La vaca amarrada frente a la bodega…¡ y la leche fresca!
El empleo fue una de las formas en que la inmigración española se hizo sentir en el desarrollo urbano e industrial habanero. Sitios emblemáticos de La Habana como las avenidas Carlos III y Belascoaín fueron —y aún lo son— sedes de mercados, industrias y otras empresas, donde numerosos españoles y españolas encontraron puestos de trabajo que les sirvieron para subsistir o mantener a sus familias, tanto en Cuba como en España. Asimismo, toda la zona que cubre este segmento del actual municipio Centro Habana se convirtió en una zona de fuerte presencia española.
Las lecherías, por ejemplo, fueron un negocio en el cual muchos españoles se insertaron, entre los cuales figuraban numerosos canarios, quienes con sus carretones de leche deambulaban por la ciudad ofreciendo tan preciado líquido. A finales del siglo XIX, ante la ausencia de equipos de refrigeración, era común ver a emigrantes españoles ordeñando una vaca en las afueras de una bodega. De este modo siempre se compraba fresca.
Alejo Carpentier, en una de sus crónicas, rememoraba que La Habana de 1912, …”estaba circundada de potreros… donde el asfalto era casi un ilustre desconocido en la mayoría de aquellas calles de piedra o de tierra apisonada, llenas de peligrosos baches, …y que recordaba a cada paso con las melodías de zarzuelas o pasodobles que tocaban los organilleros españoles en la capital cubana y se sumaban al concierto de pregones, cencerros y el sonido de los rebaños de vacas suministradoras de leche fresca y las mulas y caballos que tiraban de los carretones”…
Muchos emigrantes canarios que comenzaron ejerciendo otras actividades agrícolas, terminaron formando una moderna industria lechera que abasteció a la capital de la década de 1920 a 1940.
Una de las grandes empresas llevadas a cabo por los canarios fue, en 1929, la “Compañía Lechera de Cuba”, S.A. Un grupo de emigrantes grancanarios, procedentes de los municipios del norte de la isla (Guía, Moya, Gáldar), que tenían pequeños negocios de reparto de leche en La Habana se unieron para formar una empresa de elaboración de leche pasteurizada y homogeneizada, la cual fue absorvida por “Cía Operadora de productos Lácteos” S.A. en 1947. El negocio lo comienza José Suárez, natural de Moya, quién inició su actividad en Cuba en 1920 como empleado de una vaquería en el lugar conocido por Campanario y Maloja 19 y llegó a ser Presidente de dicha compañía.
En realidad, había sido fundada por Pedro Interián el 29 de mayo de 1929, como la mayor y la primera planta de pasteurización en Cuba. La firma propietaria se constituyó el 10 de diciembre de 1928 como resultado de unir “El palacio de la Leche”, S.A, propiedad de Antonio Ortega Jiménez y la “Compañía Abastecedera de leche” de La Habana, S.A., de Pedro Interián Rizo, quienes eran los dos mayores comerciantes de leche de vaca de la capital, con la finalidad de levantar capital que permitiera invertir en la tecnología moderna de la pasteurización, así como aumentar el mercado abastecedor.
No había café con leche en el mundo como el de La Habana de esa época. Venía el camarero a la mesa con una lechera en una mano y la cafetera en la otra y en la propia taza te mezclaba el café con la leche. Todo un arte de sabor y precisión.
Alguien quiso quitarnos valor, diciendo que los cubanos éramos un pueblo de chicharrones y café con leche. Bueno, realmente éramos mucho más que eso. Económicamente, uno de los primeros países de América… pero además hacíamos unos chicharrones de puerco para chuparse los dedos y preparábamos un café con leche, como en el cielo.