquización de la sociedad cubana, tal como lo demuestran la existencia de “diferentes” asociaciones de este tipo en una misma ciudad y la selección estricta de su membresía.

De este modo esperaban alejarse de las imágenes peyorativas comúnmente aplicadas a las personas de piel oscura y demostrar su capacidad para integrarse en la sociedad civil. Ya desde las últimas décadas del siglo XIX, los criterios de acceso a ciertas asociaciones reflejaban unas desigualdades crecientes entre esa población ahora libre. La clase media de negros y mulatos no solo se dividieron de acuerdo a sus ingresos, sino incluso por el matiz de la piel, y hubo intentos de dividirlos además por su región de origen, como en los viejos cabildos de nación de la colonia, ya fueran congos, carabalíes, lucumíes, etc.

El “Club Atenas”, sin obviar sus innegables logros y valores, fue también una sociedad clasista, la más exclusiva y aristocrática de las instituciones de este tipo para la raza negra, aunque no excluía a ciertas personas blancas de probada reputación, como Don Fernando Ortiz, o los que tuvieran vínculos matrimoniales con algún socio.

Para organizar esta institución se creó una Junta General, con sus socios fundadores, el 21 de Septiembre de 1917, en el domicilio del industrial General Lauzá, sita en la calle Escobar Nº 78. Allí se eligió la Junta Directiva y a su Director, responsabilidad que recayó en el Dr. Pantaleón J. Valdés.

EL CLUB ATENAS
El “Club Atenas” se funda finalmente el 25 de septiembre de 1917, con 88 socios, negros y mulatos, en su mayoría empleados públicos, aunque también lo integraron abogados, médicos, dentistas, ingenieros, profesores de música, periodistas y de otras profesiones, todos pertenecientes a una pequeña y media burguesía negra. Su primer presidente fue Aquilino Lombart, quedando Juan Gualberto Gómez como Presidente de Honor. Con el tiempo ingresarían un mayor número de intelectuales, militares de graduación y personas de mayor posición económica. Su sede estaba situada en la calle San Miguel Nº 119 (altos) en La Habana.

En 1925, siendo presidente Gerardo Machado, según consta en escritura del Archivo nacional de Cuba, se cede y traspasa a favor de esta institución el solar nº 5 de la manzana nº 22, de los terrenos de la antigua Muralla, para que se construyera el edificio adecuado para el domicilio de este Club. Además se les otorgó cincuenta mil pesos para su construcción. Esta y otras donaciones que Machado hizo a sociedades negras, le garantizaban el apoyo de lo que constituía una fuerza política poderosa.

En Febrero de 1927 se comenzó la obra, según el proyecto del arquitecto Luis Delfín Valdés, que fue terminada el 11 de Mayo de 1929. El edificio se encontraba situado en las calles Ignacio Agramonte y Apodaca, inaugurándose con una recepción en la que participó el Presidente de la República y celebrando en la noche un gran baile de gala para los socios.

Existieron muchas otras sociedades de este tipo en toda la Isla, entre las que se pueden destacar el “Marianao Social Club”, la “Unión Fraternal”, o el conocido “Buena Vista Social Club”. Pero no era lo mismo el aristocrático “Club Atenas” que los populares “Sport Club” o la “Sociedad El Pilar”. En 1949 existian más de 200 sociedades de este tipo.

En el “Club Atenas” las orquestas eran obligadas por una “Comisión de Orden” a tocar foxtrots, valses, danzones o boleros, prohibiéndoseles tocar rumbas, sones o mambos, mientras que en las sociedades “blancas” se bailaba la música “de los negros”, tocada generalmente por orquestas blancas e incluso terminando las fiestas con una conga callejera.

Félix Chapotín, que con el “Septeto Habanero” llevaba el son a sociedades como el “Miramar Yacht Club” o el “Vedado Tennis”, comentó en una entrevista: “…las sociedades negras como la “Unión Fraternal” y el “Club Atenas” nos discriminaban… Entendían que no era decente tocar el son, pensaban que el blanco los despreciaría, les llamaría “negros rumberos”…” La discriminación era tal que las criadas no podían pertenecer al Club Atenas.

Independiente a esto, su actividad era meritoria, pues además de su permanente lucha por la igualdad racial, realizaba actos culturales, veladas, bailes y homenajes a figuras destacadas, como el realizado al reconocido pelotero Orestes Miñoso, por su aporte al base ball en la Grandes Ligas, como miembro del “Chicago White Socks”. También organizaba viajes no solo dentro de Cuba, sino también al exterior, como el realizado en 1954 para entregar a la entonces primera dama Eleanor Roosevelt un busto del patriota cubano Antonio Maceo. Nicolás Guillén, quien frecuentaba esta sociedad, en un acto celebrado a la memoria de Maceo, se refirió al ayudante de Maceo, Lino Dou, como un criollo universal, culto, masón y ñáñigo.

La desaparición de estas sociedades después de 1959 no fue aceptada por todos, prueba de ello es que después de tratar de homogeneizar la sociedad cubana durante más de 40 años, surgen grupos que tratan de afirmar su singularidad, como la “Cofradía de la Negritud”, fundada en 1998. Su objetivo es centrarse en la situación de los cubanos negros porque, según ellos, «el gobierno no ha conseguido resolver el problema racial”. Desconozco si aún se mantiene activa.

CUBA EN LA MEMORIA 09/12/2014

¿LA IDENTIFICAS?

08 lunes Dic 2014

Posted by dianafernandezgonzalez in Municipios y ciudades, Urbanismo y Arquitectura

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Cuba, edificios

Publicado por Derubín Jácome

Hoy les traigo este edificio, que si bien por si mismo no es muy interesante o significativo, si lo fue por la actividad que en el se realizaba… ¿Quién comienza?

LA IDENTIFICAS (28)

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